BBVA

La contratación de Villarejo por parte de directivos del BBVA no fue otra cosa que una estrategia de contraataque contra la operación que se había iniciado en Moncloa para sacar de la presidencia a Francisco González a través de los movimientos de Sacyr, Juan Abelló y con el Banco Santander entre bambalinas.

Manuel Conthe, el entonces presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, afirmó en una entrevista concedida al diario El País lo siguiente: «A nosotros nos llegó a través de un periodista de la cadena SER un dossier que decía que la CNMV investigaba irregulares en la venta de la sociedad FG Valores Bursátiles a Merrill Lynch en los años 90, cuando nosotros no investigamos nada, fue una manipulación total y absoluta por parte de una triangulación perturbadora entre la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, la Cadena SER y el vicepresidente de la CNMV».

Tras la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa en el año 2004, Miguel Sebastián, quien había estado al frente del Servicio de Estudios del BBVA, un departamento que gozaba de gran prestigio por sus informes que incluían previsiones económicas y propuestas de medidas coyunturales y estructurales, fue nombrado director de la Oficina Económica del Gobierno. Pronto se supo que Francisco González no era del gusto del nuevo gobierno, hecho que llegaron a hacer público con declaraciones públicas en este sentido. El presidente de BBVA se defendía diciendo que ponerle en cuestión podría desestabilizar la entidad, algo que es cuestionable pensando en lo que había ocurrido con el banco sólo un par de años antes.

Sebastián, junto con Carlos Arenillas, vicepresidente de la CNMV, planearon dar un golpe para desalojar a González del BBVA, un plan que precisaba de financiación que iban a lograr a través de Sacyr, constructora que tenía conexiones con el Banco Santander cuando la entidad entonces presidida por Emilio Botín eligió a Sacyr para la venta de su inmobiliaria. Por otro lado, eran socios en la Empresa Nacional de Autopistas (ENA) que fue privatizada por la SEPI en 2003. Santander, además, había sido accionista de Sacyr hasta semanas antes del anuncio de la operación. El papel del banco cántabro era potencialmente decisivo porque, ¿quién podría financiar a Sacyr una operación de esa dimensión?

Sacyr anunció su intención de comprar un 5% de BBVA, un porcentaje relativamente pequeño pero suficiente para ser el primer accionista del banco y, de este modo, le permitía entrar en su Consejo de Administración.

Francisco González conoció el proyecto presuntamente encabezado por Sebastián y Arenillas y comenzó una estrategia de defensa que incluyó la contratación de Villarejo para realizar escuchas a las personas que pudieran estar implicadas. Un grave error por parte del ex presidente del BBVA, sobre todo cuando tenía otras herramientas para evitar el asalto. Ya hemos visto en estas páginas cómo se intentó desde el gobierno de Rajoy provocar operaciones con otros bancos sistémicos y el modo legal que utilizó el consejo de administración para frenar dichos movimientos del poder.

Sin embargo, los presuntos instigadores del plan para tomar el BBVA han decidido pasar al ataque y se han personado en la causa. Miguel Sebastián lo hizo el pasado lunes 25 de febrero y sostuvo su personación en el hecho de que se intervinieran sus llamadas, se le hicieran seguimientos o se fabricara un falso relato sobre su persona.

Sebastián se unió, de este modo, a las personaciones de Luis de Rivero, ex presidente de Sacyr y que fue cliente del abogado de Emilio Saracho y a la anunciada por Carlos Arenillas a través de una carta dirigida al Banco de España y a la CNMV.

Partiendo de la base de que Francisco González actuó de manera incorrecta contratando los servicios de Villarejo para realizar espionaje a los presuntos inductores de la operación que pretendía sacarle de la presidencia del BBVA, las personas que, según las fuentes consultadas por Diario16 y las declaraciones de Manuel Conthe, organizaron el asalto, también deberían ser investigadas o, al menos, tomarles declaración puesto que un movimiento desde el poder político utilizando al poder empresarial para remover de su cargo a un alto cargo de una entidad financiera tampoco es muy ético, cuando menos.

Por eso sorprende que se hayan personado en la causa porque se produce una lucha de éticas y de entender el mundo de los negocios, además del de la política. Un gobierno no tiene la función constitucional de remover a un alto cargo de una empresa, salvo que esté cometiendo delitos y, para eso, están las fuerzas de seguridad del Estado y el poder judicial. En este caso, Francisco González no estaba perpetrando ningún delito más.

¿Tenía conocimiento Zapatero de lo que se estaba organizando? ¿Tenía Zapatero algún interés en tomar el control político de una entidad bancaria sistémica? ¿Cuál podía ser ese interés, si es que lo hubo? Son algunas de las preguntas que necesitan una respuesta porque, si Villarejo era el mejor representante de las cloacas del Estado, el proyecto de tomar el control del BBVA por órganos y personas dependientes del presidente del Gobierno no se aleja en demasía de la ausencia de ética que el ex comisario ha hecho gala.

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