Huertos ilegales. Plastiqueros instalados hasta en las cimas de los riscos y montañas. Huertos en lugares donde el agua, si alguna vez llegó, hace décadas que es un elemento extraño. Ninguna política de agua que pase por la utilización y creación de desaladoras. Con esto se podría resumir la política agro-acuífera del PP desde su fundación (como PP, no como Alianza Popular). Generar producción donde sea a costa de utilizar el agua de las regiones donde ésta esté. Da igual si del Ebro al Levante, que de la Mancha al Levante o Andalucía, que de Extremadura hacia el sur. Y así sigue siendo. Ni el mínimo asomo de una política agro-acuífera diferente, innovadora o no extractiva.
Hasta que no sequen pozos, ríos y pantanos no van a parar. Los votos están antes que la lógica utilización de los recursos. Juan Manuel Moreno Bonilla (conocido en Andalucía como “el Bonilla” entre las clases populares”) ha intentado legalizar una serie de huertos que llevan años chupando agua de Doñana. Bien es cierto que los gobiernos del PSOE no hicieron gran cosa tampoco, pero al menos no lo legalizaron. Huertos que están secando los acuíferos y que, ahora, son vendidos como el verdadero sustento de la fresa onubense. Falso. No es lo único que está permitiendo a costa de secar pozos y embalses. Los plastiqueros de toda la costa andaluza (esos huertos realizados bajo supuestos invernaderos cutres) también cuentan con el apoyo del presidente mientras saque el agua de donde sea.
Hace años se construyeron dos desaladoras en Almería para que ese tipo de huertos y las propias persona tuviesen un acceso al agua en un lugar donde, por desgracia, no llueve lo suficiente. Dar vida a la agricultura de desierto en el confín de España. ¿Han visto ustedes las desaladoras funcionando a pleno ritmo o aumentadas? Ni ustedes ni nadie en Andalucía. Lo mismo que en Murcia (donde además el PP aprovechó para trincar pasta de las desaladoras en un nuevo caso de corrupción). A seguir tirando del agua de otros lugares y a pedir aumentar o crear trasvases.
Ahora llega Alberto Núñez Feijóo en campaña y, como sucede con cualquier político en campaña, promete que llevará el agua a Andalucía de donde haga falta. El problema es que en ese “donde haga falta” hay personas y producciones que tienen la misma o más legitimidad de utilizar el agua que se les quiere quitar. Nadie en la derecha española parece asumir el problema hídrico y Feijóo no va a ser menos. Como en su tierra hay agua debe pensar, si es que piensa, que en el resto del país es igual. Y no, no es igual. Pero promete lo que haga falta, donde haga falta. Capaz es de ir a Castilla-La Mancha o Extremadura y negar lo que ha dicho en Andalucía. Como no tienen vergüenza, ni la conocen dicen una cosa y la contraria sin inmutarse.
Bonilla puede ser insolidario porque, al fin y al cabo, sólo habla en su baronía, pero a Feijóo se le exige una visión global de España, no caer en el fulanismo de la España de las Autonomías. Por eso debe explicar a quienes piensa quitar el agua cómo es posible que quiera perjudicar las producción agropecuarias manchegas y extremeñas para generar producciones en un lugar donde no hay agua pero la podrían sacar del mar. También Bonilla deberá explicar por qué quita agua a los granadinos para dársela al desierto almeriense. Y lo hará porque tiene cara para eso y más.
Si algunos piensan que en Vox serán más conscientes del problema, no lo hagan. Son más salvajes en lo relativo a secar La Mancha o Extremadura en favor de los huertos levantinos. Cuestión de prioridades y de apoyos monetarios. Aunque, en realidad, ningún partido en España tiene una visión clara sobre el problema del agua. Entre los ecologistas coñazo que querrían eliminar todas las producciones agrícolas, los que no entienden nada, los aprovechados, los amigos de lo ajeno y demás mangurrianes, el problema persistirá pues ninguno se atreve a decir la verdad a todas las partes. Porque una cosa es la solidaridad con el agua y otra no querer ver que algo tiene que cambiar y no mañana sino hoy.