“Toda mafia tiene un capo”, asegura Feijóo mientras sigue el goteo de titulares por el escándalo de los audios de Leire Díez. “La militante no actuaba sola, y tampoco parece que se trate de un trabajo periodístico. De lo que estamos hablando es de unas cloacas y de obstrucción a la Justicia. Esta decadencia moral no es propia de una democracia”, asegura Cuca Gamarra. E Isabel Díaz Ayuso, para quien hoy no es un buen día después de que se haya sabido que la Justicia procesa a su novio por fraude fiscal y falsedad documental, anuncia el final de la democracia. El PP aprieta el acelerador, el Gobierno parece tambalearse.
Mientras Sánchez calla, Feijóo toma la palabra y la iniciativa. El dirigente del PP ha enumerado los supuestos casos de corrupción que afectan a Moncloa: Begoña Gómez, David Sánchez, caso Koldo, fiscal general y ahora caso Leire. “Mire donde mire, Sánchez está rodeado de corrupción. A todo este bochorno inaceptable en una democracia sana se une otro bochorno”, dice. Y, paradójicamente, habla de que piensa sustituir “los enchufes y contratos a dedo por una auditoría”. Ahí chirría el discurso del gallego, ya que en los últimos meses se han publicado noticias sobre adjudicaciones millonarias sospechosas a familiares y empresas afines en la Xunta de Galicia en tiempos en que él era presidente y también ahora con Alfonso Rueda. Un escándalo monumental contra el que el PP solo ha tomado una medida: torpedear cualquier intento de transparencia para aclarar el asunto. Los populares han cortado toda posibilidad de investigación en el Parlamento regional y también en los tribunales de Justicia. ¿A eso se llama regeneración, Alberto?
¿Cómo podemos creer a un hombre que predica una cosa en Galicia y otra en Madrid? Cuando el enchufismo y el nepotismo afectan al PSOE, lo denuncia; cuando le afectan a él y a su partido, lo tapa y encubre. La luz y los taquígrafos solo sirven cuando el perjudicado es el sanchismo. Estamos, por tanto, ante un discurso nada creíble que cae por su propio peso, más aún cuando quien denuncia la corrupción es el líder de un partido con 30 causas abiertas, con el recuerdo aún fresco de la Gürtel, la Púnica, la Lezo, el caso Bárcenas y tantos sumarios. Feijóo no es el hombre que dice ser. Habla de mafia cuando él mismo se paseaba en el yate de un narco. Acusa a Sánchez de capo de la corrupción, cuando la Administración de Galicia huele que apesta. Se presenta como el defensor de los policías y los periodistas cuando su partido aún no ha pedido perdón por la Policía Patriótica, la Kitchen y el caso Villarejo. Afea las cloacas de los otros, le parecen bien las suyas.
“Sánchez busca su impunidad ante sus presuntos delitos”, alega el líder del PP. “Que nadie se engañe. Todo esto son prácticas mafiosas que no caben en democracia”. Para Feijóo, esa huida hacia adelante de Sánchez debe combatirse. Y se dirige al presidente porque ya no es digno de serlo. Le dice que el Gobierno no da más de sí, que cuanto más se resista más dura será la caída para él. “La trama de corrupción se acabará cuando salga de Moncloa el señor Sánchez”. Y lanza un mensaje a policías, jueces, fiscales y periodistas. “No tienen que defenderse, sigan ejerciendo su labor en libertad y en conciencia, se deben solo al imperio de la ley, nuestro apoyo y respeto”. Al tiempo, a la sociedad española le dice que “políticamente esta situación es inaceptable e inasumible, una inmoralidad incompatible con la decencia democrática”. Una vez más, el líder del partido que chapotea en la mugre dando lecciones, precisamente el día que se ha sabido que encubrió a Ayuso, ya que en ningún momento ha denunciado los chanchullos fiscales del novio de la lideresa. La sombra de Pablo Casado, que fue depuesto por airear la corrupción del ayusismo, es alargada.
Más allá de eso, el discurso de la venganza. “Quienes dijeron que llegaron para expulsar la corrupción la han normalizado en la Moncloa. Mintieron. Decadencia o limpieza, democracia o mafia”. Este concepto, el de un país controlado por una mafia, es un clásico del trumpismo. De hecho, Donald Trump llegó a la Casa Blanca acusando a Joe Biden de liderar una mafia. También ha tenido para los socios de Sánchez: “Hace siete años apoyaron una moción de censura, si fuesen consecuentes harían lo mismo hoy”. Para Feijóo, la moción de censura no depende de su voluntad, “la tengo toda”, depende de quienes sustentan a Sánchez. Y los acusa de ser cómplices de la degradación. Por último, llama a una manifestación el 8 de junio en Madrid. “Llamo a todos los españoles que quieran a evidenciar su rechazo a un Gobierno que persigue a jueces, fiscales, guardias civiles y periodistas”.
Por su parte, Pedro Sánchez sigue guardando silencio sobre un affaire, el de Leire Díez, que cada día que pasa apesta más a cloaca del PSOE. Dos días después de que se hayan conocido los audios en los que la militante socialista insta a empresarios afines a chantajear a altos cargos de la UCO y de la Fiscalía, Moncloa aún no ha movido ficha. El país asiste atónico al escándalo mientras el Gobierno parece paralizado, noqueado, en shock. La sensación de vacío de poder que está transmitiendo Sánchez resulta llamativa. ¿Estamos asistiendo a los últimos momentos del Ejecutivo de coalición de izquierdas? La imagen de derrota que proyectan los socialistas es, en cualquier caso, dramática.