La tercera pole position que consigue en Mónaco, la número 24 de su carrera. Charles Leclerc, el Príncipe.
De las 23 poles anteriores solo 4 acabaron en Victoria. Las dos poles de Mónaco no le valieron siquiera para subir al podio a Charles Leclerc, el Mendigo.
No sería justo decir que el destino le ha concedido otra oportunidad, porque la oportunidad se la ha labrado y trabajado a pulso el piloto monegasco. También Príncipe y Mendigo en el río de la vida. Porque aunque ser monegasco suene a ser rico en el caso de la familia Leclerc era sólo gente de clase media amante de las carreras: el padre llegó a competir en Fórmula 3.
Un sueño hecho realidad que el hijo se haya convertido en Príncipe de la F1 y sea piloto de Ferrari.
Sobre él pesan dos maldiciones. El increíble número de veces que no ha conseguido convertir en victorias las poles y los dos fracasos en Mónaco cuando parecía que iba a acabar en lo más alto del podium tras las poles respectivas.
Este domingo veremos si su magia personal y su voluntad de éxito es capaz de vencer ambas maldiciones.
Ya hoy, en la alucinante clasificación del sábado en Mónaco donde Fernando Alonso ha caído en la primera ronda, Leclerc ha empujado fuera del círculo de la fortuna a Max Verstappen y su Red Bull desafinado: se acabó la larga racha ininterrumpida.
La carrera de Mónaco no suele ser muy emocionante, pero nunca se sabe. Cuando consigue ser emocionante puede convertirse lo más emocionante que nunca nadie haya visto.
Si Fernando Alonso remontase desde el puesto 16 y ganase la carrera habría que creer en los milagros. Si Leclerc se sube al cajón más alto habrá que creer en la voluntad y el tesón por encima de todo.
Tigre Tigre
