EE.UU., Rusia y Ucrania envían delegaciones a Arabia Saudí ante una posible negociación para acabar la guerra de Ucrania. Sin embargo, el Gobierno ruso ha descartado la participación de países europeos en un proceso de paz, a los que acusó de utilizar la congelación del conflicto como subterfugio para la continuación de la guerra. “No sé qué pintan en la mesa de negociaciones”, sentenció el ministro de Exteriores Serguéi Lavrov. La afirmación demuestra el odio que algunos prebostes rusos destilan hacia Occidente, un odio que viene marcado por el nacionalismo exacerbado alimentado por Putin, por la nostalgia de los tiempos de una URSS fuerte y poderosa y por la decadencia de un país que, tras la caída del Telón de Acero se vio abocado a la ruina moral, política y económica.
Para el experto José Pardo de Santayana, “Rusia es un socio difícil y un enemigo peligroso”. EE.UU., que contuvo a la URSS durante la Guerra Fría, no ha sabido asegurar la paz en Europa frente a la Rusia de Putin. A ello ha contribuido una mezcla de exceso de idealismo y haber minusvalorado la amenaza que Rusia representaba. “Europa, que ha externalizado su seguridad en la gran potencia trasatlántica, ha jugado hasta el presente un papel menor”, asegura el experto en su libro De nuevo guerra en Europa.
Según fuentes de inteligencia occidental, la guerra contra Rusia ya ha comenzado. De hecho, los servicios secretos rusos han estado llevando a cabo una serie de operaciones encubiertas en varios países europeos. Estas actividades incluyen intentos de asesinato, sabotajes industriales y colocación de dispositivos incendiarios en aviones. La nueva unidad secreta del Departamento de Tareas Especiales (SSD), creada en 2023 como parte de la Dirección de Inteligencia Militar de Rusia (GRU), ha estado operando desde un complejo conocido como “El Acuario” en las afueras de Moscú.
Entre los incidentes más alarmantes se encuentran el intento de asesinato del alto ejecutivo de una empresa de armas alemana y actos de sabotaje en fábricas y mercados clave. Además, se ha informado de intentos de incendio en diversos lugares, como un almacén en Inglaterra, una fábrica de pintura en Polonia, viviendas en Letonia y una tienda de Ikea en Lituania. Estas acciones reflejan “una postura de conflicto total por parte de Moscú”, según declaraciones de funcionarios de seguridad occidentales. La OTAN y los líderes europeos han venido advirtiendo de la creciente amenaza y han tomado medidas para aumentar la seguridad a lo largo de la cadena de suministro de armas. Sin embargo, durante todo este tipo los políticos de Bruselas no se han tomado en serio una amenaza real.
En ese contexto de hostilidad de Putin, los 27 se han puesto manos a la obra para reforzar la seguridad de la UE. Con Estados Unidos replegándose hacia una política de aislacionismo de la mano de Trump, a los europeos no les queda otra que caminar hacia la creación de un ejército propio. Y han de hacerlo con urgencia, sin esperar a que el Kremlin –que ya ha dado orden al Ejército ruso de desplazar tropas hacia la frontera con Bielorrusia (un movimiento estratégico que está siendo monitorizado y seguido muy de cerca por la OTAN)– sorprenda a Europa con un plan de invasión relámpago de algún país antes situado en la esfera de influencia de la Unión Soviética. Son candidatos a volver a caer en manos de Rusia naciones como Polonia, las repúblicas bálticas, Moldavia y Hungría, hoy en poder de Viktor Orbán, amigo y aliado fiel de Putin. De todo ello se habló ayer en París, donde los jefes de Gobierno se la UE se reunieron para trabajar, esta vez sí, contrarreloj.
La pinza Trump/Putin contra el proyecto europeo (una historia de éxito que incordia a ambos mandatarios, al primero por razones económicas, al segundo por nostalgia de un bloque, el soviético, que se descompuso abocando a Rusia a un período de decadencia) preocupa y mucho en Bruselas. “Ha llegado el momento de crear las Fuerzas Armadas de Europa”, dijo el presidente ucraniano Zelenski en la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde centró su discurso en reclamar a los líderes europeos que tomen las decisiones necesarias para que “el futuro de Europa dependa sólo de los europeos”. La idea de crear un ejército propio ha sido debatida durante décadas, pero aún no se ha materializado debido a varios factores. Uno de los principales obstáculos es el de la soberanía nacional de los países miembros de la Unión Europea, que tienden a ser reacios a ceder control sobre sus fuerzas armadas y sus fronteras. Además, la existencia de la OTAN ha sido un factor disuasorio, ya que muchos países del club comunitario confían en esta alianza para su defensa. Y luego está el problema del dinero. La inversión económica necesaria para acometer el proyecto sobrepasa cualquier programa realizado por la UE hasta la fecha. Por si fuera poco, hay diferencias políticas y estratégicas entre los estados miembros respecto a la creación de un Ejército autóctono. Cada estado debería aportar soldados y material según su extensión territorial, población y nivel de riqueza y ahí, una vez más, Alemania no está por la labor de un proyecto que recaería en buena medida sobre sus arcas públicas. Para mayor contrariedad, los vientos actuales no acompañan. El país se encuentra a las puertas de unas elecciones cruciales en las que AfD, el partido neonazi, xenófobo y euroescéptico, aboga por la salida de la UE. De modo que el plan podría ser guardado, una vez más, en el cajón, lo que daría ventaja, de nuevo, a Vladímir Putin.
“La guerra de Ucrania se ha convertido en un polvorín que cualquier día puede hacer saltar Europa por los aires. Ucrania podría ganar la guerra, pero perderá la paz, como le ocurrió a España en la guerra de la Independencia. De momento, la dialéctica de voluntades entre Washington y Moscú ha llevado a un callejón sin salida, mientras la prioridad estratégica de la gran potencia norteamericana está en el Indopacífico”. A Trump le prepcupa China y Europa le tiene sin cuidado. De ahí que su política de repliegue cause espanto en las cancillerías europeas. Sin Estados Unidos haciendo de gendarme, la UE queda en una situación de máxima vulnerabilidad ante las ansias expansionistas de un Putin al que no le ha temblado el pulso a la hora de conquistar Ucrania.
Escalar el conflicto para expulsar a las tropas rusas de todo el territorio ocupado, incluido Crimea, sometería a Europa a un alto riesgo nuclear, según Pardo de Santayana. No es previsible que el Kremlin acepte semejante derrota o se deje aplastar sin sentirse tentado de utilizar el último recurso. Alargar la guerra para que Rusia se consuma poco a poco en su propio jugo, devastaría Ucrania por completo y pondría a la UE a prueba”. No está claro que la vaya a superar y, en cualquier caso, el daño económico y social sería desproporcionado.
Para el experto, un cambio interno en Rusia es posible, aunque ahora parece poco probable, y obligaría a actuar según las circunstancias. “Si la Federación Rusa se desestabilizara en el proceso, nos podríamos encontrar ante un escenario aún peor”. Queda la opción, a modo de mal menor, de intentar detener la escalada, para posteriormente contener y enfriar el conflicto, lo que daría lugar a un panorama de seguridad europeo que recordaría a la Guerra Fría. “No es fácil acertar en la decisión que se adopte. En cualquier caso, se debe proteger la unidad de la UE y actuar según se crea vaya a quedar después el panorama de seguridad europeo”. Además, cree que se tendrán que dedicar muchos más recursos y compromiso político a la defensa. “España debe medir cuidadosamente los riesgos que asuma y no puede dejar el flanco sur de la OTAN desguarnecido. Nos queda por delante una década decisiva en la que, como afirma Kevin Rudd, viviremos peligrosamente”, sugiere.
En ese contexto de incertidumbre internacional tras la llegada de Trump al poder se convoca la cumbre de Riad. Ayer, el ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, afirmó que viaja para escuchar las propuestas de Estados Unidos y retomar el diálogo entre los dos países y ninguneó a Europa como parte negociadora para el arreglo del conflicto en Ucrania, informa Efe. “Ya sabe, cuando vamos a negociar a propuesta de nuestros socios, lo primero que queremos es escucharlos”, dijo el jefe de la diplomacia rusa en una comparecencia de prensa al término de sus conversaciones con su homólogo serbio, Marko Djuric.
Según Lavrov, cuando hablaron por teléfono el presidente ruso, Vladímir Putin, y el estadounidense, Donald Trump, “coincidieron en la necesidad de dejar atrás un período completamente anormal en las relaciones entre las dos grandes potencias, durante el cual esencialmente no se comunicaban salvo sobre ciertas cuestiones técnicas y humanitarias”. “Y los presidentes coincidieron en que es necesario retomar el diálogo sobre todos los temas que, de una forma u otra, pueden resolverse con la participación de Rusia y Estados Unidos”, recalcó Lavrov.
Entre ellos mencionó la solución al conflicto en Ucrania, la situación en Oriente Medio y “una serie de otras regiones del mundo que actualmente no se encuentran en un estado muy tranquilo”. El Kremlin anunció la reunión en Riad para abordar la normalización de las relaciones bilaterales, los preparativos para una cumbre entre los presidentes de ambos países y unas futuras negociaciones de paz sobre Ucrania. Habrá que esperar para saber qué sale de esa cumbre de paz en la que pocos han depositado sus esperanzas.