A Silvia Ortiz la conozco como consecuencia de un poema: Romero; el que abre el libro Euforia firmado por Carlos Marzal. Me afecta hasta tal punto ese poema que cuando Marzal viene a Madrid a hacer un recital en la Librería Alberti cancelo todos mis compromisos, incluso a los absolutamente ineludibles, para ir a escucharlo. Y allí están las Ortiz, las hermanas Ortiz, como las llama Marzal.
De un modo natural, esencialmente inesperado, cuando acaba el recital me voy con ellos, con los tres, con las Ortiz, las hermanas Ortiz, y Carlos Marzal, el poeta. Primero vamos a un sitio, y luego a otro sitio, cogemos un taxi y acabamos en la casa maravillosa de Silvia Ortiz cuando ya la medianoche empieza a convertirse en una hora lejana.
-Tienes que venir a ver mi galería –me invita. Y aunque tardo un poco en hacerlo porque las obligaciones y vocaciones de todo tipo se comen durante un par semanas la casi totalidad de mi tiempo, por fin la mañana del jueves 18 de mayo aprovechando que se celebra nada menos que el vigésimo aniversario de Travesía Cuatro aparezco en la inauguración de A Table For Two, For One, que muestra la interesantísima obra de Friedrich Kunath. El espacio donde se exponen la obra de Kunath –él mismo ha elegido cómo debían estar pintadas las paredes y el suelo- es deslumbrante, pero más deslumbrantes aún son las pinturas del artista alemán afincado en Los Ángeles que cuenta con admiradores tan célebres como John McEnroe. Si hubiese podido permitírmelo sin duda me habría hecho alguno de sus cuadros; pero como soy generoso recomiendo a cualquier amante del arte con suficiente presupuesto que se pase por Travesía Cuatro, seguro que también cae hechizado; yo me pasé casi una hora olvidado del exterior y sumergido en los cuadros.
El mundo en el que se mueve Silvia Ortiz es interesantísimo. Fascinante. Parece un spinoff de una película de Woody Allen: elegancia, inteligencia, buen gusto, eficacia exquisita… Me encantaría disfrutarlo un poco más, y por ello -aunque vibra el móvil sin pausa y llueven los mensajes de guasap- me quedo a la primera de los actos que se celebran con motivo del veinte aniversario de la galería Travesía Cuatro. Se trata de la presentación del libro Granada, Granada, de Álvaro Urbano. Allí está una sobrina nieta del mismísimo García Lorca, Laura, y artistas, galeristas, expertos… No conozco a prácticamente nadie –sólo a la segunda hermana Ortiz, la actriz Marisa Lull (que la noche de euforia me regaló un bic de oro)- pero escucho fascinado a todos y miro a mi alrededor a placer: estamos en un patio de belleza increíble, en la misma calle San Mateo pero en la acera de enfrente, que pertenece a la Fundación Fernando de Castro.
Cuando acaba la presentación y estallan los aplausos me levanto sin hacer ruido. Seguirán toda la tarde y al día siguiente, pero no puedo quedarme: mi madre, otros actos, otros libros…
Camino feliz sin fijarme en el rumbo.
Silvia Ortiz y sus alrededores, esa era mi primera idea para titular este pequeño artículo, que no quiero acabar sin añadir que Silvia Ortiz Lull también es poeta, autora de El primer espejo (anoche comencé a leerlo. Hay un poema en la página 26 que me encanta, se llama… casi prefiero no decirlo. A quien le interese que se busque la vida y consiga el libro como lo he hecho yo. Está editado por Huerga&Fierro).
Excelsior.
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