Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se establecieron hace 10 años para garantizar paz y prosperidad a las personas y al planeta, ahora y en el futuro. Sin embargo, cada vez parece menos probable alcanzarlos antes de 2030, y esto se debe a la falta de inversión significativa durante un decenio y, más recientemente, a los recortes de ayuda humanitaria por parte de donantes tan importantes como Estados Unidos y algunos países europeos.
En 2015, las Naciones Unidas (ONU) establecieron 17 objetivos para abordar desafíos globales que incluyen la pobreza, la desigualdad, el cambio climático, la degradación ambiental, el conflicto y la injusticia. La idea era eliminar obstáculos como la discriminación, la exclusión y la desigualdad que a menudo dejan atrás a las personas más vulnerables. Los ODS sustituyeron a los Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2000-2015, que permitieron hacer algún progreso en áreas como la reducción de la pobreza, la educación y la salud. Sin embargo, gran parte de este progreso no fue uniforme, y la desigualdad se intensificó tanto dentro de los países como entre unos países y otros.
¿Se alcanzarán los Objetivos de Desarrollo Sostenible antes de 2030?
De momento, no. Quedan cinco años para que se cumpla el plazo y, en su mayoría, distan mucho de poder alcanzarse.
La falta de inversión por parte de todos los Estados durante años ha hecho que estemos muy lejos de alcanzar más del 80% de los ODS. En julio de 2023, a la mitad del plazo previsto para lograr los objetivos, la ONU informó de que los avances sobre más de la mitad de ellos eran “endebles e insuficientes”, mientras que un 30% “están estancados o han retrocedido”. Entre ellos había objetivos clave sobre la pobreza, el hambre y la acción climática.
Las desigualdades existentes entre los países y dentro de cada país, que se han acentuado debido a una sucesión de crisis mundiales, entre ellas la pandemia de COVID-19, el cambio climático y las recesiones económicas, podrían descontrolarse aún más.
La crisis climática, junto con las deficiencias del actual sistema financiero, está sumiendo a los países de ingresos medianos y bajos en un endeudamiento aún mayor. Esto se debe a que normalmente la única posibilidad que tienen de cubrir las pérdidas y daños causados por el cambio climático es solicitar más préstamos. Los países endeudados o en riesgo de sobreendeudamiento gastan más en amortizar su deuda que en servicios públicos esenciales para la realización de derechos humanos como el derecho a la salud y a la educación, lo que alimenta el círculo vicioso de la vulnerabilidad.
Derechos humanos en juego
Al no existir avances reales sobre los ODS, el panorama que se presenta para los derechos humanos es preocupante. De hecho, la ONU calcula que en 2030 habrá 585 millones de personas con desnutrición crónica, 1.660 millones seguirán viviendo en situación de pobreza extrema, 84 millones de niños y niñas estarán sin escolarizar, 300 millones que asisten a la escuela la abandonarán sin saber leer ni escribir y 660 millones de personas seguirán sin electricidad.
¿Qué tienen que ver las finanzas con el cumplimiento de estos objetivos?
Todo. La arquitectura financiera global está basada en desigualdades históricas y en el legado continuado del colonialismo, que deja a muchos países de ingresos bajos con una deuda insostenible y sin los recursos que necesitan para financiar los ODS. La evasión y elusión de impuestos por empresas multinacionales y personas adineradas cuesta a los países unos 492.000 millones de dólares estadounidenses anualmente. Son ingresos perdidos que podrían dedicarse a mejorar la capacidad de todas las personas para ejercer sus derechos económicos, sociales y culturales.
Recortes de la ayuda humanitaria a los ODS
Se han recortado las raciones alimentarias en los campos para personas refugiadas. Se han cerrado clínicas de tratamiento del VIH/sida de la noche a la mañana y no se está proporcionando tratamiento antirretroviral. Casi la mitad de las organizaciones de mujeres y lideradas por mujeres encuestadas por ONU Mujeres prevén su cierre en el plazo de seis meses si se mantienen los niveles de financiación actuales, y las iniciativas sobre violencia de género son las que corren más peligro. Y la lista continúa.
Los aranceles de Trump, un lastre
Los aranceles son impuestos que los gobiernos aplican a bienes y servicios importados. Son un instrumento tanto de política comercial internacional como de política industrial, ya que pueden utilizarse para proteger industrias nacionales. El gobierno de Trump ha impuesto aranceles amplios y arbitrarios como instrumento político con el que presionar a decenas de países, entre ellos Canadá, China y México, pero también a economías mucho más modestas, para que hagan múltiples concesiones. Esta política, que no tiene en cuenta las consecuencias para los derechos humanos, está haciendo estragos en algunos de los países más pobres y vulnerables.
Los aranceles tienen un efecto cascada sobre las condiciones de vida, el empleo, el acceso a bienes esenciales y la soberanía económica, todo lo cual puede socavar los derechos humanos. Los aranceles sobre bienes esenciales importados, como medicamentos, alimentos o combustible, pueden hacer que éstas y otras necesidades básicas sean imposibles de cubrir en países de ingresos medianos o bajos.
El papel de los Estados de ingresos altos para la consecución de estos objetivos
No están haciendo lo suficiente. De hecho, en lugar de aumentar su financiación para apoyar los ODS, muchos de los principales donantes occidentales han reducido drásticamente la asistencia internacional, creando una grave crisis. No obstante, hay otras formas en que los países de ingresos altos pueden ayudar. Deben comprometerse a realizar reformas estructurales que puedan proporcionar fuentes sostenibles de financiación a más largo plazo: desde promover la cooperación tributaria internacional y abordar la crisis de deuda hasta reformar las instituciones financieras internacionales y promover sistemas más inclusivos de financiación y desarrollo. Para poder rescatar los ODS es preciso adoptar un conjunto de medidas firmes.
Estados Unidos y otros gobiernos deben revertir los recortes en los presupuestos de ayuda humanitaria. Los Estados deben proporcionar alivio de la deuda a los países sobreendeudados o en peligro de sobreendeudamiento. Las subvenciones a los combustibles fósiles deben reorientarse a la inversión en energías limpias, y los líderes y lideresas deben comprometerse a abandonar gradualmente de forma completa, rápida, justa y financiada los combustibles fósiles en todos los sectores y a invertir adecuadamente en una transición justa y equitativa. Adoptar estas medidas contribuirá en gran medida a rescatar los ODS y garantizará justicia social, económica y climática a millones de personas en todo el mundo.
Ante este panorama desolador, la organización Amnistía Internacional ha hecho un llamamiento a emprender una amplia transformación de la financiación para el desarrollo, la fiscalidad, la deuda y la inversión pública y privada para garantizar el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esto garantizará mayor disponibilidad y asequibilidad de la financiación para que los países de ingresos bajos puedan cumplir sus obligaciones en materia de derechos humanos.
Estos cambios deben hacerse sin demora para que puedan cumplirse las obligaciones internacionales de los Estados en materia de cooperación y asistencia internacionales a fin de garantizar los derechos humanos a través de la realización progresiva de los derechos económicos, sociales y culturales.