SOS Acuíferos es una radiografía de las 804 masas de agua subterránea que tiene España, y da cuenta del problema creciente de las reservas de agua de nuestro país. La investigación, que permite al usuario geolocalizar cualquier ubicación del territorio, deja un balance alarmante, desde el punto de vista de la organización, pues «el 44 % de las masas de agua subterránea en España se encuentra en mal estado, según el análisis realizado de los documentos presentados en los planes de tercer ciclo de planificación (2022-2027). Esto supone tener un total de 353 masas de agua subterránea en mal estado. En extensión superficial se superan los 140.000 kilómetros cuadrados, lo que supone un impacto que abarca casi el 40 % de la superficie total que ocupan todas las masas de agua subterránea en España».
El informe indica que el 27 % de las masas de agua subterránea en España se declara en mal estado cuantitativo, es decir, se extrae más agua de la que es capaz de reponer el ciclo natural; el 30 % se encuentran en mal estado químico, o sea que se ha alcanzado un nivel de contaminación (sobre todo por nitratos pero también plaguicidas, metales…) por encima de los niveles máximos para la salud humana; y el 14 % se declara en mal estado cuantitativo y químico. Si una masa suspende en alguno de estos dos parámetros, o los dos, se considera que está en mal estado global.
Entre las principales cuencas analizadas pormenorizadamente, el mal estado general de sus acuíferos es variable pero, en todas, preocupante: Ebro (37 %), Guadiana (85 %), Guadalquivir (52 %), Segura (69 %), Júcar (47 %) y Duero (29,6 %)
“Es evidente que España ha descuidado y sigue descuidando sus aguas subterráneas”, ha declarado Julio Barea, responsable de la campaña de Agua de Greenpeace. “Este descuido llevará a graves problemas en el abastecimiento humano. En España, según el Gobierno, el 30 % de la población se abastece con aguas subterráneas. En la cuenca del Duero, por ejemplo, el 67 % de los núcleos de población se abastece exclusivamente de agua subterránea, lo que significa que el mal estado químico y cuantitativo puede afectar de manera directa al agua del grifo y dejarlos definitivamente sin agua”, ha añadido Barea.
El descuido de las masas de aguas subterráneas que denuncia Greenpeace «es tal que el 22 % de ellas no dispone de un sensor piezométrico que mida la evolución del nivel del agua y permita, por tanto, conocer con detalle su estado cuantitativo en base al nivel freático.
Según la directora ejecutiva de Greenpeace, Eva Saldaña, «o las Confederaciones Hidrográficas y los gobiernos, del color que sean, empiezan a tomarse este problema en serio o, de seguir con las mismas políticas de despilfarro, agresión y contaminación del agua, este país puede encontrarse en los próximos años con serios apuros para abordar el abastecimiento. Las previsiones de cambio climático para la península auguran un descenso significativo de las precipitaciones y de disponibilidad de agua en superficie y será entonces cuando haya que aprovechar, aún más, las aguas subterráneas”.
Causas del deterioro
El impacto por nutrientes es uno de más extendidos, debido principalmente a un exceso de nitratos por fertilizantes agrícolas no orgánicos, y, cada vez más, a los purines de la ganadería industrial, además de otros compuestos utilizados en la agricultura.
La ganadería industrial es otra de las causas. Esta afección destaca entre las presiones significativas de cuencas como la del Ebro, por la saturación de macrogranjas en amplias zonas de Cataluña y Aragón, y en el Segura, con una fuerte concentración en la Región de Murcia.
Los plaguicidas son una de las fuentes de riesgo también más comunes y que mayor alarma despiertan, por su afección al ser humano. Afecta al 11% de las masas, con mayor impacto en las cuencas de Cataluña, Júcar, Segura, Guadalquivir, Ebro y Duero, entre otras.
Además, el 13% de las masas de agua subterránea se encuentran afectadas por intrusión y/o contaminación salina. El exceso de extracciones en los acuíferos costeros produce una intrusión de agua salada al cambiar el flujo del acuífero.
El problema de las aguas subterráneas con respecto a las superficiales es que la evolución de los acuíferos es muy lenta y, una vez contaminados, puede llevar décadas su recuperación o ser ya irrecuperables. Hay cuencas que ni siquiera plantean iniciar el camino para revertir su situación.
Responsables y soluciones
Según la organización, «es evidente que a esta situación, tan grave, se ha llegado por la connivencia de responsables, entre ellos el Estado -las Confederaciones Hidrográficas que dependen del Ministerio de Transición Ecológica-, las Comunidades Autónomas -sus consejerías de medio ambiente y/o agricultura-, la oligarquía del campo -agroindustria, macrogranjas, fondos de inversión…-, los sindicatos de regantes, así como las grandes empresas constructoras y distribuidoras, beneficiadas de las actuales políticas de desgobierno».
Nuestro país cuenta con un recurso anual disponible en sus acuíferos de 29.400 hectómetros cúbicos de agua. Esto, en teoría, sería la cantidad de agua total de la que podría disponer al año si se respetase en todas y cada una de las masas de agua subterránea su capacidad de regeneración. Pero esto no se cumple. La situación es grave y la emergencia climática la agravará paulatinamente.
Por todo ello Greenpeace urge a la toma de medidas tales como superar la política hidráulica tradicional, centrada en la ejecución de grandes obras, y abordar una verdadera transición hidrológica justa que responda al actual contexto de cambio climático.
La reducción del consumo de agua, fundamentalmente por el regadío intensivo e industrial, al ser éste el mayor consumidor (80 % del total).
La inclusión a la ciudadanía en la gestión del recurso agua y de los riesgos hídricos.
La implantación de regímenes de caudales ecológicos científicamente establecidos.
El cierre del más de un millón de pozos ilegales repartidos por toda la geografía española.
La orientación de las políticas agrícolas y ganaderas hacia la sostenibilidad y la reducción del consumo.
El establecimiento de una hoja de ruta para potenciar la agricultura ecológica y reducir la cabaña ganadera en intensivo en un 50 % para 2030.
La adaptación de las políticas forestales a las necesidades del país más árido de Europa.
El aumento del presupuesto destinado a la gestión forestal para avanzar en la adaptación de los bosques mediterráneos al cambio climático y, por tanto, en la protección de suelo y agua.
Y, finalmente, el cumplimiento de todas las medidas incluidas en el nuevo ciclo de planificación. Los objetivos que se van a presentar a Europa para lograr las metas medioambientales dependen de que se cumplan las medidas definidas. «Muchas de ellas ya estaban incluidas en los planes de segundo ciclo y ni siquiera se han iniciado. España tiene que aprobar los nuevos planes de planificación hidrológica antes de final de año», recuerda la organización.