El relevo de Santiago Cantera: fin de un priorado polémico en el Valle de los Caídos

El Vaticano releva a Santiago Cantera del Valle de los Caídos en pleno proceso de resignificación del enclave franquista

21 de Marzo de 2025
Actualizado a las 11:08h
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El relevo de Santiago Cantera: fin de un priorado polémico en el Valle de los Caídos

La etapa de Santiago Cantera al frente de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos ha llegado oficialmente a su fin. El abad de Solesmes, Geoffroy Kemlin, ha decidido relevarle tras agotarse los tres trienios que marca la regla benedictina, en un movimiento que, si bien se presenta como una renovación natural, tiene profundas implicaciones políticas, religiosas y simbólicas. Le sustituye el monje Alfredo Maroto, miembro de la comunidad, en un relevo que se produce en un contexto de creciente presión institucional y eclesial para redefinir el papel del enclave en la España contemporánea.

Este relevo no puede entenderse sin considerar el marco más amplio en el que se inscribe: la aplicación de la Ley de Memoria Democrática, que ha impulsado la resignificación del Valle de los Caídos —ahora renombrado como Valle de Cuelgamuros— y una redefinición de su significado histórico y político. Santiago Cantera, historiador y monje benedictino, se ha erigido en los últimos años como una figura central en la defensa de una visión reaccionaria del monumento y ha mantenido un enfrentamiento directo con el Ejecutivo, especialmente a raíz de su oposición frontal a la exhumación de Francisco Franco en 2019.

Una figura controvertida

El nombre de Cantera ha estado íntimamente ligado a la resistencia del sector más ultraconservador de la Iglesia y de ciertos sectores de la sociedad española ante los esfuerzos de reconciliación histórica. Exfalangista en su juventud y defensor de una interpretación revisionista de la Guerra Civil, su priorado se ha caracterizado por una rígida ortodoxia que ha alimentado la mitificación del Valle como espacio de memoria franquista más que como lugar de recogimiento cristiano.

Su oposición militante a las decisiones del Gobierno, como la exhumación de Franco o los intentos por abrir el recinto a una narrativa más plural, lo convirtió en un símbolo de la intransigencia y del inmovilismo. Bajo su dirección, la comunidad benedictina no solo se atrincheró en la defensa de su autonomía religiosa, sino que dificultó activamente los procesos de transformación impulsados desde el Estado.

Cambio de ciclo y negociaciones con el Vaticano

El relevo de Cantera se produce tras un proceso de discernimiento interno en la comunidad benedictina iniciado en noviembre pasado con la participación activa del abad presidente de la Congregación de Solesmes, Geoffroy Kemlin. El proceso coincidió con negociaciones intensas entre la Iglesia, el Gobierno y la Santa Sede sobre el futuro del recinto. La Secretaría de Estado del Vaticano fue informada de cada paso, y el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, ha actuado como principal interlocutor ante la comunidad desde diciembre.

Estas conversaciones han incluido también al nuncio apostólico Bernardito Auza y al presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, consolidando un frente eclesial que apuesta por una colaboración más activa con el proyecto gubernamental de resignificación del Valle. Una presencia cristiana sí, pero no como símbolo de una memoria excluyente.

Las conversaciones con Roma, que el Gobierno considera clave, han buscado sentar las bases para una salida ordenada de los benedictinos del Valle hacia finales de 2025. Una operación compleja, reconocen desde el Ejecutivo, dado el arraigo y la resistencia que la comunidad ha mostrado históricamente. Sin embargo, el relevo de Cantera puede interpretarse como el primer paso tangible hacia ese objetivo.

¿Fin del anacronismo?

El perfil de Alfredo Maroto, el nuevo prior, aún es una incógnita, pero su elección podría responder a una voluntad de distensión. Cantera, con su línea dura y su pulso constante al Estado, representaba un obstáculo evidente para cualquier entendimiento. Su salida puede leerse como una concesión interna de la Iglesia al imperativo de renovación.

El Valle de Cuelgamuros se encuentra en plena transformación. El Gobierno ha incluido su resignificación en el calendario oficial del 50º aniversario de la muerte de Franco, que se conmemora en este 2025. La presencia de Cantera en ese proceso habría sido una anomalía, una contradicción insalvable. Su destitución es tanto un movimiento disciplinario dentro de la regla benedictina como una decisión profundamente política, aunque no se reconozca como tal.

Una herencia incómoda

La historia juzgará la huella de Santiago Cantera como prior. Lo que queda es el legado de una década en la que el Valle fue más símbolo de confrontación que de reconciliación. Su defensa de la memoria franquista, su oposición abierta a las decisiones democráticas y su resistencia al diálogo marcaron una etapa en la que la abadía se mantuvo anclada en los peores ecos del pasado.

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