Esos presuntos cristianos que desean la muerte del papa

Francisco se debate entre la vida y la muerte mientas los grupos reaccionarios de la Iglesia católica ya buscan un sucesor de perfil duro acorde con los tiempos

08 de Marzo de 2025
Actualizado el 09 de marzo
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El papa Francisco en una de sus últimas apariciones públicas.
El papa Francisco en una de sus últimas apariciones públicas.

Desde su cama de la clínica Gemelli, donde lucha por su vida desde hace semanas, el papa Francisco ha querido enviar un mensaje de agradecimiento a todos los que se preocupan por él. Entre suspiros y estertores, con voz cansada y una preocupante respiración entrecortada, el Santo Padre ha agradecido “de todo corazón” las oraciones que hacen por su salud desde la Plaza de San Pedro y desde todos los rincones del mundo. Humano y cercano hasta el final. Un argentino cabal.

Se puede ser creyente o ateo, beato o impío, pero nadie podrá negar a estas alturas que este papado pasará a la historia como el “del hombre corriente”, el del pastor que sufrió por sus ovejas (las buenas y las descarriadas), el del franciscano austero que prefirió pisar el suelo con las modestas sandalias del pescador a ser elevado a los altares. Frente a otros papas caracterizados por la vanidad del erudito que imparte cátedra y doctrina o la soberbia del entregado a los lujeríos vaticanos, Francisco va a dejar la huella del amigo llano y honrado, del común que ha pasado por la vida preocupándose por los suyos, por la gente, por su rebaño. ¿Que se ha equivocado muchas veces a lo largo de su papado? Por supuesto, como todo mortal, y eso engrandece aún más su figura. ¿Que no ha sido ese papa rojo que algunos creían ver en él, ese líder revolucionario que iba a transformar la Iglesia católica hasta acabar con la corrupción ambrosiana, con el reaccionarismo medieval, con el machismo y la discriminación de las mujeres a las que se impide ejercer el sacerdocio? Cierto, Bergoglio hizo lo que pudo. Y no fue poco. 

Francisco ha abierto las puertas del templo a los homosexuales (a los que libró de la hoguera del infierno mientras en algunos países europeos se les sigue tratando como apestados, trastornados o viciosos); ha perseguido a los curas pederastas (a sabiendas de que algún que otro buen amigo de seminario iba a quedar desenmascarado y al descubierto); y ha tratado de estrechar lazos con las demás confesiones, sabedor de que la verdad sobre Dios no la tiene nadie en monopolio o exclusiva. Ha gobernado la Iglesia, en fin, casi como un filósofo griego, siguiendo esa máxima renacentista de que “el hombre es la medida de todas cosas”. Prueba de que ha cabreado, y mucho, al personal del nuevo fascismo posmoderno, es que su paisano Milei le envió algún que otro mensaje, propio de la mafia bonaerense, llamándolo “imbécil”, “representante del maligno en la Tierra”, “afín a los comunistas asesinos” y “violador de los Diez Mandamientos” por defender la justicia social. Solo por eso ha merecido la pena este papado.

“Los acompaño desde acá; que Dios los bendiga y que la Virgen los cuide. Gracias”, nos dice ahora, casi a modo de despedida, el papa bueno. La grabación, de apenas 22 segundos, es el legado sencillo y sincero de un amigo más que de un pontífice, de un vecino al que llevamos tratando durante años y que se ve, no solo ante su hora fatal, sino también ante la hora crítica para un mundo ensordecido por el fragor de la violencia, por los ecos del odio fanático que retorna con fuerza y por los tambores de guerra. Mientras el cateto y narcisista Trump se da al Monopoly de los aranceles (que va a arruinarnos a todos económica, política y moralmente), mientras el codicioso y paranoico Putin juega a la ruleta rusa con el botón nuclear, nos llega la voz de este buen hombre que se apaga como se apaga la llama de la esperanza para la humanidad. Francisco es la metáfora perfecta de un modo de entender la vida que ya no se lleva en esta posmoderna sociedad repleta de egoístas, insolidarios y desalmados que apaciguan su vanidad, su ego enfermizo y su instinto onanista y pajillero en las redes sociales. Francisco quedará como el último papa del mundo de ayer que se nos va como la arena entre los dedos. Una voz noble y pacífica que agoniza como agoniza el planeta entero entre diluvios universales, montañas de basuras, ríos y mares envenenados y devastadores incendios. Las manecillas del reloj del Apocalipsis avanzan desbocadas, pero la plaga de indolencia y mentiras se ha apoderado de todo, mientras sigue la fiesta en el Titanic global, los millonarios dilapidan sus fortunas en las norias espaciales de Elon Musk y cruceros de lujo profanan el santuario de la Antártida para extinguir los últimos simpáticos pingüinos, las fascinantes ballenas y las pobres focas que no se meten con nadie.

Se va en el peor momento este papa, justo cuando más necesitados estamos de referentes, de gente de carne y hueso que hable desde valores humanistas, y no desde un poderoso púlpito, desde la red social X (Gran Hermano orweliano al servicio del nuevo cibesfascismo), desde la fría inteligencia artificial, que ni es inteligencia ni es nada, o desde el canal de una frívola youtuber o un terraplanista seguido por millones de cretinos. De la globalización, hemos pasado a la “bobalización”.

Son muchos los que rezan para que Francisco se muera cuanto antes, para que se apague su voz incómoda, para que deje de darnos la brasa con sus boludeces y sermones de cura rojillo que ya nadie escucha. No son pocos los que anhelan un pontífice de perfil algo más estricto, severo, marcial. Todo fascismo necesita de un papa fascista que eche latinajos para asustar al pueblo, como cuando la Santa Inquisición, y este ya sobra. Si sus enemigos no le han puesto el plutonio en la sopa es porque ven que la luz se está apagando mansamente y no hace falta. Ojalá salga vivo de este largo ajedrez que se está jugando con la muerte, como aquel personaje de Bergman, para seguir dando por saco. Sería todo un milagro en un tiempo donde los milagros ya no existen.

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