Pedro Sánchez ha aterrizado en Pekín para reunirse con el presidente chino, Xi Jinping, en un momento especialmente tenso del tablero internacional. La visita, parte de una minigira asiática que incluyó Vietnam, llega justo cuando Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, ha reactivado su ofensiva comercial contra China y ha lanzado duras advertencias a los países que refuercen lazos con el gigante asiático.
Y en ese foco ha aparecido España. El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, fue directo al señalar que el acercamiento de Europa, y en concreto de España, a China sería “como cortarse el cuello”. La frase ha causado estupor en Moncloa, que ha respondido reafirmando su voluntad de estrechar relaciones con el país asiático desde una política exterior basada en la autonomía estratégica.
Una apuesta por la “autonomía estratégica”
Desde hace años, el Gobierno español insiste en la necesidad de que Europa reduzca su dependencia de socios únicos, como Estados Unidos, en sectores estratégicos como la tecnología, la energía o la industria. China, en este contexto, ha sido identificada como un interlocutor clave.
España mira a Asia en plena tormenta geopolítica
El presidente Sánchez ha señalado en varias ocasiones que el acercamiento a Asia no es una decisión contra nadie, sino a favor de España y de Europa. “Queremos más comercio e inversiones. Queremos abrir puertas, no cerrarlas”, ha dicho desde Vietnam. Y es que el viaje a China no fue improvisado: lleva meses en la agenda y responde a una estrategia coordinada con Bruselas.
Un desequilibrio comercial que preocupa
Uno de los objetivos centrales de la visita de Sánchez es reequilibrar la balanza comercial entre España y China. Actualmente, las importaciones desde China alcanzan los 45.000 millones de euros, mientras que las exportaciones españolas apenas rozan los 7.400 millones. Un desfase que el Gobierno considera insostenible y que tratará de corregir con acuerdos bilaterales, algunos ya previstos para esta visita.
Entre ellos, se espera la firma de un protocolo para facilitar la entrada de productos cosméticos españoles en el mercado chino, así como un posible acuerdo fitosanitario que beneficiaría al sector agropecuario.
Una reunión con Xi Jinping en plena tensión global
La reunión entre Sánchez y Xi será la tercera en dos años, lo que da cuenta del vínculo personal y diplomático que ambos mandatarios han cultivado. El Gobierno chino ha elogiado públicamente el “papel pionero” de España dentro de Europa en su aproximación a China. Según Lin Jian, portavoz del Ministerio de Exteriores chino, las relaciones bilaterales con España están “a la vanguardia” de los vínculos de China con la UE.
El propio embajador chino en Madrid destacó esta semana la “valentía” de Sánchez al defender un comercio justo y abierto frente al proteccionismo de otros países, en clara referencia a Estados Unidos.
La presión de Estados Unidos y la respuesta europea
La reacción desde Washington no se ha hecho esperar. La administración Trump no oculta su incomodidad con el papel que Sánchez quiere desempeñar en el eje Bruselas-Pekín. La amenaza de nuevos aranceles y la presión diplomática a través de declaraciones como las de Bessent evidencian un intento de contener el viraje europeo hacia Asia.
Sin embargo, en la UE cada vez son más las voces que, como la de Sánchez, reclaman diversificar los socios comerciales. El comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, visitó recientemente China con un mensaje claro: Europa quiere relaciones más equilibradas en materia de comercio e inversión.
Críticas internas y defensa desde el Gobierno
En España, el Partido Popular ha criticado duramente el viaje de Sánchez a China. La vicesecretaria de Sanidad y Educación del PP, Esther Muñoz, lo ha calificado de “imprudente” y ha afirmado que “llega en el peor momento posible”, en medio de una guerra comercial. También ha vinculado el acercamiento al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, sugiriendo motivaciones personales o de interés.
Moncloa, por su parte, rechaza de plano estas acusaciones. El ministro de Agricultura, Luis Planas, que acompaña al presidente, ha recordado que “las relaciones bilaterales con socios estratégicos como China no se hacen en contra de nadie, sino a favor del interés español y europeo”.
Un giro necesario, según la izquierda
Desde formaciones como Izquierda Unida, el coordinador general Antonio Maíllo ha defendido la visita de Sánchez como una “noticia positiva” frente al “fracaso” de la política arancelaria de Trump. A su juicio, fortalecer los lazos con China es clave para la industrialización y el desarrollo de muchas regiones españolas.
Maíllo ha denunciado que los aranceles de Estados Unidos no solo perjudican a los países afectados, sino que también amenazan con una recesión global que afectaría a los propios trabajadores estadounidenses.
China responde a Trump y respalda a España
Desde Pekín, la respuesta ha sido contundente. El portavoz del Ministerio de Exteriores acusó a Estados Unidos de usar los aranceles como “instrumento de extorsión” para someter a otras economías. Y en una defensa explícita del Gobierno español, elogió su voluntad de diálogo y su papel como promotor de una cooperación internacional basada en reglas y respeto mutuo.
“La presión, las amenazas y la coerción no son la forma de tratar con China”, ha advertido el portavoz He Yongqian, en una rueda de prensa que deja claro que la guerra comercial no va a detener la expansión del modelo chino de alianzas económicas.
Mientras Estados Unidos endurece su postura, España y parte de Europa parecen apostar por una globalización más equitativa, con múltiples polos de influencia. Sánchez ha dicho que “el comercio no es un juego de suma cero”, defendiendo un modelo de cooperación en el que todos ganan.
Con esta visita, España busca consolidarse como un actor relevante en ese nuevo equilibrio global. Frente a la lógica del enfrentamiento, Sánchez propone una visión de “puertas abiertas” que, más allá de sus riesgos, promete abrir caminos en un mundo que ya no gira en torno a una sola superpotencia.