Juan Guaidó salió a matar o morir el pasado martes en su intento de derrocar a Nicolás Maduro de la presidencia de Venezuela. Las presiones que habrá recibido de quienes están patrocinando este último intento de la oposición venezolana para terminar con el régimen de Maduro le provocaron una precipitación que puede ser fatal para sus aspiraciones de llegar a ocupar el Palacio de Miraflores.

Estados Unidos es el principal promotor de este nuevo movimiento por los intereses económicos que la Administración de Trump tiene en Venezuela. Un hombre como el presidente norteamericano, un hombre sin ideología y sin conocimiento de la política internacional, tiene muy poco interés en el pueblo venezolano y en lo que está sufriendo. El único interés está basado en la posibilidad de que las empresas americanas consigan la gestión de los recursos y las materias primas de Venezuela. Hay una estrategia en la Casa Blanca para el control del petróleo y los objetivos serían dos naciones que están enfrentadas a Estados Unidos: Irán y Venezuela.

El asesor de Seguridad Nacional de Trump, John Bolton, no se esconde en este aspecto y, en primer lugar, ha pedido informes al Pentágono sobre una posible invasión del país persa y, en segundo término, hay un claro interés en derrocar a Nicolás Maduro para que, una vez que la oposición tome el poder —les da igual si es a través de unas elecciones o por medio de un golpe de Estado organizado en Langley como en los viejos tiempos de Kissinger— las empresas norteamericanas tomen el control de PDVSA. Para entender esto hay una razón logística: el transporte del petróleo desde los países árabes tarda 42 días, mientras que desde Venezuela los barcos llegarían a las costas norteamericanas en 4 días.

Esta estrategia nos lleva a una nueva crisis geopolítica provocada por el control del petróleo, sobre todo por la situación actual del sector de los hidrocarburos. Hay que recordar las declaraciones del presidente de Repsol, Antonio Brufau, al Financial Times, en las que advirtió que las reservas de petróleo mundiales se agotarán en dos años si no se produce un incremento de la inversión, además de que el sector petrolero debería apostar por la búsqueda de una rentabilidad a corto plazo. La bajada del precio del crudo en 2.014 hizo que las compañías rebajaran los niveles de inversión para paliar el impacto en sus cuentas o en los resultados de los mercados.

Antes esta necesidad de Trump de controlar el sector de hidrocarburos, los fracasos de Guaidó en sus tres intentos de hacerse con el poder en Venezuela han provocado el nerviosismo de una Administración que ya tiene preparado todo el proceso, tal y como reconoció Trump en una entrevista en la CBS, al reconocer en el mes de febrero que había rechazado una reunión con Maduro porque «estamos muy avanzados en el proceso». El presidente de los Estados Unidos parece haberse dado cuenta que el joven con quien se reunieron importantes miembros de su Administración en el mes de diciembre de 2018 no ha sido capaz de generar el caos interno necesario para que el pueblo y las Fuerzas Armadas provocaran el derrocamiento de Maduro. Por esta razón, sería lógico que la Casa Blanca estuviera ya buscando a un sustituto que fuera más flexible a la hora de permitir una intervención militar que, en realidad, es lo que está buscando Estados Unidos.

Por otro lado, los bolichicos que sacaron más de 60.000 millones de dólares de PDVSA a través de paraísos fiscales y que, en su gran mayoría operan desde España y que podrían estar financiando el «Proyecto Guaidó» como un modo de inversión de cara a controlar la economía venezolana si el presidente de la Asamblea Nacional hubiese logrado su objetivo, también están decepcionados porque pensaron que el apoyo de los Estados Unidos al movimiento haría mucho más fácil su retorno a la República Bolivariana para continuar con el expolio que iniciaron bajo el paraguas de Rafael Ramírez.

El último órdago de Guaidó ha sido un verdadero varapalo, porque se les han caído los dos hombres en quienes confiaban: el presidente de la Asamblea Nacional y Leopoldo López quien, una vez que vio que la rebelión del pasado martes no surtía efecto, salió huyendo para esconderse en las embajadas de Chile y España. Este hecho ha supuesto que desde esta facción de la oposición, que no ha dudado en buscar la ayuda financiera de la extrema derecha mundial y de los bolichicos, se estén planteando la sustitución de Guaidó.

Los fracasos de Guaidó y la espantada de López también ha supuesto un varapalo para bolichicos como Jorge Neri, quien, a través de terceros, mantiene relación con el entorno de aquél. No sólo le falló la estrategia venezolana, sino que el fracaso de Guaidó también provoca que le falle el acercamiento a figuras políticas como Rivera y Casado que, para colmo, ahora están enfrentados. ¿Se atreverá a acercarse del mismo modo al nuevo presidente? Hay que recordar que ya lo intentó hace un año, sin éxito.

Sin embargo, la oposición venezolana no es un ente unificado y hay muchas facciones que no están de acuerdo con el hecho de que una parte del entorno de Guaidó o Leopoldo López mantengan relaciones con los bolichicos, sobre todo porque, según fuentes del exilio venezolano consultadas por Diario16, «los puntos de unión con los corruptos son muy fuertes y quienes estamos luchando en busca de una solución realmente democrática para Venezuela no podemos permitir que el derrocamiento de Maduro se produzca gracias a movimientos financiados por quienes arruinaron al país» y huyeron como millonarios para operar en diferentes países occidentales, «sobre todo desde España», afirman estas fuentes. «Es normal que los bolichicos quieran regresar a Venezuela para seguir robando al pueblo porque la Justicia de los Estados Unidos tiene en el punto de mira a muchos de los que ahora están en España. Ya tienen a Villalobos y no será el último que terminará en una cárcel federal. Por eso intentarán asentarse en Venezuela una vez que controlen en país para estar protegidos de la Justicia americana», añaden las mismas fuentes.

Venezuela necesita una solución política que sólo puede pasar por unas elecciones realmente libres, democráticas y sin el control del régimen de Maduro. Sin embargo, el último movimiento de Guaidó tiene tantos condicionantes y tantas facturas por pagar que, finalmente, de alcanzar el poder tendrá que hacer tantas concesiones tanto a los Estados Unidos como a los bolichicos que el pueblo seguirá sufriendo hambre y necesidades.

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