No sabemos a lo que se dedica ahora Esperanza Aguirre, aunque a la inmensa mayoría de la gente tampoco le interesa demasiado. Quizá dedique su tiempo a dar charlas sobre el futuro del liberalismo a los pensionistas del acomodado barrio de Salamanca, a eliminar de su álbum de recuerdos las fotos de todos aquellos ayudantes y colaboradores que le salieron rana o simplemente a pasear por el parque a su perro Pecas. Lo normal en una jubilada.

Aguirre ya es historia del Partido Popular y lo que haga o diga no tiene demasiada trascendencia. Pero ayer, mientras los ayuntamientos y gobiernos regionales se constituían tras un periplo electoral lleno de tensiones y excesos, dijo algo que resulta muy significativo y que mide la temperatura de lo que está pasando en las filas de Pablo Casado. “A mí como Vox me parece un partido plenamente constitucional, me parece que el señor Macron debería meterse en las cosas de Francia y no de España”, dijo con su habitual frescura castiza.

De ser así, lo que pretende decir Aguirre es que todo lo que contiene el programa electoral de la formación ultraderechista respeta nuestra Carta Magna. Eliminar el acceso gratuito a la sanidad para inmigrantes ilegales es constitucional y no va contra los convenios internacionales de derechos humanos; implantar el español como idioma vehicular obligatorio mientras las cooficiales son reducidas a la categoría de lenguas muertas es constitucional; derogar la ley de violencia de género y las subvenciones públicas a los partidos políticos y sindicatos es constitucional. A Aguirre le parece que tener un arma en el cajón de la mesita de noche para defender el hogar es constitucional; suprimir los beneficios penitenciarios, quitar el jurado, liquidar de la sanidad pública las operaciones para el cambio de género o el aborto, suspender el espacio Schengen o deportar en caliente a los inmigrantes sin papeles y refugiados de guerra, incluso niños y mujeres embarazadas, es plenamente constitucional.

Como también es constitucional acabar con las autonomías; levantar un muro infranqueable en Ceuta y Melilla; ilegalizar los partidos nacionalistas; ignorar el cambio climático; cerrar las televisiones autonómicas, los defensores del pueblo, los Consejos Consultivos y las Agencias Meteorológicas; terminar de demoler el Estado de Bienestar mediante durísimas reformas laborales (eso ya lo hacía ella); enviar la fiesta del orgullo gay al gueto de la Casa de Campo (en plan hitleriano); abolir la educación sexual en las escuelas; fulminar la ley de memoria histórica para que los familiares de los represaliados no puedan sacar los restos de sus seres queridos de la cunetas; seguir manteniendo un mausoleo fascista con dinero de todos; y desterrar del país las religiones minoritarias (cerrando todas las mezquitas) para preservar la identidad cristiana de España.

Todo eso no solo es constitucional para la señora Aguirre sino que por lo visto le pone. Pero no es así. Llevar a la práctica tales medidas, señora marquesa o condesa o lo que sea usted, supondría tanto como firmar el certificado de defunción de la Constitución Española tal como hoy la conocemos, tal como se promulgó en 1978 tras ser votada por la mayoría de los españoles.

Lo que pretende Vox, a ver si se entera de una vez la señora expresidenta, es enterrar para siempre nuestro sistema de derechos y libertades, el que nos dimos hace cuarenta años, el que disfrutamos ahora, e implantar otra cosa, un engendro, un invento entre franquista y totalitario que nada tiene que ver con los enormes progresos democráticos que hemos conseguido como sociedad y como país en las últimas generaciones. Pregúntele a sus amigos jueces y magistrados, que seguramente aún le queda alguno, cuántas de las medidas supuestamente “constitucionales” propuestas por Vox no pasarían el filtro del Tribunal Constitucional. Ninguna. Y no lo harían sencillamente porque la mayoría de las ocurrencias de Abascal son auténticos disparates jurídicos, ideas reaccionarias y descabelladas, mentiras que no por ser repetidas un millón de veces pasan a convertirse en verdad, según el peligroso manual goebelsiano. Así que desde aquí un consejo para la señora Espe: que se deje ya esto de la política, que ya va siendo hora, y si le entra la tentación de volver (Dios no lo quiera) que se lea la Constitución para refrescar. Qué menos.

2 COMENTARIOS

  1. ¿Porqué no escriben un artículo sobre «las» Constituciones? Siguiendo paso a paso las «reformas», las «derogaciones» y sus significados políticos. Quienes se han beneficiado con ellas. Año tras año.
    Ernesto 15M

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