¿Qué es el poder y quién lo define? Durante décadas, el empoderamiento femenino, sea lo que sea que eso signifique, se ha relacionado principalmente con la conquista de espacios tradicionalmente masculinos: el liderazgo profesional, la autonomía económica y la voz pública. Sin duda estos logros han sido, y son, fundamentales para equilibrar grandes desigualdades históricas que poco a poco, con esfuerzos titánicos y mucho sabor a decepción y frustración, las sociedades van atenuando.
Sin embargo, en el camino, hemos invisibilizado otros tipos de poder, los hemos ocultado deliberadamente porque los consideramos obstáculos e inconvenientes, pero los poderes silenciosos, suaves y amables, también son transformadores. Considero que sus efectos son más duraderos porque se gestan a fuego lento, establecen pilares sólidos sobre los que construir y manan de lo más profundo del ser humano. No son apariencia. No responden al tener o hacer sino al ser. Porque, ¿y si empoderarse también fuera saber acoger? ¿Y si el cuidado, la empatía, el acompañamiento, la ternura o la constancia cotidiana también fueran formas legítimas y profundas de poder? ¿Y si las sociedades comenzaran a otorgarles el valor que merecen? ¿Y si dejáramos de utilizar el término empoderamiento femenino y habláramos de personas satisfechas con su vida, personas con objetivos, personas independientes y autónomas que toman decisiones haciendo uso de su libertad y asumen la responsabilidad de sus actos? Detesto las casillas, el poder puesto al servicio del otro es el único poder válido, y no importa si lo ejerce un hombre o una mujer; si detesto las etiquetas, todavía aborrezco más estas dicotomías interesadas y ficticias que nos enfrentan.
Reivindicar el cuidado como decisión, no como rol impuesto. Es indudable que durante años, las luchas feministas se enfocaron —con razón— en abrir puertas que estaban cerradas. Era preciso alcanzar autonomía económica, ser escuchadas y vistas por la sociedad a través de la política, poder decidir sobre nuestros cuerpos, nuestras carreras, nuestra vida. Este es un enfoque necesario, duro y revolucionario gracias al cual, hemos obtenido frutos tangibles: millones de mujeres han conseguido salir de contextos de opresión y tomar las riendas de su vida.
No pretendo denostar esta lucha que hoy día continúa siendo necesaria, sino incorporar a ella variables que sencillamente se silencian por considerarse comportamientos tradicionalmente asociados a mujeres, y que por tanto, se menosprecian y minusvaloran, cuando en realidad esos comportamientos —como cuidar y acompañar— son los que sostienen las sociedades, con una base cuya solidez permite que se desarrollen en la cúspide otro tipo de juegos de poder y dinámicas vacías de significado que poco o nada aportan al conjunto.
Imponer una única narrativa y estrechar el concepto de poder implica un gran coste. Hay muchas mujeres que no encajan. ¿Qué pasa con la mujer que elige quedarse en casa y criar con conciencia? ¿Con la que acompaña a su madre anciana? ¿Con la que escucha, cuida, cocina y consuela? ¿Acaso esas elecciones, si son tomadas desde la libertad y con conciencia, carecen de valor?
La cuestión principal que sobrevuela no es qué se hace, sino desde dónde. Y ese lugar no ha de ser otro que la libertad de elección. Nada ni nadie puede ni debe interponerse en su decisión. Y esta, sea la que sea, debe ser respetada pues emana de algo sagrado: la capacidad para decidir.
Es importante reflexionar acerca del hecho de que cuando definimos el llamado empoderamiento en términos externos, muchas formas de grandeza tradicionalmente femenina quedan invisibilizadas. Pueden incluso vivirse con culpa por no tratarse de comportamientos “suficientemente feministas”, como si cuidar de otro fuera incompatible con defender derechos.
El problema no está en cuidar sino en la imposición de hacerlo como único rol. Por eso es necesario reivindicar el cuidado como una elección consciente, una más de todas las posibles, pero nunca como una obligación impuesta.
El poder de elegir: más allá de etiquetas. Nos contagiamos, las mujeres nos contagiamos de la mirada masculina y dejamos de percibir como importante aquellos atributos que nos habían significado tradicionalmente. Dimos la espalda a la dulzura, a ser madres, a abrazar y a acoger porque se han asociado a sensiblería, y no nos permiten alcanzar el éxito social al no producir ni convertirse en dinero. Se consideran inútiles y nos relegan a un plano secundario. Esta es mi principal queja, el habernos dejado contaminar la mirada por un brillo masculino y por ello, reivindico libertad para decidir, ¿acaso cuando perseguimos alcanzar criterios masculinos somos libres o son estos mismos objetivos los que condicionan nuestros pasos?
No hay mujeres empoderadas o no empoderadas, el término me molesta. Somos mujeres (o seres humanos) que vivimos sometidos a un constante cambio. Las mujeres, que tanto demandamos nuestro lugar, debemos comenzar por sentirnos cómodas en él. Detener voces interiores que nos digan que no valemos, que no merecemos, que los demás, incluyendo a cualquiera, está por delante, porque queremos cuidar. Pero también deteniendo las voces que nos dicen que solo triunfando en una vida pública seremos útiles y podremos igualarnos al poder masculino. ¿Es el poder masculino un espejo válido en el que reflejarse?
¿Y si el cuidado, la empatía, el acompañamiento, la ternura o la constancia cotidiana también fueran formas legítimas y profundas de poder?
Se trata el nuestro de un poder silente pero con una profunda fuerza transformadora; no se mide en cifras, ni se habla de él, pero sostiene la vida en su conjunto. Así son las manos que arropan, la escucha que no juzga, las palabras que calman y generan armonía en su entorno sin levantar la voz.
Es un poder que no busca el aplauso ni ser protagonista, pero cambia realidades porque su impacto es tremendo: sostiene cuando todo parece desmoronarse.
La clave está en la libertad. Ha llegado el momento de ensanchar la definición de poder y celebrar tanto a la mujer que alza la voz para defender derechos en un parlamento como a la que decide cantar con ternura una canción de cuna. Ha llegado el momento de entender que el poder no responde a un modelo único, sino en ser dueñas de nuestras decisiones, en todos los planos de la vida.
Las generaciones venideras necesitan referentes diversos. Necesitan saber, sentir, que no hay una manera correcta de ser mujer. Que el valor está tanto en lo que se conquista hacia fuera como en lo que se nutre hacia adentro y que son libres para efectuar esa elección. Nuestras niñas deben saber que pueden ser científicas, madres, presidentas, artesanas, activistas o cuidadoras por elección. Porque son libres.
Esto no es solo una cuestión individual, sino también un desafío colectivo. Una sociedad que valora todas las formas de poder es una sociedad más justa, más completa y humana. Y nosotras decidiremos cómo queremos ejercerlo. No necesitamos pedir permiso.
HERRAMIENTAS
Reconoce tu libertad para elegir sin presiones y sin la necesidad de ajustarte a expectativas. Las actividades que te propongo, ya seas hombre o mujer, te ayudarán:
1. Mi círculo de poder
+Dibuja un círculo en el centro del papel y escribe tu nombre dentro.
Ese eres tú, el centro de tu propia vida.
+Crea ramas alrededor del círculo principal con las siguientes categorías y complétalas:
-Lo que decido (ej: elegir pareja, carrera, cuándo decir “no”).
-Lo que sostengo (ej: cuidar de alguien, mantener rutinas, consolar).
-Lo que sé hacer bien (ej: escuchar, organizar, enseñar, cocinar, liderar).
-Lo que me hace fuerte (ej: experiencias superadas, valores, vínculos).
-Lo que amo de mí (ej: ternura, valentía, creatividad).
+Coloca el mapa en un lugar visible (o guárdalo como recordatorio). Puedes volver a él cada vez que necesites reafirmarte.
2. Reafirmando mi libertad
Pon en un lugar visible la siguiente frase y reléela con frecuencia:
“Mi poder no se mide en logros ajenos, sino en la libertad con la que elijo cada día ser quien soy”.
Si tienes alguna pregunta, escríbeme a [email protected] o deja tu comentario. Si quieres conocer mi trabajo consulta www.concepcionhernandez.com y recuerda que estoy aquí para escucharte.