Bonito título, pero… ¿tan bonito como ilusorio? Con él, no pretendo decir que, tras tu dolor, aguarda algo hermoso que surgirá sin más. No, no voy a engañarte, no quiero que entre nosotros se alce un muro de resistencia porque sientas que lo que digo es pura palabrería. Profundicemos en los términos que en él aparecen y veamos si se produce un cambio en la manera que tenemos de entender las crisis.
Las crisis y su doble cara. Para los occidentales, a los que nos gusta la estabilidad y la preferimos al cambio, una crisis supone caos, amenaza e incertidumbre. Pero la vida es expansión y tan pronto como nos encontramos preparados para ir a más, si no damos el paso, la propia vida nos propinará un tremendo empujón. Y sí, ese empujón tiene forma de crisis disfrazada de una circunstancia, la que sea, que nos desequilibra y pone a prueba nuestros recursos.
Los orientales, en cambio, perciben esas situaciones de una manera diferente. No es casual que, en el ideograma chino, la palabra crisis (weiji) se componga de dos caracteres: wei (peligro) y ji (oportunidad).
Lo que no significa que cada crisis suponga, literalmente, una oportunidad, sino que puede contener una posibilidad de cambio positivo, según cómo se aborde.
El cómo es fundamental. Y es así porque nos pertenece, el cómo afrontamos o interpretamos lo que nos ocurre, está a nuestro alcance y es nuestra responsabilidad.
Oportunidad como viento favorable. El neurólogo, psiquiatra y filósofo Viktor Frankl, en ‘El hombre en busca de sentido’ (1954), expuso que: ‘Todo se puede tomar en un hombre, menos una cosa: la última de las libertades humanas consiste en elegir la propia actitud ante cualquier conjunto de circunstancias, elegir el propio camino’. Fue prisionero nazi y habló de su experiencia en los campos de concentración, donde llegó a considerar el sufrimiento físico y psíquico como una oportunidad para lograr el triunfo interior.
Dice Frankl que “las crisis vitales pueden enfrentar al ser humano a los polos opuestos: ¿debo odiar o amar?, ¿decido dejar pasar sus defectos o le ataco por ellos?, ¿elijo esperanza o desaliento?, ¿elijo esta experiencia como oportunidad para aprender o me encierro en la amargura?”.
Por tanto, cada situación de crisis te sitúa en una encrucijada: avanzar y crecer o retroceder e involucionar.
Semilla como potencia. Si toda situación de crisis encierra la semilla de la oportunidad, la cuestión por tanto radica en cómo nutrirla para que fructifique. Frankl lo hizo al recontextualizar sus terribles circunstancias para darles un significado más profundo, mientras que otras personas, como un joven tetrapléjico que imparte charlas sobre seguridad vial o una madre que, tras perder a su hijo, advierte sobre el consumo de drogas, también han transformado su dolor en propósito de diferente manera.
Ante una situación de crisis, tan pronto como puedas, hazte a un lado para tomar distancia y observa
Nuestro cómo consiste en cambiar la pregunta que sobreviene cuando una situación traumática nos golpea. Tenemos que abandonar el ¿por qué? y abrazar el ¿para qué?
Preguntarnos por qué… por qué a mí, por qué no lo evité, por qué ha ocurrido… nos ancla en el victimismo, la injusticia o la rabia. Sin embargo, el para qué… para qué ha ocurrido, qué he aprendido, qué puede surgir de todo esto… comienza a nutrir la semilla de oportunidad.
Si planteas preguntas diferentes obtendrás respuestas diferentes. Este simple cambio te sitúa en un paradigma más ventajoso.
Algunos pensarán… ¿hacer algo cuando estamos en crisis? ¿en serio? Soy una víctima y no puedo hacer nada, los demás (instituciones, familia, entorno, el verdugo, la vida misma…) tienen la obligación de sacarme de esta. Pues no, ese mensaje no es válido, ni útil, ni sano. Ante una situación de crisis, tan pronto como puedas, hazte a un lado para tomar distancia y, observa. Es crucial que te esfuerces en conseguirlo, expulsa el dolor o la frustración o cualquiera que sea la emoción que se ha quedado atrapada en ti. Puedes ayudarte de la escritura, del llanto, de la oración, del deporte… busca tu manera de expresión y cuando la mente y las emociones se serenen: piensa, decide y actúa.
Herramientas ante las crisis. Aquí viene el cómo: qué hacer en una crisis. Hay una actividad central que llevará tiempo implementar y dar frutos: aceptar la situación y recontextualizarla para darle sentido. Mientras tanto, puedes aliviar emociones negativas con dos herramientas sencillas y efectivas: respiración consciente y gratitud.
Prepara un entorno agradable y asegúrate de no ser molestado durante al menos 15 minutos.
1. Respiración consciente: realiza 10 ciclos inspirando y espirando lentamente. Prolonga la espiración y deja que la inhalación sea natural. Si quieres, cierra los ojos. Repítelo al menos tres veces.
2. Gratitud: repasa mentalmente o escribe en una libreta al menos 10 cosas por las que te sientas agradecido, e intenta hacerlo incluso en los días difíciles.
Cualquier pequeño cambio que introduzcas en tu vida a largo plazo generará enormes beneficios. Piensa en un barco que desvíe su rumbo apenas unos grados, de inmediato no se percibirá cambio alguno, pero si persiste, con el paso del tiempo la trayectoria recorrida y la meta alcanzada serán completamente diferentes. Así actúan los pequeños cambios, cada uno de ellos ¡es importante!
Próximo artículo: Opiniones, juicios y críticas: basura mental. Entender nuestra mente como un habitáculo en el que conviven unos seres muy particulares llamados pensamientos, puede ayudarnos a combatir una lacra actual: ruido mental.
Si tienes alguna pregunta, escríbeme a [email protected] o deja tu comentario. Estoy aquí para escucharte.