Prosperidad y dignidad económica, la única forma de recuperar a los jóvenes

En las últimas semanas los partidos tradicionalmente mayoritarios parecen escandalizados por el hecho de que los jóvenes se estén alineando con la extrema derecha, eso sí, no ofrecen ningún tipo de solución real

31 de Enero de 2025
Actualizado el 01 de febrero
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Jóvenes prosperidad
El número de jóvenes que apoya soluciones dictatoriales aumenta | Foto: FreePik

La democracia está en serio peligro. No se puede culpar sólo a los movimientos de extrema derecha porque la responsabilidad se encuentra en las formaciones políticas tradicionales, tanto de derechas como de izquierda, que han priorizado intereses superiores a la resolución de los problemas reales de la ciudadanía. Quedarse únicamente en la consecuencia, que es el crecimiento de la extrema derecha, del populismo y del antiglobalismo, con una carencia absoluta de autocrítica es la sentencia de muerte para la democracia.

Cada vez son más las personas que están dispuestas vivir bajo una dictadura. El presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, lo advirtió en Naciones Unidas el pasado mes de septiembre: «El apoyo a la democracia ha tenido una considerable disminución entre el 2010 y el 2023, mientras que el apoyo al autoritarismo aumentó en el mismo período […] los ciudadanos no perciben los beneficios tangibles de la democracia, y muestran gran preocupación por el personalismo y la corrupción, minándose la confianza en las instituciones democráticas».

El apoyo a opciones dictatoriales y autoritarias se acrecienta entre los jóvenes. Según indicó a Diario16+ un importante dirigente universitario, «los chavales que llegan son casi todos de Vox o de Alvise».

Sin embargo, los partidos mayoritarios de las democracias occidentales, tanto conservadores como progresistas, no hacen ningún tipo de autocrítica ni, por supuesto, asumen la culpa de las políticas que aplicaron en el pasado y que son la causa principal de que la juventud se esté alineando con las opciones de la extrema derecha.

El pasado miércoles, el PSOE presentó un informe que analiza la importancia de la enseñanza de la historia y el uso de la memoria para fomentar la ciudadanía democrática ante la Asamblea Parlamentaria europea. «Se trata de abordar los desafíos educativos y sociales actuales, promoviendo valores democráticos, el pensamiento crítico y el respeto por la diversidad […] la enseñanza de la historia no debe limitarse a transmitir hechos, sino que debe ayudar a los estudiantes a analizar críticamente el pasado, entender el presente y construir un futuro más inclusivo. Un enfoque que permita diferenciar entre hechos y propaganda», afirmó la diputada socialista Luz Martínez Seijo.

Se hace un diagnóstico ideológico y se olvida la razón principal de que los jóvenes estén dejando de creer en la democracia y que estén dispuestos a renunciar a derechos y libertades: la falta de futuro, las condiciones laborales precarias, la imposibilidad de hacer un proyecto de vida. Esto no son factores ideológicos, se trata de generar las condiciones económicas que deriven en dignidad y prosperidad. En los gobiernos de Aznar y Zapatero, cuando los salarios y el empleo eran dignos, la democracia no estaba en peligro y las formaciones de extrema derecha eran residuales.

La concatenación de crisis económicas, el desempleo juvenil, la precariedad laboral y la dificultad para acceder a una vivienda digna generan un sentimiento de incertidumbre y desesperanza entre los jóvenes. Sienten que la democracia no les ofrece soluciones reales a sus problemas y que el sistema está diseñado para beneficiar a una minoría privilegiada. De eso, la culpa es de quienes gobernaron y gobiernan en el presente. Aún existe margen de maniobra, pero el tiempo se les está acabando.

Este escenario es el terreno abonado para el populismo de extrema derecha. Sucedió en la década de los años 30 del siglo XX. Ese periodo de entreguerras sirvió para que el nazismo en Alemania, el fascismo en Italia y el falangismo en España crecieran. Pero, ojo, también sirvió en el siglo XXI para que desde las democracias la ciudadanía estuviera dispuesta a renunciar a derechos fundamentales reconocidos en las constituciones. No hay más que recordar lo ocurrido en Estados Unidos tras el 11M.

La revolución digital, que casualmente se expandió paralelamente a la crisis de 2008, ha sido el arma principal de la extrema derecha. Steve Bannon enseñó a todos los partidos ultras del mundo a sacar rédito político con la utilización del big data y de las herramientas digitales. Las redes sociales, las plataformas de streaming y las aplicaciones de mensajería se han convertido en un importante canal de información y comunicación para los jóvenes, pero también son un caldo de cultivo para la desinformación y la manipulación de las mentes. La polarización política y el discurso del odio que circulan por esos canales han generado confusión y desconfianza en la democracia.

Y esto sucede porque la juventud no se siente representada por los partidos políticos tradicionales, que perciben como alejados de sus preocupaciones, anclados en el pasado y los representantes de un sistema que les ha dejado de lado. Por eso buscan soluciones fuera de la democracia.

Muchos jóvenes no reniegan de la democracia teórica, sino de la forma en que se practica la realmente existente. Califican al sistema como criminal por la corrupción, la desigualdad y la ineficacia de las instituciones democráticas para resolver los problemas reales de la ciudadanía.

Distintos analistas afirman que reconectar a los jóvenes con la democracia es un reto complejo que requiere un esfuerzo conjunto de políticos, educadores, medios de comunicación y sociedad civil. Desde un punto de vista buenista se dice que es fundamental escuchar sus voces, comprender sus preocupaciones y ofrecerles razones para creer en la democracia como sistema de gobierno que puede mejorar sus vidas y construir un futuro mejor para todos.

Sin embargo, la solución es más compleja y simple a la vez. Los jóvenes creerán en la democracia si la democracia cree en ellos. La juventud rechazará los cantos de sirena del autoritarismo si ven resultados de la acción política y eso sólo pasa por reconquistar los espacios de la vida digna y de la prosperidad económica. El líder político que les dé hechos, que les garantice un salario que le permita acceder a una vivienda, un empleo estable, la capacidad de conciliar la vida laboral con la familiar, habrá ganado algo más que votos, habrá salvado lo que tantas vidas precisó para construirse. El problema está en que ese líder, de momento, no ocupa ningún cargo de gobierno.

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