La última traición de Escrivá a la izquierda: que los españoles trabajen hasta los 75 años

27 de Septiembre de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
Guardar
El ministro Escrivá piensa resolver el problema de las pensiones con los baby boomers

Ahora jura que no lo dijo, pero lo dijo. El ministro Escrivá aprovechó el apacible domingo para soltar una de sus habituales bombas contra la clase trabajadora, en este caso la propuesta de que “hace falta un cambio cultural en España” y animar a los españoles a jubilarse a los 75 años. Tal como era de esperar, su ocurrencia ha provocado el consiguiente revuelo, se ha montado un pollo en Moncloa –que lo ha llamado a capítulo–, y el hombre se ha visto obligado a matizar. Ahora dice que se han malinterpretado sus palabras, que no se le ha entendido bien, el donde dije digo, digo Diego, o sea, el típico recurso al que suelen recurrir los malos políticos incapaces de comunicar con claridad sus ideas.

Pero sin duda lo dijo. Vaya si lo dijo. Y lo peor de todo no es que lo dijera o dijese, que toda España lo escuchó, sino que no es la primera vez que Escrivá suelta el globo sonda, aunque más bien habría que decir el truño, ya que cuando el ministro maquina estas cosas no hace sino echar estiércol encima de décadas de conquistas laborales, de lucha obrera, de avances en la justicia social. A un verdadero socialista, a un socialista que se viste por los pies, jamás se le hubiese ocurrido vomitar semejante disparate ahora que la crisis galopante está arreciando con fuerza. Y mucho menos apelar a un supuesto “cambio cultural”, un término desafortunado que se parece demasiado a esa “guerra cultural” que propone Vox.

En un país como este lleno de proletarios pobres de solemnidad que soportan lastres tan pesados como los salarios paupérrimos, las pensiones recortadas, la precariedad laboral en límites cuasiesclavistas, los minijobs, los horarios interminables, el pluriempleo y la desigualdad, sugerir que la famélica legión siga soportando el infierno del mercado laboral español hasta la senectud de los 75 tacos supone un sarcasmo terrible y una burla intolerable. En los últimos días se han conocido las macabras cifras de suicidio. Diez personas se quitan la vida cada día en este país. Y esta inmensa tragedia no solo tiene que ver con los trastornos mentales que nos deja la pandemia, sino con la incertidumbre ante el futuro, con el sufrimiento existencial, con el horror de una vida miserable que para muchos españoles no merece la pena ser vivida.

Los líos de Escrivá

Y en medio de este drama social, va y nos sale este señor con la cantinela de que tenemos que trabajar hasta que no podamos más, hasta que caigamos comidos por la vejez, infartados en la oficina y rotos en el tajo tras décadas de desgaste físico, de humillaciones y de amarguras laborales. Tómese algo, señor ministro, que invita la casa. Lo primero que debe tener en cuenta un político de izquierdas es que jamás se debe faltar al respeto al ciudadano con bromas liberales, chanzas neocapitalistas y guasas de mal gusto que ponen los pelos de punta a las clases sociales más humildes. Escrivá debería aprender la lección del caso Laschet, el abogado de la CDU que iba para gran sucesor de Angela Merkel al frente de la Cancillería alemana y al que no se le ocurrió otra cosa que partirse de la risa mientras visitaba una zona devastada por las recientes inundaciones. Ayer lo pagó caro en las urnas: diez puntos menos por insensible y por tonto. El peor resultado de la CDU en toda su historia. Mientras tanto, en medio de la decadencia de la derecha, se abre paso la nueva socialdemocracia de Olaf Scholz, el hombre que propone un seguro de desempleo europeo. Los socialistas alemanes están de moda y quizá logren gobernar en coalición con Los Verdes y liberales. Son los nuevos vientos que corren por la Europa rica, las nuevas políticas humanistas de las que no se cosca Escrivá, que anda todavía con el viejo manual de Adam Smith bajo el brazo.

En la política del siglo XXI las frivolidades se pagan y lo mejor que podría hacer Pedro Sánchez con este señor es incluirlo en su lista negra de cesantes en la próxima crisis de Gobierno. No es la primera vez que Escrivá la lía con un asunto de la máxima gravedad como es la merecida jubilación de los españoles tras décadas en la brecha y dando el callo heroicamente. Pero por lo visto a este infiltrado del capitalismo salvaje, a este octavo pasajero del Consejo de Ministros, le va la marcha. La cabra tira al monte neoliberal. Cómo habrá sido la metedura de pata que Pablo Casado, un tipo que no pierde comba a la hora de entrar al trapo con cualquier comentario del Gobierno, guarda un elocuente silencio. Sin duda, está encantado con la propuesta y en una de estas la incluye en su Convención Nacional del PP o baño de masas de esta semana.

Lógicamente, el plan de Escrivá no se sostiene y los sindicatos ya le han enseñado los dientes. Con razón. Los líderes sindicales, que tienen calado al susodicho (un ministro que ni siquiera acude a las reuniones de los ERTE, provocando el enfado de Yolanda Díaz) le advierten de que sus iniciativas para alargar la condena laboral son un “despropósito absoluto” y un insulto a los trabajadores. Y va el artista y dice que con 75 años, “por razones demográficas y de calidad de vida”, se puede seguir en la brecha como si nada, con el cáncer y la próstata a cuestas. La anomalía es él, ya que no pinta nada en un gabinete de izquierdas obligado a preservar el Estado de bienestar y las conquistas sociales. Haría bien Sánchez en quitárselo de en medio antes de que rompa algo. El Gobierno de coalición, por ejemplo.

Lo + leído