Hace unos días, la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) rechazó las peticiones de Vox y las asociaciones ultras Hazte Oír y Manos Limpias para amparar al juez Juan Carlos Peinado, que investiga a Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por la organización de un máster para la Universidad Complutense de Madrid. Los grupos nostálgicos del régimen anterior, personados en el procedimiento contra la primera dama en calidad de acusaciones populares, habían solicitado protección para Peinado ante los últimos ataques de Pedro Sánchez, que sugirió que algunos magistrados juegan con las “cartas marcadas” (en alusión directa al instructor que lleva desde el mes de abril impulsando una causa prospectiva contra su esposa), y ante el aluvión de querellas por prevaricación que le han caído al magistrado desde Moncloa (todas ellas archivadas). Desde aquella resolución negativa de la cúpula judicial, el juez Peinado se siente solo y abandonado en su cruzada contra Begoña Gómez.
En el CGPJ hay algunos vocales que no entienden cómo el caso Begoña Gómez ha podido llegar tan lejos con resoluciones, providencias y autos, en ocasiones, algo surrealistas. Y alguno que otro huye por el pasillo cuando oye hablar del juez Peinado, un magistrado a punto de la jubilación que ya no tiene nada que perder y que ha decidido tomar parte y llegar hasta el final, por su cuenta y riesgo, en la operación política, judicial y mediática para derrocar el sanchsimo. La Comisión Permanente acordó no admitir a trámite los escritos que presentaron las tres partes personadas en el proceso. Fue la primera vez desde que se abrió el polémico sumario que la cúpula judicial dejaba “tirado” a Peinado. Fuentes judiciales consultadas por Diario16 aseguran que el juez lleva un buen “rebote” con este asunto, como suele decirse coloquialmente. Él entiende que está haciendo lo correcto, llegar hasta el final con un caso gravísimo de corrupción, y que sus superiores le hayan dado la espalda no le ha gustado lo más mínimo. Ayer, durante la tercera comparecencia de Begoña Gómez para dar explicaciones por el affaire de su máster para la Universidad Complutense de Madrid (ni a los más peligrosos delincuentes se les somete a tantos paseíllos), a Peinado se le notó más nervioso y enfadado que nunca. Enfadado porque las pruebas concluyentes y letales contra la investigada no terminan de aparecer por ningún lado; enfadado porque ha perdido el apoyo de “los jefes de arriba”; enfadado porque prestigiosos juristas que han calificado su sumario como “aberración jurídica” y la prensa libre e independiente de este país (no la que está al servicio del nuevo fascismo posmoderno) no se tragan esta “cosa” tan extraña que viene instruyendo, rozando en ocasiones la legalidad procesal y constitucional.
Los vocales del CGPJ, que han adoptado la decisión de no respaldar al juez Peinado por unanimidad, alegaron que no cabe pedir el amparo por subrogación, es decir, a petición de otra entidad o parte, sino que debe ser directamente el propio juez el que solicite el auxilio del órgano de gobierno de los jueces. Un argumento con el que se quitan la patata caliente de encima.
Pero mientras se consuma la soledad de Peinado en su batalla, casi personal, contra la familia de Moncloa, el juez sigue acordando medidas algo esotéricas y difícilmente entendibles, como esa orden directa a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil para que verifique si las cuentas que él tiene localizadas a nombre de la investigada “son todas las que le constan (...) o pudiera existir alguna más”, informa Eldiario.es. Otra providencia extraña, sui géneris, incomprensible, según los expertos consultados por este diario. En realidad, los agentes de la Guardia Civil ya le han dicho, en dos informes, por activa y por pasiva, que no ven delito alguno en la conducta de Begoña Gómez. Pese a todo, el magistrado sigue presionando a la unidad de élite de la Benemérita para que busque hasta debajo de las piedras hasta encontrar lo que, a día de hoy, no existe más que en su cabeza. Esta forma de actuar, la preconfiguración de pruebas de un caso que solo están en la imaginación de un juez, es típica de investigaciones prospectivas prohibidas por la ley y la Constitución.
En la última providencia del magistrado tras la declaración de ayer de Gómez, a la que ha tenido acceso Europa Press, Peinado libra mandamiento judicial dirigido a cada una de las entidades bancarias a fin de que informen y faciliten cuanta información, movimientos y saldos obren en sus bases relativa a las cuentas bancarias reseñadas durante el periodo comprendido entre el 1 de diciembre de 2019 y el 18 de noviembre de 2024. Este movimiento de Peinado se produce después de que a principios de diciembre recibiera del Punto Neutro Judicial una lista “incompleta” con 11 cuentas bancarias en las que figura la esposa del presidente del Gobierno con un saldo total de 40,25 euros. Ese fue todo el patrimonio que Peinado le encontró a la esposa del presidente, cuyo abogado, Antonio Camacho, ha calificado de “error” esta información contable. Un anomalía más que se une al listado de cosas raras y posibles abusos a los imputados de un sumario que, de llegar a la Justicia europea, podría ser anulado por daño a los derechos fundamentales de defensa.
De esas famosas 11 cuentas corrientes, cinco son en condición de “titular”, dos en calidad de “autorizado” y cuatro como “representante”. Las únicas en las que se refleja algún saldo son dos en las que figura como titular: una con 40,10 euros y otra con 0,15 euros. El resto de cuentas están a cero euros. El Punto Neutro avisaba en su informe de que el resultado de la respuesta era “incompleta”. La defensa de Begoña Gómez advirtió entonces al juez de que la información bancaria recibió del Punto Neutro Judicial es “absolutamente errónea”, al tiempo que le instaba a proteger sus datos personales para evitar que cayeran en manos de “terceros”, incluida la prensa. El tiempo juega en contra de Peinado que, o encuentra algo sólido y potable ya contra la mujer del presidente del Gobierno, o va a tener de cerrar el caso antes de que termine estallándole a él en la cara.