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De los humildes será el reino de los cielos

15 de Febrero de 2017
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Congreso PP

Este fin de semana hemos asistido a unas reuniones de políticos muy especiales, diferentes, pero similares, mal que les pese a quienes quieren, ante todo, tomar distancia de las viejas formaciones conservadoras y rancias.

El ganador del Congreso de Podemos ha insistido en esta idea: Unidad y Humildad y en términos parecidos se vanagloriaban los del Partido Popular de ser los adalides de la unidad y Cospedal había insistido en alguna entrevista previa en que ella, desde luego, de prepotente nada.

Errejón debe dar un paso atrás, le dice el humilde Monedero, que insiste siempre que habla en que sus interlocutores son imbéciles perdidos y en que él es el único que sabe de todo y puede hacer citas de corrido sin equivocarse. Citas de altura, vengan o no a cuento, que no las entienda ni Dios.

Humildad ante todo.

En aquel tiempo, cuando Jesús hablaba a sus discípulos, en la montaña o en el valle, en realidad, a quienes les daba el reino de los cielos era a los pobres de espíritu, aunque, a veces, esto era sinónimo de humildes. También se confundían los mansos de corazón con los humildes. Las parábolas eran complicadas de narices. El caso es que para llegar al cielo había que creer a pies juntillas, someterse al maestro sin poner en duda sus enseñanzas, creer en su palabra sin discutir, ni dudar. Y para poseer la tierra otro tanto. Había que bajar la cabeza.

Iglesias, Pablo, dijo hace un tiempo que quería asaltar los cielos. Acaso por eso trae ahora este discurso de la humildad, porque, si no, no hay manera de entenderlo.

Humildes dice que han de ser, pues tienen que hacer un propósito de enmienda considerable. Los unos y los otros. ¡Si se van mirando a sí mismos siempre! Como de reojo, pero siempre la vista en ellos, “avanti”.

El uno, Iglesias, se retoca la coleta en público, la otra, Cospedal, va mirando dónde pone los pies y se sonríe y se lleva la mano al corazón cuando le aplauden.

Y eso que, por poco, la echan los suyos que no querían que acumulara cargos. Muy ajustada ha tenido la victoria. Las malas lenguas dicen que ni siquiera ha sido victoria. A saber cómo han contado. En estos tiempos, letreritos en ristre, a mano alzada y unos cuantos contadores a ojo de buen cubero. Que es muy fácil que se les haya ido el ojo, dicen los agoreros. En todo caso, para estar tan contenta no es, pero da igual, ella la mano al corazón, y a poner carita de agradecimiento. Esta debe de ser de los mansos de corazón. Igual por eso se lo toca tanto. O sea, poseerá la tierra, que a estos les toca, seguro. Y en eso está.

Y todos gastando a manos llenas en estos actos de culto a la personalidad llamados Congresos. Todos, también los “podemitas”, que tanto asco le hacen a lo material: su extraño sistema de votación ha costado, aseguran, más de veinte mil euros. ¡Toma métodos modernos! ¡Toma ahorro!

No se había visto tanta humildad junta nunca. Ni tan revuelta. Todos a una en esto.

Mientras, el Partido Socialista ni está ni se le espera. Dando tumbos van por ahí. López ausente hablando en un lenguaje absurdo de que tienen que ir “adonde ti” una cosa muy triste para la gramática. Sánchez, ni se sabe, vuelve y no vuelve, todo a la vez. Y Susana, humilde también, como la que más, va dando parábolas por ahí. Los pobres verán a Dios, y ella les mostrará el camino, le falta por decir.

Humildes. Pero no bajan la cabeza.

Mientras D. Mariano sigue. Lo que funciona no se cambia, proclama. No ha habido un discurso más sabio en toda la historia de la Democracia. Desde el franquismo no se conocen aseveraciones de tal calado intelectual. ¡País!

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