La resistencia anti-Trump, una oportunidad histórica

La política internacional de Trump, basada en el matonismo, las amenazas y la fuerza bruta, ha provocado que México y Canadá se opongan como nunca han hecho contra Estados Unidos

17 de Marzo de 2025
Actualizado a las 10:25h
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Trump Trudeau Canada resistencia
Justin Trudeau, primer ministro saliente de Canadá, junto a Donald Trump en la Casa Blanca | Foto: Oficina del Primer Ministro de Canadá

Las amenazas de Donald Trump contra Canadá y México están brindando a ambos países oportunidades sin precedentes para liberarse de la influencia estadounidense.

Al amenazar con anexionar Canadá, enviar tropas a México e imponer aranceles exorbitantes a ambos países, el estafador que ha llegado a lo más alto del poder ha obligado a canadienses y mexicanos a cuestionar sus antiguos vínculos con Estados Unidos. El incremento del sentimiento nacionalista en ambos países podría llevarlos a tomar medidas que debiliten la posición dominante de Estados Unidos en Norteamérica y el mundo.

Según afirmó el senador demócrata, y líder de la minoría, Chuck Summer, «nuestros aliados en todo el mundo mirarán a Estados Unidos y verán un país en decadencia bajo el gobierno de Donald Trump».

En Washington, durante mucho tiempo, se ha dado por sentado que Estados Unidos ha obtenido ventajas incomparables de sus relaciones con Canadá y México. Los altos cargos se han enorgullecido de posicionar a Estados Unidos como el centro dominante de un sistema regional en el que sus vecinos refuerzan el poder estadounidense desde la periferia. Los tres países forman una especie de «isla de potencias», tal y como la denominó James Mattis, exsecretario de Defensa James Mattis.

Desde un punto de vista geográfico, Estados Unidos tiene ventajas únicas. No solo está protegido de las amenazas a su seguridad por los océanos a lo largo de sus costas, como el propio Trump ha reconocido, sino que comparte fronteras con países del norte y del sur que no representan una amenaza militar. Al mantener estrechas relaciones con Canadá y México, Estados Unidos ha adquirido una seguridad geopolítica envidiable para las grandes potencias del mundo.

Una América del Norte centrada en Estados Unidos también le ha proporcionado ventajas económicas. Bajo el sistema comercial norteamericano, formalizado con el TLCAN y revisado por la primera administración Trump como el T-MEC, Estados Unidos recibe un flujo constante de materias primas y productos manufacturados de Canadá y México.

Un alto cargo del Departamento de Estado de la primera administración de Trump aseguró que el T-MEC «garantizará que nuestra región siga siendo la potencia económica mundial». Ahora Trump afirma que ese tratado, que fue firmado por él, es malo.

Sin embargo, desde su reelección en 2024, Trump ha tomado varias medidas que han cuestionado el sistema norteamericano. Sus llamamientos a convertir a Canadá en el estado número 51 y sus amenazas de lanzar operaciones militares en México han generado una reacción negativa. Muchos canadienses y mexicanos se han vuelto contra Estados Unidos, alarmados por las hostiles amenazas de imponer aranceles del 25% a sus países.

Trump ha hecho numerosas afirmaciones para justificar sus demandas, muchas basadas en la idea de que Canadá y México se están aprovechando de Estados Unidos, pero estas acusaciones son falsas. El primer ministro canadiense saliente, Justin Trudeau, ha acusado a Trump de ser deshonesto, desmintiendo el intento de vincular a Canadá con las drogas.

En términos más generales, la respuesta ha sido una oleada de nacionalismo. Los canadienses han creado el movimiento «Compra canadiense», y los mexicanos se han unido a la campaña «Hecho en México».

La resistencia a Trump en Estados Unidos se ha centrado principalmente en cómo los aranceles afectarán a las ganancias corporativas y los precios al consumidor, pero el establishment de la política exterior estadounidense sigue estando más preocupado por las implicaciones de las amenazas de Trump para el sistema norteamericano, centrado en Estados Unidos. Los expertos en geopolítica han temido durante mucho tiempo la posibilidad de que los movimientos nacionalistas alejen a sus países de Estados Unidos, quizás incluso sacándolos por completo de la órbita estadounidense.

Varios congresistas y senadores estadounidenses han expresado públicamente su consternación por el trato que Trump da a Canadá y México, percibiendo sólo mentiras y peligro en sus esfuerzos por parecer duro y doblegar al mundo a su voluntad. Según el congresista Robin Kelly, Trump «se comporta como el mayor matón del mundo y ataca a nuestros aliados más cercanos con aranceles».

La resistencia de Canadá y México

Ante aranceles tan elevados, Canadá y México pueden considerar diversas respuestas. Una estrategia básica sería desvincular sus economías de Estados Unidos. Dado que ambos países mantienen relaciones comerciales con naciones de las regiones del Atlántico y el Pacífico, cuentan con múltiples opciones para enviar sus exportaciones a otras partes del mundo.

Otra posibilidad es que Canadá y México adopten modelos alternativos de desarrollo económico. Si ya no desean centrarse en la exportación de materias primas y productos manufacturados a mercados extranjeros, pueden avanzar hacia la industrialización, tal y como intentaron muchos países latinoamericanos durante la Guerra Fría.

Al proteger sus industrias con aranceles de represalia contra Estados Unidos, ambos países pueden optar por un desarrollo industrial independiente, lo que quizás les permita rivalizar con el poder económico estadounidense.

Al adoptar enfoques más nacionalistas, Canadá y México podrían incluso nacionalizar industrias, tal como lo hizo México en la década de 1930 con su industria petrolera. Actualmente, el «Plan México» del gobierno mexicano le proporciona un punto de partida para revitalizar la industria manufacturera del país y aumentar su independencia de Estados Unidos.

Cualquiera de estos cambios tendría importantes implicaciones para el poder estadounidense que no sólo perdería algunas de sus cadenas de suministro más importantes, sino que también le resultaría más difícil obligar a Canadá y México a reforzar su poder geopolítico desde la periferia.

Por ahora, los líderes de Canadá y México se mueven con cautela, reacios a tomar medidas que puedan provocar una ruptura de relaciones con Estados Unidos. Su estrategia ha sido apaciguar a Trump, por ejemplo, enviando fuerzas militares a sus fronteras en respuesta a su retórica amenazante sobre las drogas y los migrantes. Si bien han mostrado su disposición a imponer aranceles de represalia, han indicado que quieren evitar una guerra comercial. En cambio, la historia demuestra que las políticas de apaciguamiento terminan en fracaso, tal y como sucedió en Europa en la década de 1930 con Adolf Hitler.

Sin embargo, independientemente de las decisiones a largo plazo de los líderes de Canadá y México, mientras Trump siga amenazando a ambos países, podrán implementar políticas transformadoras que los alejen de su posición subordinada en la periferia estadounidense.

Dado que el poder global de Estados Unidos está tan fuertemente arraigado en América del Norte, Trump ha puesto efectivamente a Canadá y México en posición de tomar decisiones que pueden determinar el futuro del imperio estadounidense.

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