El reciente apagón que afectó a toda la península ibérica ha servido como catalizador para reavivar una vieja batalla: la defensa de la energía nuclear por parte de la derecha y la extrema derecha. Lejos de tratarse de un mero debate técnico, el cuestionamiento del calendario de cierre pactado por el Gobierno y las eléctricas en 2019 se ha convertido en un eje central de una guerra cultural que busca blindar los intereses del oligopolio energético bajo el discurso de la seguridad y la soberanía.
Del apagón al discurso del miedo
Aunque el apagón del 28A no tuvo origen confirmado en ninguna vulnerabilidad nuclear ni energética concreta, su efecto simbólico ha sido explotado con rapidez por los sectores más conservadores. PP y Vox no tardaron en convertir el suceso en la enésima prueba de la “fragilidad” del sistema energético actual, redoblando su apuesta por mantener operativas las centrales nucleares y rechazando el cierre escalonado previsto entre 2027 y 2035.
Este relato ha encajado perfectamente con el cambio de tono del oligopolio eléctrico, que ahora cuestiona un calendario que aceptó en 2019. La estrategia pasa por sembrar dudas sobre la viabilidad del sistema sin energía nuclear y presentar su defensa como una necesidad frente al caos y la inseguridad. Bajo esta lógica, el discurso técnico desaparece y se impone un relato emocional y reactivo, en el que el miedo se convierte en combustible político.
Una cruzada ideológica al servicio del oligopolio
PP y Vox han convertido la energía nuclear en un símbolo identitario y de confrontación. Mientras el PP busca una narrativa más pragmática —garantizar el suministro y revisar la fiscalidad—, Vox adopta una defensa abiertamente ideológica. La formación ultra plantea la energía nuclear como pilar de la soberanía nacional, obviando su dependencia del uranio importado, y vincula su defensa con el rechazo a la “agenda climática” europea, tildada de dogmática y contraria a los intereses españoles.
Esta postura no es solo política, sino funcional a los intereses del oligopolio energético, que ha encontrado en la derecha un portavoz dispuesto a defender su modelo de negocio. Los beneficios históricos de las eléctricas contrastan con sus quejas por la fiscalidad, que ahora son replicadas en el Parlamento y en los medios por líderes regionales como María Guardiola o portavoces económicos del PP.
La batalla por la energía nuclear no es una cuestión exclusivamente técnica ni energética. Se trata de una disputa por el relato hegemónico de la transición energética, donde la derecha pretende deslegitimar las renovables, frenar la planificación pública del sistema y asegurar la continuidad del modelo privatizado heredado de los años noventa. Frente a ello, el apagón del 28A no solo exige resiliencia tecnológica, sino también un modelo energético justo, descentralizado y democrático. ¿Quién se atreverá a encender esa luz?