Mudanza en Génova 13: el primer paso hacia la refundación del PP

17 de Febrero de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Sede Génova PP

Se acabó. Génova 13 ya es historia. El PP ha cerrado el quiosco o chiringuito (eso es lo que fue esa casa durante décadas de cronificada corrupción) porque según Pablo Casado “no deben seguir en un edificio cuya reforma se está investigando en los tribunales”. De modo que el líder popular piensa que cambiando de sede cambiará la historia, lo cual no se sostiene con la lógica en la mano. Está visto que Casado es un escapista que anda todo el rato eludiendo la realidad de los hechos y ya se sabe que se puede huir de cualquier cosa en esta vida menos de la verdad.

Si estalla un escándalo es cosa de los comunistas y de la fiscala roja que le tiene manía al partido; si se pierden unas elecciones en Cataluña es culpa del contubernio judeomasónico separatista y de Luis Bárcenas que ha tirado de la manta; y si el partido se encuentra en caída libre es porque un señor ultra con barba de guerrero de los Tercios de Flandes odia a los populares y se le ha metido en la cabeza sorpasar a la derechita cobarde. Todo menos asumir los hechos, todo menos reconocer que es él, el jefe, el líder de la formación azul, el que se equivoca todo el rato, no solo de estrategia sino también de discurso y de proyecto.

Allá donde vayan los populares irán con su pasado, con sus sombras y espectros a cuestas, entre otras cosas porque no se han regenerado. Ese es el gran problema, esa la grave enfermedad que está carcomiendo el casadismo. Ayer, el descontento entre algunos barones con la deriva del partido empezaba a ser patente y generalizado. Unos hablan con la boca pequeña, otros en petit comité, pero la mayoría no entiende la mudanza, sobre todo porque el gran responsable de la debacle en Cataluña (3 escaños frente a 11 de Vox) no es otro que el sucesor de Mariano Rajoy. Mientras tanto, el cierre de la sede se vivió ayer como un auténtico funeral. “Adiós Génova”, se despedía Díaz Ayuso agitando el pañuelo blanco, como aquellos que despedían al Titanic en el puerto sin saber que nunca más volverían a ver el barco ni a la gente que iba dentro.

“Por fin tenemos casa propia, una reforma de arriba abajo, amplia moderna”, decía Ángel Acebes aquel día en que fue inaugurada la polémica reforma, un obrón que costó millón y medio de euros, buena parte en negro. Hoy, muchos miran atrás con nostalgia y recuerdan los tiempos felices. La refundación de Fraga, los sobacos sudorosos de Aznar en el balcón de la victoria, los tímidos saltitos de Rajoy al grito de “que vote Mariano” cada vez que caía otra mayoría absoluta. Pero todo cambió el 20 de diciembre de 2013, cuando el PP se negó a colaborar con el juez Ruz y el magistrado envió a la UDEF a registrar los despachos como vulgares poblados chabolistas de la droga. Aquella redada fue el punto de inflexión en declive, pero el PP siempre lo negó todo. Empezaba el calvario por tantos pleitos y juicios que estaban por llegar.

Hoy en cada rincón de ese edificio hay un mal recuerdo. En la planta séptima, actualmente el despacho de Casado, se produjo la fatídica entrega de la contabilidad del partido que Bárcenas puso a disposición de Rajoy y de la famosa trituradora con la que, según el extesorero, fueron destruidos los papeles comprometedores. En la planta sexta se negociaban los donativos, contratos y canonjías entre los gerentes y los empresarios del régimen. A la planta tercera enviaron al defenestrado Bárcenas cuando se fue de la sinhueso (luego le dieron un despacho decorativo y un sueldo en diferido, aquel antológico trabalenguas de Cospedal). También allí estaban los misteriosos ordenadores y discos duros que cobraron vida y se destruyeron solos. Y en la primera planta, la del PP de Madrid, vivía Espe Aguirre la divina, que se vanagloriaba de que en su bufete “nunca se hizo esa obra” en negro. Todo el bloque, de arriba abajo, está seriamente afectado por la aluminosis de la inmoralidad o algún turbio episodio, desde el último piso hasta el garaje por donde entraba Correa. “Génova era mi casa, tenía una tarjeta especial y pasaba directamente por el parking. Yo estaba más tiempo allí que en mi casa”, declaró el cabecilla de la Gürtel ante los jueces de la Audiencia.

Nada que haya estado a menos de cien metros en el radio de acción de Génova 13 queda a salvo ni se libra de la radiación putrefacta que ha salido de ese Chernóbil de la corrupción durante décadas, y hasta los grandes bancos de la zona han quedado manchados para siempre después de que en ellos se haya practicado el pitufeo del PP valenciano. Tras una historia tan negra, Génova es como un castillo endemoniado y maldito en el que pululan demasiados fantasmas. El trece nunca dio buena suerte; mal fario para una empresa que pretendía ser multinacional. Cambiando de sede, el PP trata de sacudirse tanta leyenda negra imposible ya de limpiar, ni de borrar, ni siquiera de olvidar. Ayer España entera se mofaba de la inútil mudanza pepera en las redes sociales. “Que se vayan a la prisión de Soto del Real, que allí estarán mejor”, decía un tuitero. “Aunque la mona se cambie de sede, mona se queda”, sentenciaba otro. Y no faltaba quien proponía que todos los cargos populares cogieran sus bártulos y carteras y se trasladaran al Zendal de Díaz Ayuso.

Casado es un negacionista de la realidad y de la memoria ominosa, trágica, deleznable del partido. Por eso ha tenido la infeliz idea de pasar página echando el cerrojo a Génova 13, un inmueble del que, por cierto, quedan 11 millones por pagar, una hipoteca tan gigantesca como la propia tragedia del partido. “Es el primer paso para la refundación del partido”, dicen algunos, los más optimistas; “hay que reunificar el centro derecha español porque no hay sitio para todos”, insisten los más preocupados. ¿Pero qué piensa reunificar Casado si en Ciudadanosson cuatro gatos y con los trogloditas de la extrema derecha no se puede ir ni a la esquina porque no es presentable? Todo en ese partido empieza a ser ya como el hotel de los líos de los Hermanos Marx. Más que mudanza es una huida a ninguna parte. Por cierto, antes de apagar la luz y poner el cartel de 'Se Traspasa', ¿se habrán acordado de llevarse la manta de Bárcenas?

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