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Causas perdidas

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análisis

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“La civilización es una causa perdida”, decía Charles Bukowsky, el escritor maldito. “Veo humanos pero no humanidad” decía Antoine de Saint – Exupéry por boca de “El principito”. La novela se públicó en 1943 y la frase sigue vigente, y mucho nos tememos que seguirá así por mucho tiempo. Parece que estemos condenados a no conocer otra cosa que esta falta de humanidad, este cinismo rampante, esta desvergüenza, esta vileza, esta maldad, esta indignidad que trae consigo la horrorosa pandemia de capitalismo desbocado que nos asedia desde hace ya demasiado tiempo. Cada vez nos abandonamos más a esta peligrosa corriente, cada vez ignoramos más si cabe, o más bien no ignoramos pero, lo que es todavía peor, y echando mano de nuestras inagotables reservas de hipocresía, fingimos ignorar la dimensión social del ser humano, lo que nos convierte en seres enfermos de soberbia y egoísmo que desprecian valores tan imprescindibles como la convivencia, la tolerancia y el entendimiento.

Para nuestra desgracia, este capitalismo salvaje no parará de crecer desordenadamente como un cáncer, peor que un cáncer porque un cáncer crece ignorando que su crecimiento acabará con el cuerpo en el que vive, sin embargo el capitalismo sí lo sabe, y a pesar de eso sigue adelante con los faroles, caminando a buen paso, y con todos nosotros de su mano, hacia el abismo para arrojarse a él tomando carrerilla, como un saltador de trampolín antes de lanzarse al vacío

Lejos de apoyar a la causa de esa convivencia, de esa igualdad, de esa vital empresa que es la conservación y protección de nuestro planeta, nuestra casa, la única que tenemos, una casa que a nadie, excepto un estúpido o estúpida, se le ocurriría tirar piedras contra ella, votamos en masa a los partidos neoliberales que impulsan este capitalismo sin frenos, que sigue adelante pase lo que pase, ignorando olímpicamente todas las alarmas que avisan desesperadamente del cada vez más cercano colapso medioambiental. Unos partidos neoliberales que llevan inoculando en la sociedad desde hace ya mucho tiempo su venenosa y dañina ideología del odio, la desigualdad, los recortes de derechos y libertades, el arrasamiento de los recursos del planeta y el desprecio absoluto por el medio ambiente al negar irresponsablemente el cambio climático. Y para ello mienten, manipulan y tergiversan con la mayor desfachatez, como hace Trump, al que podría considerarse el Papa, la cabeza más visible de esta aterradora ideología, de este pavoroso y catastrófico movimiento. El partido de Trump y los demás partidos de su calaña repartidos por el mundo, luchan sin descanso por implantar este alocado, suicida, neoliberalismo, empleando todo su poder, que no es poco, sin pararse ante nada ni ante nadie, convencidos de que todo vale y de que el fin justifica los medios.

En el caso de España, el neoliberalismo, encarnado en los partidos PP y VOX, trabaja a marchas forzadas empleando todo su poder económico y mediático para recuperar el poder perdido que asegure sus privilegios de siempre, importándoles un pimiento todo lo demás, incluidos sus propios votantes de la clase trabajadora, que de una manera increíble, suicida podríamos decir, han votado por el mantenimiento de los privilegios de la clase dominante en perjuicio de sus propios intereses, de sus propios derechos y libertades. De su propio pellejo.

Cada vez más, como Saint – Exupéry, vemos más humanos y menos humanidad. Y el que no lo vea es porque no lo quiere ver. Ejemplos hay por todas partes, quizás el más clamoroso, el más sangrante, el más inhumano entre los inhumanos es el genocidio que está perpetrando Israel contra el pueblo palestino. La prueba más dolorosa de esa inhumanidad que decía el escritor y aviador francés, es que estamos asistiendo, como si oyésemos llover, a una diaria masacre, a un genocidio en toda regla contra la indefensa población civil palestina, al incesante despanzurramiento de niños y niñas bajo las bombas israelíes. Es verdad que los palestinos de Hamás cometieron un grave atentado terrorista contra Israel, un acto que siempre debe ser condenado, pero su acto criminal era la respuesta a las décadas de agresión de Israel en forma de ocupación ilegal de la tierra palestina y la constante agresión a sus ciudadanos, a los que quiere expulsar de su tierra para quedarse con ella, pasándose por el forro todas las resoluciones de la ONU. Pero el atentado terrorista de Hamás no da derecho en modo alguno para bombardear de forma indiscriminada a la población civil. Todos conocemos la historia de sufrimiento del pueblo judío, pero eso no debe suponer coartada alguna para el genocidio que están cometiendo. Que hayan sufrido mucho en el pasado no les exculpa de este holocausto, de este exterminio con todas las letras, que están llevando a cabo delante de todo el mundo, Una humanidad que asiste a este horror sin mostrar otra reacción que la condena más o menos tibia de algunos países. Hasta los países árabes solo han conseguido acordar una tímida e intranscendente reprobación a Israel, que no modificará en nada sus planes de echar definitivamente a los palestinos de su tierra a bombazo limpio.

Tanto la llamada “comunidad internacional” como los ciudadanos de a pie nos hemos convertido en unos seres humanos tan deshumanizados, tan atrofiados, tan mohínos, tan desesperadamente paralizados, que somos capaces de ver con gesto indolente, con una espeluznante expresión bovina, estas atrocidades mientras comemos o cenamos aburridamente frente al televisor. El más absoluto horror contra nuestros semejantes ya no nos hace la menor mella, ni nos provoca la más pequeña reacción en nuestras adormecidas conciencias.

Otra metástasis del cáncer neoliberal que nos asuela es, salvando las distancias, que no son pocas ni livianas, con el genocidio que se está cometiendo contra el pueblo palestino, es la agresión, el atraco de los llamados “mercados” a los agricultores y ganaderos españoles y europeos, obligados a malvivir o abandonar sus explotaciones a causa de la ruina a la que los han condenado esos odiosos mercados que representan la esencia del capitalismo. Y tan culpable como los mercados es la pasividad de los poderes públicos que se muestran incapaces de garantizar a esos agricultores y ganaderos su derecho a una vida digna.

En las movilizaciones agrarias de las últimas semanas, sobra decir que unas justas, y más que justas, movilizaciones por la supervivencia de la agricultura y la ganadería en nuestro país, se han visto cosas muy extrañas que han empañado un poco esa legítima lucha por el derecho a vivir dignamente de su trabajo. Tal y como se esperaba, la derecha y la ultraderecha no han perdido la ocasión de capitalizar las protestas, de sacar rédito político con su habitual desfachatez, aún habiendo votado en contra de las medidas a favor de los agricultores, de los mismos agricultores que ahora anima a salir a cortar carreteras para protestar contra el gobierno. Porque de lo que se trata es de atacar al gobierno como sea, desgastarlo, señalarlo como culpable de todos los males que aquejan a los agricultores y ganaderos y, por extensión, de cualquier otro colectivo en apuros. A ellos les vale todo lo que puedan usar como arma arrojadiza.

Tratándose de agricultura, lo primero es separar el grano de la paja. Valgan tres ejemplos, hay muchos más, para hacerse una idea cabal de la desvergonzada hipocresía de la derecha y la ultraderecha, supuestos defensores de los agricultores de este país, que intentan sacar rédito de las protestas. Ejemplo número 1: los agricultores que se manifiestan no solo en España sino en toda Europa, piden una política agraria común mejor regulada que rebaje las exigencias de producción. Pues bien, la actual política agraria común, la PAC en sus siglas, fue aprobada por el Parlamento Europeo en 2021 gracias a los votos ¡oh sorpresa! de la mayoría de los populares europeos y también de gran parte de los eurodiputados de la extrema derecha. Ejemplo número 2: La aplicación efectiva de la ley de la Cadena Alimentaria, vulnerada sistemáticamente por las grandes superficies, que impide que las cadenas de supermercados compren a los agricultores sus productos a pérdidas, es decir por debajo del precio de coste, es otra de las principales demandas de los agricultores que están protestando en todo el país. La ultraderecha apoya ahora esta reivindicación, pero en 2021 durante su tramitación parlamentaria, tanto ella como el PP votaron en contra de esta ley que era de sentido común para proteger los intereses de los agricultores y evitar la indignidad de que éstos vendieran sus productos más baratos de lo que les costaba producirlos. VOX dijo entonces en el parlamento que “la ley es un fraude y que ponía trabas insoportables al sector, y que llevaría a éste a la ruina”. Ejemplo número 3: Los tratados comerciales de la Unión Europea con terceros países. Los acuerdos comerciales, ahora tan criticados, y con razón, por los agricultores porque va contra su supervivencia como sector, por las consecuencias de esa competencia desleal sobre los precios de los productos locales, llevan décadas defendidos por la derecha. Y para que que no haya duda, el Partido Popular llevó en su programa electoral de 2023 el acuerdo con Mercosur, que tanto daño está haciendo actualmente a nuestros agricultores. Alberto Nuñez Feijóo impulsó la “gran idea” de que España fuera “el puente” entre la UE y Mercosur.

Después de saber esto, causa un gran estupor, un tremendo pasmo, un absoluto asombro, y también vergüenza ajena, que tanto el PP como VOX se hayan erigido, con su habitual parafernalia de banderas al viento, algunas con simbología franquista, como los salvadores de los agricultores y del campo en general. También llama mucho la atención que, no me atrevería a decir la gran mayoría, pero sí muchos, demasiados, llevados por su querencia conservadora, quieran creer, dándolo por hecho, que los culpables de todos sus males son el malvado Sánchez y su no menos malvado, amén de socialcomunista, bilduetarra, delegado de Hamás, chavista, bolchevique, satánico… etc. gobierno de coalición. Uno de los males, y no de los más pequeños, de este país es la fe ciega, la absoluta falta de crítica por parte de los votantes conservadores a sus dirigentes, que se pueden permitir actuar en su contra, véanse los tres ejemplos anteriores, y sus damnificados votantes no se atreverán a proferir la más leve y suave crítica. Hagan lo que hagan siempre estará bien hecho. Quizás deberían plantearse alguna vez, por la cuenta que les trae, esa fe ciega, esa devoción, ese fervor, esa adhesión inquebrantable de otras épocas. Y deberían aplicarse aquella frase bíblica de “por sus hechos los conoceréis”. Y hablando de hechos, uno no menos asombroso es que los productos de la gran empresa de distribución alimentaria Mercadona, la de los “Supermercados de confianza” como dice su lema, sean de cualquier parte del mundo y sin embargo ni PP ni VOX han dicho ni pío. No conviene morder la poderosa y generosa mano subvencionadora del señor Juan Roig.

Del mismo modo, el PP y VOX, tan dados a poner el grito en el cielo por cualquier cosa, han mantenido, y mantienen, y me temo que mantendrán, un clamoroso silencio en lo que respecta a las palabras, más que proferidas, eructadas, por una energúmena como Lola Guzmán, la portavoz de la plataforma que presumió de empezar a agitar a los agricultores, que ha amenazado a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado diciendo: “os mató poco la ETA, hijos de puta” o “si levantáis la porra contra un español, os las vais a ver”. Seguimos esperando a que algún dirigente del PP y VOX a través de un comunicado por separado o conjunto, condenen con toda contundencia esas asquerosas y repugnantes palabras. Y por supuesto la denuncien al juzgado y la expulsen de cualquier concentración de apoyo a los agricultores Ya están tardando. No sé por qué tengo el “pálpito” que decía Plinio, el policía de Tomelloso de las novelas de García Pavón, que ya puedo esperar sentado a que condenen estas abominables declaraciones. Igual que, como decía antes, tampoco afearán, aunque sea muy levemente, muy de pasada y con todo respeto, a Juan Roig, presidente de Mercadona por sus digamos “malas prácticas”, cosillas sin importancia como son la eliminación de 1800 productos españoles por otros extranjeros de baja calidad con su marca Hacendado, como el aceite de oliva de Marruecos y Túnez, naranjas de Argentina o Sudáfrica, pipas de China, leche de Portugal, patatas de Israel, chufa de África, calabazas de Panamá y así hasta 1800 productos que antes se compraban en España. Unos productos que, no hace falta decirlo, son mucho más baratos que los españoles, pero un español de bien y de orden como el señor Roig también debería mirar por nuestra economía y no pensar única y exclusivamente en forrarse todavía más.

Si el dueño de Mercadona fuera socialista ya habrían acudido a concentrarse frente a sus supermercados para protestar por estos hechos que si bien son totalmente lícitos, ética y moralmente son deplorables. Y si los insultos a las fuerzas de seguridad del Estado hubieran venido de algún izquierdista perroflauta, ya le habrían denunciado y seguramente apaleado. Son las dos conocidas varas de medir que usa la derecha y la extrema derecha en su día a día. Me cuesta mucho creer que los agricultores no se den cuenta de estas cosas. Es como estar en la Meseta de Giza y no ver las pirámides.

Javier Gallego, alias “Crudo” periodista, músico y poeta español ha dicho: “Los enemigos del campo son los que se presentan como amigos, la derecha y la ultraderecha que agitan las protestas para ocultar el verdadero culpable: el capitalismo feroz.” Otro que lo ha visto.

Este capitalismo salvaje, implacable, inhumano, Trumpista, terraplanista, negacionista, cruel y extremadamente maligno que crece incontroladamente con metástasis por todo el planeta, necesita un tratamiento de choque, una enérgica terapia que solo puede lograrse a través de una urgente humanización de la especie. Ojalá que más pronto que tarde, por nuestra propia supervivencia como especie, veamos humanidad, además de humanos.

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