Feijóo, presidente de la incoherencia

El PP, a falta de proyecto político para el país, funciona a salto de mata según los problemas que le van surgiendo al Gobierno de Sánchez

08 de Mayo de 2025
Actualizado a las 12:32h
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Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso. Foto: Agustín Millán.
Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso. Foto: Agustín Millán.

El pasado mes de febrero, Alberto Núñez Feijóo reunía a la plana mayor de su partido para trazar las líneas maestras de la estrategia con el fin de terminar de derrocar al Gobierno. Entonces era la inmigración la urgente prioridad y sobre ella trataba de construir el gallego sus tareas de oposición. El discurso ultra (por momentos xenófobo) lo impregnaba todo. España estaba llena de menas y no se podía andar por la calle sin que le robaran a uno la cartera o se topara con un okupa. La raza ibérica estaba amenazada, la cultura cristiana en peligro, la patria se rompía por la invasión africana y del exterior. Había que convocar elecciones cuanto antes para cerrar el país herméticamente y que no entrara ni un solo extranjero más.

En aquellos días, recuérdelo el lector de esta columna, el Partido Popular acusaba al Gobierno de haberse vendido al independentismo catalán al cederle las competencias de inmigración para controlar las fronteras. Se le afeaba a Pedro Sánchez su entreguismo a Carles Puigdemont, una traición a cambio de los siete diputados de Junts para seguir en la Moncloa. Se trataba de agitar la guerra entre comunidades autónomas con el fuego del agravio comparativo, ya que, según el líder del PP, unas regiones soportaban más cuota de migrantes que otras en función de las simpatías y fobias del presidente socialista. Ese era el objetivo, transmitir la sensación de que España vivía un caos demográfico por la llegada masiva de pateras. Esto era una nueva conquista árabe, como en el 711, y poco menos que estábamos a las puertas de otra batalla de Guadalete. O sea, la misma “teoría del reemplazo” que esgrime Vox copiada por Génova 13 sin ningún pudor.

Más tarde llegó el asunto de los aranceles, que descolocó completamente a la derecha. ¿Cómo estar con Trump cuando este se empeñaba en arruinar el campo español? Quedaron noqueados, sin discurso, fuera de juego. Y acto seguido llegó el asunto del aumento del gasto militar, donde el PP volvió a hacer de veleta con descaro. Primero que no apoyaba el plan del Gobierno para comprar más armas y modernizar los cuarteles (en realidad una orden directa de Von der Leyen y la OTAN), después que sí pero con condiciones, y al final nunca más se supo. A estas alturas, seguimos sin saber si los populares están a favor o en contra de mejorar la defensa ante la amenaza de Putin, gran ídolo del socio Abascal.

Hoy, cualquier estrategia política seria y rigurosa ha saltado por los aires. Los acontecimientos se han sucedido vertigionosamente y primero el apagón y después el caos ferroviario general en la línea del AVE a causa del robo de cable de cobre han dado nuevas expectativas a un partido como el PP que vive del catastrofismo y del bulo permanente sin necesidad de un programa político trabajado para el país. Feijóo es ese hombre que presume de estadista pero que a la hora de la verdad no aporta ni una sola solución a los males de la nación. El gallego vive de las encuestas diarias para no perder terreno respecto a Vox, de los titulares explosivos de la caverna contra Ábalos, Koldo, Begoña y el hermanísimo y de la crispación permanente. Más allá de eso, poco o nada. ¿Dónde quedó aquel mandato constitucional de que la oposición tiene que ser siempre constructiva, no destructiva? De Feijóo no se puede esperar que cumpla esa máxima esencial en democracia.

El PP ha hecho de la incoherencia y el salto de mata la esencia de su proyecto y si hace apenas un mes era el modelo de acogida de menores migrantes lo que más inquietaba y preocupaba, lo más prioritario para el país, hoy ya nadie se acuerda de eso. Los asuntos de Estado se olvidan y se guardan en un cajón para hablar de lo inmediato, como la energía nuclear, ese conejo que Feijóo se ha sacado de la chistera en medio de la crisis eléctrica. Siendo sinceros, ni siquiera el asunto atómico lo lleva estudiado, preparado y apendido. En cuanto Feijóo abre la boca para hablar de Almaraz, Ascó o Cofrentes, se le nota que no tiene ni idea de lo que dice. En cuanto propone su famoso “mix energético” queda en evidencia porque ese mix ya existe y ha funcionado de forma satisfactoria durante décadas. Todo en el supuesto estadista gallego es improvisación, un brindis al sol, puro postureo. Entre otras cosas porque las centrales nucleares de nuestro país se han quedado obsoletas y ya no pasan una mínima ITV. Si de lo que se trata aquí es de construir un país sobre el veneno radiactivo del uranio, poniendo en peligro la seguridad de millones de españoles, mal negocio para todos. Poco futuro tenemos. El mañana pasa necesariamente por las energías renovables, baratas, seguras y sostenibles. España, o es verde, o no será, lo mismo que podría decirse de Europa, que camina ya por la senda de la sostenibilidad. Sólo hay una guerra que puede permitirse el ser humano, la guerra contra su extinción, advirtió Asimov. Todos respiramos el mismo aire, todos valoramos el futuro de nuestros hijos y todos somos mortales, ya lo dijo Kennedy.

Pese a ello, una vez más, el líder del PP se enroca en el retorno al pasado hasta abrazarse a la peor de las demagogias cuando trata de culpabilizar a la red solar y a las eólicas del apagón. Ahí también se columpia Nuñez Feijóo, ya que no hay nada en la investigación que nos haga sospechar que las energías limpias sean las responsables del colapso en el suministro eléctrico. Lo lamentable y desesperante de todo es que, detrás de estos fuegos artificiales retóricos (la derecha no es más que retórica hueca), detrás del mensaje pepero sobre la necesidad del retorno a las energías sucias y contaminantes como la nuclear, lo que hay es un desconocimiento toral y una falta absuluta de análisis serio y riguroso desde la ciencia y la economía. Un partido vacío de programa que vende humo, puro humo. El que deja el gas, el petróleo y el carbón. Si de Feijóo dependiese, volvíamos al XIX con sus chimeneas cancerígenas y sus ciudades negras de hollín.

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