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Desmantelar la OMS parte III: Un Tratado para gobernarlos a todos 

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análisis

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A estas alturas, la mitología contenida en el clásico imperecedero “El Señor de los Anillos” del filólogo británico J.R.R. Tolkien, ha pasado a conformar la cosmovisión posmoderna de prácticamente tres generaciones de occidentales, gracias, en gran medida, a la versión cinematográfica dirigida magistralmente por Peter Jackson. El libro narra la epopeya de un humilde hobbit, llamado a liderar a un grupo heterogéneo de hombres, enanos y elfos en su misión trascendental de llevar el anillo único de poder hasta el volcán del Monte del Destino de Orodruin, en las oscuras profundidades de Mordor, y allí destruir el anillo en el mismo fuego que lo viese nacer. El anillo, forjado por el Señor Oscuro Sauron para su uso y maligno disfrute, tenía la capacidad de subyugar a los habitantes de la Tierra Media. Su creación tenía una inscripción en lengua negra que rezaba como sigue: “Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, Un Anillo para atraerlos a todos y atarlos a las tinieblas”. El anillo, que le fue arrebatado por Isildur, dotaba a quien lo poseyera de ciertas capacidades que lo hacían extremadamente atractivo. Entre otros superpoderes, dotaba de invisibilidad al que se lo pusiese, prolongaba su vida o permitía conservar la apariencia. Sin embargo, el anillo tenía sus contraindicaciones. No tenerlo habiéndolo tenido podría hacer enloquecer a cualquiera infradotado moralmente, despertando sus más bajos instintos, dominados por el terror, y además, el don de la invisibilidad no era más que el señuelo por el cual Sauron podía localizar el anillo y tratar de atraerlo hacia sí. Quizás haya lectores de este editorial, aquellos que estén más familiarizados con la epopeya de Frodo y su compañía del anillo, a los que les resulte sencillo encajar la analogía pretendida. A los que todavía no la vislumbren, quizás en los próximos párrafos la puedan ver algo más nítida.  

Tratado de Pandemias y las más de 300 enmiendas al Reglamento Sanitario Internacional (RSI)

Nos ponemos pues el traje de faena y empezamos a desentrañar lo contenido tanto en el Tratado de Pandemias, que finalmente no será aprobado en esta ocasión, como en las enmiendas al Reglamento Sanitario Internacional (RSI). No conviene lanzar las campanas al vuelo ni mostrar excesiva alegría porque el Tratado no salga adelante, ya que muchas de las pretensiones iniciales del Tratado pretenden ser validadas por la vía del Reglamento. Obviamos en este análisis todo el tortuoso proceso de borradores y enmiendas que ha tenido lugar a lo largo de los dos últimos años. Si tienen interés en conocer los cambios que se han ido sucediendo desde el primer hasta este último y definitivo borrador que se pretende votar a finales de mayo, les remito a alguno de los programas que hemos dedicado en Grupo de Control, o alguna de las entrevistas que realizamos a Cristina Armas, abogada canaria que, a nuestro juicio, es quien con mayor rigor jurídico ha estudiado este asunto en España. Con respecto a los cambios en el texto, existe una clave fundamental para entender la estrategia de la OMS. En lo que supone una clara maniobra de trilerismo legislativo y en orden a colmar sus pretensiones iniciales, muchos de los artículos del primer texto pandémico simplemente han abandonado su lugar original, para acabar conformando el paquete de más de 300 enmiendas propuestas al Reglamento Sanitario Internacional (RSI). Porque, sí, han leído bien, se van a votar más de 300 enmiendas al RSI a la vez que se vota el Tratado. Al fin y al cabo, votar un Tratado implicaría un tortuoso camino de aprobación y debate en las distintas cámaras legislativas de los diferentes estados, no siendo así en el caso del novado reglamento, cuya aprobación tendría efecto jurídico vinculante desde el mismo momento de ser aprobado. Aquí un somero resumen de los puntos, a nuestro juicio, más relevantes:    

El Tratado sobre Pandemias se aplicaría todo el tiempo, no sólo durante las pandemias. Lo pueden constatar leyendo el  artículo 2 del Tratado. El Tratado sólo contempla dos escenarios, periodo de pandemia y periodo interpandemias, lo que supone el fin de la normalidad tal y como la concebíamos. Al final, resultó que aquello de la nueva normalidad consistía en esto, en vivir en un estado permanente de incertidumbre, que propicie la anuencia de los ciudadanos, permanente expectantes al nuevo patógeno destinado a dotar de contenido a ese engendro conceptual llamado “Enfermedad X”, del que hablaremos más adelante. Por fortuna, en esta ocasión este artículo en concreto, no verá la luz finalmente.  

La introducción del concepto «Una Sola Salud» (One Health), lo que supone capacidad para ejercer control sobre la salud de las personas, los animales y los ecosistemas. Un Sola Salud para gobernarlos a todos. Lo pueden leer en los artículos 1 y 5 del Tratado. Este es, a nuestro juicio, el concepto más preocupante de todos, la clave de bóveda de toda esta estructura de colusión pornográfica entre el cártel farmacéutico y los estados. Este asunto, que entronca directamente con todo lo expuesto en los anteriores capítulos de este editorial sobre ganancia de función y la industria de las pandemias, será objeto de análisis en un apartado propio de este editorial. Este aspecto no se verá refrendado de momento, aunque seguirá inspirando las líneas de trabajo de la OMS.

No sería necesario que una emergencia de salud pública sea real, bastará con que sea posible. El Director General de la OMS tendrá autonomía para declarar una emergencia de salud pública “potencial”. Llama la atención el uso del lenguaje, con palabras como «probable» o «riesgo para la salud pública. Ello incluye posibles emergencias climáticas, en clara inspiración One Health. Lo pueden encontrar en el RSI, y no en el Tratado, en los artículos 1 (léase la definición de “emergencia pandémica” y “riesgo para la salud pública”), 2, 5 y anexos 1, 12 y 49. 

Los Estados verían su opinión limitada sobre una emergencia sanitaria declarada por la OMS, incluso si esta ocurre dentro de sus fronteras. Esto implica una evidente e intolerable pérdida de soberanía. Suma y sigue. Lo pueden leer en los artículos del RSI nº 1, 12, 17, 42, 48, 49, 50. 

Los Estados tendrán que ajustar su legislación interna a lo contenido en las enmiendas al RSI, y el Tratado, lo que implica la creación de una Autoridad Nacional para el RSI, una suerte de ministro del gobierno de la OMS en el Ministerio de Sanidad, encargado de hacer ese ajuste legislativo y de velar por el buen hacer de los gobernantes en todo lo que se refiere a las competencias que la OMS pretende arrogarse para sí en esta estrategia bífida de Tratado y Reglamento. Lo pueden encontrar en el RSI, en los artículos Artículo 1 (definición de “Autoridad Nacional del RSI), 4, 15, 16, 42, 54, 59.3, y en el Tratado en el art.3.

La OMS tendrá el poder de ordenar a España adoptar confinamientos, restricciones de viajes, exámenes médicos forzosos y vacunas obligatorias, así como aislamientos y cuarentenas. Ya saben de sobra los lectores que todas esas medidas que han demostrado nula eficacia en términos de Salud Pública, que resultan a todas luces nocivas y que sólo sirven para crear más desigualdad, por no mencionar los efectos adversos producto de las medidas, condenados a permanecer apócrifos, sepultados bajo toneladas de  propaganda. Pueden leerlo en el RSI, en sus artículos 1, 15, 16, 17, 18, 23, 24, 42, 49.

Vuelven los pasaportes vacunales, los famosos green pass, aunque cambian su nombre. Los “documentos sanitarios”, son el eufemismo usado en esta ocasión para definir «un sistema global de certificados sanitarios relacionados con pruebas, vacunación, profilaxis y recuperación». Unos pasaportes vacunales que, por cierto, no demostraron ser útiles en absoluto en lo que a contener la propagación de la pandemia se refiere. Sólo hay que ir a la hemeroteca y comprobar que, fue precisamente cuando se decretaron estos pasaportes cuando la mayor tasa de contagio se conoció en Europa. Llámenlo Omicron, si gustan. Al fin y a la postre, los medios de intoxicación tuvieron que reconocer que no se trataba de una medida de salud pública sino simple y llanamente una medida dirigida a coaccionar a la población, en virtud de la cual pretendidamente mejorar la cobertura vacunal de los productos experimentales de ARNm, conculcando a su paso varios derechos constitucionalmente amparados y segregando a la población por estatus vacunal. Una medida que recordaba peligrosamente a medidas de corte similar tomadas durante los años de la Alemania nazi, cuando uno de los argumentos utilizados para justificar el hacinamiento de los judíos en ghettos, consistía precisamente en la atribución falsa de que este colectivo transmitía enfermedades, del mismo modo que se acusó recientemente a los no vacunados de transmitir el SARS-CoV 2. Más tarde, supimos de boca de Janine Small, una trabajadora de Pfizer que fue enviada a declarar en la Comisión COVID del Parlamento Europeo en sustitución de su CEO, Albert Bourla, que sus productos ARNm nunca fueron diseñados para prevenir la transmisión, lo que despojaba de todo sentido la medida, máxime cuando ya por aquel entonces había quedado demostrado que los vacunados contagiaban del mismo modo que los no vacunados. Sea como fuere, los medios de intoxicación de masas tuvieron que buscar otros argumentos para justificar la medida, como que el pasaporte mejoraba el consumo y elevaba el PIB, ya que los vacunados se sentían más seguros y eso estimulaba la economía. Vivir para ver. Todo lo referente a esta cuestión lo pueden encontrar en el RSI, en los artículos 18, 23, 24, 27, 31, 32, 35, 36 y 44 y en los anexos 6 y 8.  También en este sentido de control de coacción, la información médica personal deberá ser proporcionada a la OMS y ésta podrá revelarla a otros. Cabe preguntarse a quiénes, aunque nos lo podemos imaginarLo pueden encontrar en el RSI, en los artículos 1 (véase el concepto “vigilancia”), 5 y 45, y en el Tratado, artículo 4.

La OMS podrá ejercer control de la información, restringir y controlar la libertad de expresión en redes sociales, controlar la desinformación y mala información, controlar la investigación y el desarrollo y censurar el debate científico. Se entiende pues, la urgencia mostrada por los entes globalistas en aprobar el Tratado y el Reglamento, habida cuenta de las nuevas informaciones que se desprenden de la investigación dirigida por la Subcomisión del Congreso de los EEUU, que demuestran las constantes presiones ejercidas por la Administración Biden sobre las compañías de redes sociales, como Amazon, Meta, Twitter o Google. Paradójicamente, mientras en EEUU se conduce una investigación para destapar estas presiones, en Europa la censura de contenidos contrarios a las narrativas hegemónicas sufren una censura y persecución inéditas, en virtud de la Ley Europea de Servicios Digitales (DSA, por sus siglas en inglés), por la cual estas empresas están obligadas a perseguir, censurar y desmonetizar todos aquellos contenidos que no resulten veraces al entramado de verificadores de hechos, articulados en torno a la matriz internacional Poynter Institute, instituido hoy en un auténtico poder jurisdiccional privado, en lo que supone a todas luces otra vulneración flagrante del artículo 20 de la Constitución Española, que prohíbe de manera expresa la censura previa, entendida ésta como la censura de contenidos sin que medie una autorización judicial. Este extremo, sin duda es merecedor de un artículo monográfico. Todo lo referente al control de la información que pretende la OMS lo pueden encontrar en el RSI, en el anexo 1 sobre Capacidades Básicas y en el Tratado, en los artículos 1.13, 9 y 18.  

Los fabricantes de vacunas quedan exonerados de toda responsabilidad ante los Estados, y serán éstos lo obligados a indemnizar a los afectados y establecer planes estatales de compensación. Esto implica conceder carta de naturaleza a una práctica que, por otro lado, ya venía ocurriendo de manera paralegal. En su momento, allá por octubre de 2022, en Grupo de Control analizábamos el contrato, por aquél entonces apócrifo, por el que la señora Von der Leyen habría comprometido con Pfizer sumas mareantes de dinero público a cambio de 10 dosis de producto por cada europeo, a razón de 20 euros la dosis aproximadamente. El texto de aquellos contratos ni siquiera pudo ser auditado por los propios parlamentarios, que se encontraron con un texto lleno de tachones. En un ejercicio de gran cinismo, por parte de la Comisión se arguyó que los tachones protegían pretendidos derechos de propiedad industrial. Con el tiempo supimos que esa exoneración de responsabilidad había sido la tónica general en todos los contratos firmados por la empresa Pfizer con todos los Estados con los que negociaron suministros de vacunas, justificados en la supuesta urgencia pandémica. El Tribunal de Cuentas Europeo, que afeó a Von Der Leyen esta opacidad y que no se hubiesen respetado los Reglamentos concernientes a la licitación pública de contratos de suministros, en un informe emitido en septiembre de 2022, reclamó que se hiciesen públicos los mensajes intercambiados entre Von Der Leyen y Bourla en el proceso de negociación, cuestión a la que Von Der Leyen respondió negativamente, afirmando que los había borrado. Este asunto sigue sub iudice, lo que no ha supuesto impedimento alguno para que la actual Presidenta de la Comisión Europea se presente a las elecciones europeas convocadas para el próximo junio, en las que Von der Leyen aspira a revalidar su cargo. Lo relativo a esta cuestión lo pueden leer en el Tratado, en su artículo 13.  

Y por último, La OMS exigirá a los estados miembros que recorran sus zonas rurales en busca de patógenos. Lo pueden ustedes leer en los artículos 5 y 46 del Tratado.Quizás ahora se entienda mejor el anuncio a bombo y platillo por parte de la Ministra de Ciencia e Innovación de la creación de un nuevo biolaboratorio donde estudiar “los patógenos más peligrosos”. A la vista de los hechos que ya hemos expuesto ampliamente, quizás no resulte la mejor idea.  Más adelante, en próximos capítulos de esta serie hablaremos de los accidentes de laboratorio, y de cómo se hace luz de gas sobre estos eventos para que no trasciendan a la opinión pública.  

One Health y PREDICT. La fábrica de pandemias. 

A lo largo de los dos primeros capítulos hemos ilustrado con gran profusión de datos la tórrida relación entre los presuntos brotes epidémicos y el desarrollo de contramedidas. Hemos podido recorrer los confines de ese horizonte de pandemia eterna, por el que discurren los designios del globalismo de la catástrofe. Hoy toca analizar la manera en la que la agenda cataclísmica del World Economic Forum cobra vida y se presenta ante la opinión pública como el sumun del progreso científico y de la cooperación entre países. Quizás, para el gran público, la Iniciativa One Health resulte en cierta medida ignota y puede que incluso innovadora, pero es una iniciativa que ya lleva muchos años en desarrollo. Ahora simplemente asistimos a su materialización en un proyecto legislativo que obligue a los estados a cumplir con su agenda. Pero no conviene dejarse guiar por la apariencia, porque si hay algo en que el globalismo ha demostrado gran pericia, es precisamente en el uso del lenguaje elegido para imponer relatos. One Health, surge de las ideas de un reputado veterinario, el Dr. Calvin Schwabe, que acuñó el término “Una Medicina”, abogando por un enfoque unificado contra las zoonosis que utilizase tanto la medicina humana como la veterinaria, allá en el año 1964. Este movimiento fue lentamente tomando forma hasta que en septiembre de 2004, la Universidad John Rockefeller organizase un simposio en el que se articularon los conocidos como “12 Principios de Manhattan” (por el lugar en que se encuentra la Universidad Rockefeller), que darían lugar a la creación de la Comisión One HealthSegún su página web, de la que extraemos su tenor literal, sus objetivos declarados son «conectar’ a quienes trabajan para One Health en todo el mundo para facilitar las relaciones y colaboraciones sinérgicas necesarias en todos los niveles académicos, gubernamentales, políticos y de investigación. Crear oportunidades para que las disciplinas e instituciones relacionadas con la salud humana, animal, vegetal y de los ecosistemas trabajen juntas en colaboraciones transformadoras, y educar al público sobre la importancia y la necesidad urgente del enfoque One Health. Esto incluye profesionales establecidos y estudiantes de todas las disciplinas (desde Antropología hasta Diseño Arquitectónico, Biología/Química, Científicos de los Alimentos, Medicina, Psicología, Sociología, Zoología, etc.), sectores de producción agrícola y alimentaria, proveedores de atención médica de los ámbitos humano y animal, políticas. y los legisladores.”. Desde entonces, la iniciativa One Health se ha desarrollado ampliamente a lo largo y ancho del globo, instalándose efectivamente en más de 500 centros, repartidos entre universidades e instituciones de salud pública. 

El eco en todos los entes globalistas es notable, demostrando que se trata de una acción coordinada y liderada por ellos. Así se refiere a ello la página web oficial del World Economic Forum: 

La Organización Mundial de la Salud ha declarado dos emergencias de salud pública de importancia internacional en tres años y está instando a los países a adoptar el enfoque Una Salud. El enfoque One Health integra modelos predictivos y vigilancia utilizados en el control de enfermedades y el cambio climático para combatir las enfermedades infecciosas”. 

Análogamente, el Banco Mundial expresa la derivada económica de la Iniciativa One Health, que abrazan de manera entusiasta en los siguientes términos:  

“(…)Hay argumentos económicos sólidos a favor de One Health: el costo de la prevención es moderado en comparación con el costo de gestionar y responder a las pandemias. La estimación global del Banco Mundial de los costos de prevención guiada por los principios de Una Salud oscila entre 10.300 y 11.500 millones de dólares al año, en comparación con el costo de gestionar las pandemias que, según la estimación reciente del Grupo de Trabajo Conjunto sobre Finanzas y Salud del G20, asciende a unos 30,1 mil millones de dólares por año. Nunca ha habido un mejor momento para adoptar One Health (…)”  

La ambición indisimulada de la Iniciativa One Health es la de tener potestad sobre el desarrollo combinado de políticas en tres ámbitos fundamentales. En primer lugar, el ámbito del control de enfermedades, en el que entra en juego el control de enfermedades emergentes con potencial de salto zoonótico, coordinado en torno un programa llamado PREDICT del que hablaremos más adelante en este capítulo. Por otro lado, el control de políticas relacionadas con el clima, lo que abre una espita importante en virtud de la cual se empieza a coquetear con el concepto de confinamientos climáticos, por no mencionar la relación evidente con las políticas energéticas y de control de la calidad del aire. Por último, también se pretende tener control sobre la política alimentaria y agrícola, cuyos primeros coletazos hemos podido observar a colación de la nueva ley Europea de Restauración de la Naturaleza y sus consecuencias sobre las explotaciones agrícolas y ganaderas de nuestro país. En diciembre del 21, en pleno shock pandémico, se firmaba un texto conjunto entre estas 4 organizaciones, a saber, la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Mundial para la Salud Animal (OIE), la OMS y el Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas (UNEP), con el objeto de definir conjuntamente la iniciativa One Health. Recogemos parte de su tenor literal a continuación: 

“One Health es un enfoque integrado y unificador que tiene como objetivo equilibrar y optimizar de manera sostenible la salud de las personas, los animales y los ecosistemas. Reconoce que la salud de los seres humanos, los animales domésticos y salvajes, las plantas y el medio ambiente en general (incluidos los ecosistemas) están estrechamente vinculados y son interdependientes. El enfoque moviliza múltiples sectores, disciplinas y comunidades en distintos niveles de la sociedad para trabajar juntos para fomentar el bienestar y abordar las amenazas a la salud y los ecosistemas, al tiempo que aborda la necesidad colectiva de agua, energía y aire limpios, alimentos seguros y nutritivos, tomando medidas. sobre el cambio climático y contribuir al desarrollo sostenible”. 

A estas alturas de narración queda bastante clara la intención de estas organizaciones globalistas, en principio dependientes de las Naciones Unidas, de desarrollar políticas conjuntas con los estados en el sentido expresado. A priori podría parecer un gran esfuerzo cooperativo entre estados que genuinamente quieren mejorar la vida de la gente. Nada más lejos de la realidad. Son muchas las fundaciones filantrópicas que hacen suya la Iniciativa One Health, y simplemente pretender enumerarlas todas derivaría en un ejercicio absurdo de redundancia, ya que los argumentos exhibidos son literalmente un calco de unas a otras. Sirva de ejemplo lo contenido en la página web de la Fundación Bill y Melinda Gates, sin lugar a dudas la fundación que hoy día ejerce el mayor liderazgo y poder de influencia en el ámbito médico, climático y alimentario, ocupando el puesto que otrora ostentaba la Fundación Rockefeller, no precisamente porque la Rockefeller haya delegado su labor histórica de condicionar todo lo referente a la investigación farmacéutica, sino simplemente porque el poder desplegado por Gates no tiene precedentes. En el próximo capítulo de esta serie trataremos todo lo referente a la financiación del entramado por el que, a través de la OMS,  se ejerce la necesaria presión política sobre los estados para colmar las ambiciones globalistas. En definitiva, un modelo de conflicto de interés, en el que los filántropos presuntos esconden tras de sus aparentes buenas intenciones, miles de millones en inversiones en materia energética, en lo que al desarrollo de transgénicos se refiere o en la fabricación de vacunas y medicamentos. 

PREDICT y la Enfermedad X  

Quizás algún lector se haya maliciado en algún momento cómo es posible que grandes prebostes del capitalismo filantrópico como Bill Gates, entre muchos otros, a coro con la escolanía de politicastros que pulula la OMS, sean capaces de predecir con tal precisión y lujo de detalles explosiones pandémicas, como ya ocurriese con el infausto Evento 201 (hablaremos de este evento largo y tendido en el próximo capítulo de esta serie). El pasado febrero, durante el aquelarre anual de la plutocracia filantrópica global en Davos, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Gebreyesus, presentaba en sociedad eso que se ha dado en llamar Enfermedad XLa Enfermedad X pretende ser un nombre hipotético, un espacio conceptual a priori vacío, sobre el que colocar el patógeno que más posibilidades tiene de provocar una “emergencia pandémica”. Nótense las comillas, estratégicamente colocadas para ajustarse en todo lo que sea posible al lenguaje utilizado por la OMS y sus “socios”. Sin embargo, pese a tratarse de un patógeno hipotético, ya hay laboratorios creados ad hoc para diseñar fármacos que puedan paliar la “emergencia pandémica” hipotética que aseguran ocurrirá más pronto que tarde. ¿Y cómo es posible que se estén diseñando fármacos para un patógeno que todavía no existe? Quizás algunos lectores, en alguno de los capítulos precedentes de esta serie, habrán encontrado la referencia de un programa llamado PREDICT. Este programa es la piedra filosofal de todo el modelo One Health que permite al globalismo prepararse para la próxima pandemia. Pero no se lo contaré yo, sino sus propios protagonistas. 

Según la página web de PREDICT, contenida en la página web de la Universidad California Davis (UC Davis), PREDICT es un proyecto del programa Amenazas Pandémicas Emergentes (EPT) de USAID, se inició en 2009 para fortalecer la capacidad global para la detección de virus con potencial pandémico que pueden moverse entre animales y personas. PREDICT ha hecho contribuciones significativas al fortalecimiento de la vigilancia global y las capacidades de diagnóstico de laboratorio para virus conocidos y recientemente descubiertos dentro de varios grupos de virus importantes, como los filovirus (incluidos los ebolavirus), los virus de la influenza, los paramixovirus y los coronavirus.” 

Sobre las actividades de PREDICT, la página de UC Davis nos cuenta que las actividades de PREDICT apoyaron la preparación para las amenazas pandémicas emergentes y la Agenda de Seguridad Sanitaria Mundial, principalmente en África y Asia. Una década después, más de 30 países de todo el mundo cuentan con sistemas más sólidos para detectar, identificar, prevenir y responder de forma segura a las amenazas virales. PREDICT inició One Health Surveillance, un enfoque colaborativo transdisciplinario para comprender el riesgo de enfermedades infecciosas en la interfaz animal-humano. La fuerza laboral capacitada por PREDICT, que incluye especialistas en enfermedades zoonóticas y científicos de laboratorio en más de 60 laboratorios nacionales, universitarios y asociados, es uno de losmejores recursos de respuesta para ayudar con la detección y respuesta seguras al COVID-19 y otras amenazas biológicas emergentes”.  PREDICT, siempre según los propios datos aportados en su página web, cuenta con 6.800 personas capacitadas para One Health Workforce en más de 30 países y 60 sistemas de laboratorio mejorados con capacidades bioseguras de detección de enfermedades zoonóticas”. 

Quizás, el hecho de que PREDICT y One Health muestren semejante unidad de acción, llegando a ser indistinguibles, resulte al lector preocupante, en virtud de lo leído hasta ahora en esta investigación. Y no es para menos. La lista de “socios” de PREDICT tampoco permite albergar ninguna tranquilidad. Según su web, PREDICT está dirigido por UC Davis One Health Institute y sus socios principales incluyen agencias como USAID, la OMS, FAO, EcoHealth Alliance, Metabiota, Wildlife Conservation Society, el Instituto Smithsonian y Labyrinth Global Health.”. Sobre EcoHealth hemos hablado largo y tendido, aunque a efectos de mejorar la percepción del lector de su relación con One Health, echaremos un vistazo a su página web. Aquí pueden ver algunos de los “socios” declarados de EcoHealth, entre los que se encuentran varias multinacionales farmacéuticas como J&J, agencias gubernamentales como el NIH o los CDC, agencias globales como la FAO (Organización de la ONU para los Alimentos y la Agricultura), prominentes universidades como Princeton, Johns Hopkins o la propia UC Davis, y otras organizaciones filantrópicas. No son todas las que están ni por supuesto están todas las que son, dado que, aunque no aparezcan en la lista de socios, muchas organizaciones filantrópicas como la Fundación Bill & Melinda Gates entre muchas otras conceden de manera recurrente generosas sumas de dinero a EcoHealth. 

Tampoco resulta excesivamente relajante conocer la implicación de USAID en el programa. Cualquiera que cuente con un mínimo conocimiento sobre USAID, la Agencia de Estados Unidos de Ayuda Internacional al Desarrollo, habrá leído sobre sus actividades de inteligencia en países de medio mundo. USAID es una agencia dependiente del Departamento de Estado, creada en 1961 por el Presidente J.F. Kennedy, cuya génesis responde precisamente, y de manera apenas disimulada, a un lavado de cara de las archiconocidas actividades de injerencia de la CIA. Para ello se instituyeron varias agencias a la par que el USAID, como la National Endowment for Democracy (NED), siempre bien escoltadas por organizaciones filantrópicas como el Albert Einstein Institute (AEI) o la sempiterna Open Society de George Soros, entre otras. A este entramado cooperativo entre agencias gubernamentales y organizaciones filantrópicas se le atribuyen actos de injerencia en muchos lugares del planeta, de manera singular en casi toda America Latina, como se recoge en este artículo, o el papel central jugado en ese fenómeno denominado revoluciones de colores ocurrido a principios de siglo en países de Europa Central, como Ucrania, Serbia o los países del Norte de África y Oriente Próximo como Túnez, Libia, Egipto o Siria. El asunto de las revoluciones de colores, y sus nefastas consecuencias en los países en que se han desarrollado, bien merecerían dedicar un libro entero. Cabe mencionar que USAID fue expulsada en 2012 de Ecuador por el entonces presidente Rafael Correa.

Entre los socios de PREDICT, al margen del consabido y elocuentemente documentado papel de EcoHealth Alliance, merecen especial mención las compañías Metabiota y Labyrinth Global Health, dos compañías con muchos vínculos entre sí como podremos comprobar en las próximas líneas. Sin ánimo de ser exhaustivos, Metabiota es una empresa, que en 2014 estaba participada en un 13,4% por Rosemont Seneca Technology Partners, empresa propiedad de Hunter Biden, ínclito vástago del Presidente de los Estados Unidos, Joseph Biden. Metabiota operaba en biolaboratorios en Ucrania en colaboración con una empresa de nombre Black & Veatch, y fueron señalados por el gobierno ruso precisamente por la peligrosidad que entrañaban esos biolaboratorios. Desde los fact-checkers asociados al oráculo de la prensa libre, el Poynter Institute, se negó por activa y por pasiva esta participación. Sin embargo, si una cosa buena tienen los Estados Unidos, es que son muy dados a registrar todos los pagos que se hacen a organismos asociados al gobierno. El dólar es el dólar. Gracias a ello, allá por marzo de 2023, nuestra investigación nos llevó a navegar por la página oficial de pagos del Gobierno de los EEUU, donde encontramos estos interesantes pagos registrados a una docena de laboratorios en Ucrania a través precisamente de Black & Veatch. Entre ellos, destacaba un pago concreto, de 369.511 dólares muy curioso, a través de Black & Veatch, una empresa de ingeniería también asidua a las subvenciones de diversas agencias gubernamentales. Este pago, con número de registro 19-6192, consta cargo de Labyrinth Global Health, en cuyo concepto de pago se señalaba un inquietante “SME MANUSCRIPT DOCUMENTATION AND COVID 19 RESEARCH”, fechado el 12 de noviembre de 2019. No deja de resultar llamativo este registro de pago, en el que se afirma haber estado investigando sobre el Covid-19, seis semanas antes de que el primer caso oficial de infección por SARS-CoV2 fuese notificado por las autoridades chinas. Otro ejemplo más de la asombrosa capacidad profética de la plutocracia filantrópica. Esta relación de la familia Biden con los biolaboratorios en Ucrania supone un punto de fricción política que, sin duda, va a resultar de gran influencia en el desarrollo de la campaña electoral estadounidense que tendrá lugar en noviembre de este año. Una fricción a la que se suma el escándalo que supuso que trascendiera a la opinión pública la relación de Hunter Biden con la empresa gasista Burisma Holding, propiedad del oligarca Igor Kolomoiski, a la sazón principal patrocinador del dictador ucraniano Zelensky, en la que Hunter Biden ejercía de factotum de los intereses de la familia durante los años en que Joe Biden era Vicepresidente de la Administración Obama. Para la posteridad quedan las palabras proferidas públicamente por Joe Biden, cuando jactanciosamente afirmaba haber conseguido que el Presidente Poroshenko (al que literalmente calificaba de “hijo de puta”) cesase fulminantemente al Fiscal General de Ucrania, Viktor Shokin, precisamente por abrir una investigación contra las actividades ilegales Hunter Biden en Burisma. 

En el próximo capítulo hablaremos sobre el modelo de conflicto de interés que baña todas estas buenas intenciones, no sólo en lo que a la financiación de la OMS se refiere. El modelo de conflicto de interés se repite miméticamente en todo aquello en lo que el cartel filantrópico mete sus manos. Los reguladores, las políticas de salud de los estados, las políticas agrícolas, el gasto farmacéutico y un largo etcétera. Un evidente desvío de fondos públicos sistemático, en el que la plutocracia ha encontrado una mina de ingresos inacabable, y cuyos designios se pretenden dirigir, y no precisamente para nuestro bien. Y el primer paso es el control por la vía del Tratado: Un Tratado para gobernarlos a todos, como en el libro inmortal de Tolkien, que finalmente no resultará aprobado en esta ocasión, por falta de consenso y debido a las prisas con que se pretendió aprobar, aunque a falta de tratado, buenas resultan las enmiendas al Reglamento Sanitario Internacional. Veremos si estas consiguen aprobarlas. De nosotros depende tener la suficiente capacidad crítica y espíritu combativo para oponernos a estos abyectos intereses. 

Continuará…

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