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Hace no demasiado tiempo, tomando un vino con el profesor y “compa” Paco Molina, estuvimos departiendo sobre lo humano y sobre lo divino y, hablando de los de abajo y de los de arriba, me recordó “El Motín de la Trucha”, una revuelta popular urbana acaecida en el año 1.158 en la ciudad de Zamora.

Por aquella época se estilaba el que los criados de los nobles fueran al Mercado a comprar las viandas en un horario temprano para así, poder elegir los mejores productos. Ya después, cuando la nobleza había comprado lo que les venía en gana, entraba el turno del pueblo llano, que compraba las sobras y deshechos que con enormes apuros podían pagar.

Un buen día de abril, un zapatero y pellitero zamorano, entre la comida más deteriorada, observó una hermosa trucha y, pensando en lo feliz que haría a su familia ese día, se apresuró a comprarla. Una vez pagada, apareció el criado del noble Ponce de Cabrera, ávido de arrebatarle tan preciado manjar; el zapatero no se dejó amedrentar ante los improperios y amenazas del emisario del noble y salió corriendo hacia su casa.

Pronto los nobles zamoranos se hicieron eco del asunto y ante “tan maño atrevimiento” por parte de un simple e insignificante pellitero, la nobleza, se congregó en la Iglesia de Santa María para planear un escarmiento a las gentes humildes.

El pueblo se alzó y prendió fuego a la iglesia con toda la nobleza de la provincia en su interior, muriendo gran número de ellos. La ciudadanía llana huyo al próximo y acogedor país vecino luso.

Llama especialmente la atención la gran organización que demostró el colectivo ciudadano, pues al unísono se amotina contra el poder establecido, acabando con la nobleza zamorana de forma contundente. Además, contaros, que posteriormente consiguen la impunidad para volver a la ciudad.

Me he acordado estos días del “Motín de la Trucha” al ver a personas de todo tipo arremeter contra la Renta Mínima Vital, en redes sociales, en programas de televisión y demás medios de comunicación. Críticas provenientes de políticos, contertulios y ciudadanos.

Que si tendrían que trabajar para cobrarla, que si es un generador de vagos, que si efecto llamada…señores y señoras ese dinero tan necesario acabará en los comercios de cercanía, en las librerías, peluquerías y tiendas de alimentación de España, estas rentas no se irán a paraísos fiscales, acabarán dinamizando nuestra maltrecha economía.

Menos limosna y más justicia social

Puedo, no sin esfuerzo, entender que las clases altas de la sociedad y los partidos políticos que han nacido para representarles, critiquen este tipo de políticas; pero lo que no me entra en la cabeza es que ciudadanía humilde lo haga. Si no estamos unidos, somos más débiles y volveremos a pagar el pato. Estamos a tiempo.

Pero pongan como se pongan, la renta mínima vital es una medida que nos hace un país más digno, más tolerante, más justo y mejor.

La renta mínima vital si es ser patriota, si es “Marca España”. Vigilen al banquero y no al obrero.

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