Me duele España, esas fueron las palabras que nacieron del alma quebrada de un intelectual como Miguel de Unamuno al ver cómo su país se rompía en pedazos con el auge del pensamiento totalitario y fascista.

Le dolía a este intelectual de raza ver cómo el totalitarismo y la radicalidad se abrían paso por un país que se dividía en dos, en esas dos Españas de las que Antonio Machado hablaba que como espinas se le clavaban en el corazón. Hoy nos queda su recuerdo y su obra, sus pensamientos y reflexiones útiles todavía en pleno siglo XXI.

Y es que, si Unamuno viviera hoy, tal vez volvería a dolerle una España donde casi millones de personas no encuentran un empleo, un país en donde miles de jóvenes deben volver a retomar el camino que sus abuelos recorrieron y emigrar en busca de un futuro próspero que se les niega en su propio país con la incertidumbre de poder volver o no algún día.

Una España, en donde la sanidad y la educación públicas conquistadas a golpe de lucha obrera son ahora atacadas desde los ámbitos conservadores para llevar a cabo su desmantelamiento a favor de un sector privado ávido de nuevos mercados con los que lucrar sus ya de por sí engrandecidas arcas. Y mientras todo esto pasa, la izquierda en franca retirada de las trincheras de su ideología abandona las batallas reales que la ciudadanía demanda, luchas que van más allá del slogan y el marketing orgánico al que parecen abonados muchos. Y es que nuestro país debe orientar el rumbo y decir basta ya, basta a quienes hoy ven con facilidad cómo la izquierda está dejándolos hacer y cómo la ciudadanía de nuestro país haciendo gala del carácter de resignación de un pueblo como el nuestro permanece aún callado en su gran mayoría. Los tiempos han cambiado y eso es innegable, la sociedad de hoy no es la de ayer y, por lo tanto, la puesta en marcha de un nuevo modelo de desarrollo político, económico y social en nuestro país es una realidad incontestable. Y es aquí donde la izquierda debe volver a presentarse como una herramienta útil en la construcción de ese nuevo proyecto que siendo capaz de buscar las alianzas público-privadas a favor del interés general sirva para que nuestro país avance hacía un puerto diferente al que hoy nos encaminamos.

Así, ámbitos como el político deben de ser permeables a una verdadera transformación de las instituciones que sirvan para ponerlas al servicio de una ciudadanía que hoy demanda una nueva participación en la toma de decisiones en lo que a la gestión pública se refiere.

Y junto a esta esfera, otras deberán de ser marcadas en la hoja de ruta progresista, ámbitos como el económico en donde la necesaria apuesta por políticas expansivas de crecimiento económico, economía verde, transformación tecnológica y agroindustria o de cooperación para el desarrollo compartido con los países latinoamericanos y del norte de África se presentan como hechos incontestables en una España Mediterránea, un país que hoy más que nunca necesita de nuevas alianzas que permitan avanzar en la construcción y mantenimiento de nuestra sociedad del bienestar.

Así y si bien la toma de decisiones en lo político y lo económico se presentan como fundamentales, no lo son menos las que tienen que ver con el ámbito social, una realidad en donde hoy se muestra más necesario que nunca volver a construir un nuevo contrato social que sirva para blindar derechos y libertades hoy fundamentales como la sanidad, la educación, la vivienda y el derecho a vivir en dignidad a través de una renta básica. Son estas medidas de política social que deben servir para no dejar a un lado a los más débiles de nuestra sociedad, que deben de cubrir con racionalidad y sin abusos las necesidades de aquellas personas que hoy ven cómo se le priva de la protección que todo estado en democracia debe de asegurar no sólo en la educación y la sanidad, sino hoy ya en otros derechos que deben ser conquistados por quienes nos consideramos progresistas. Fue esta una de las lecciones de mi recordada Rosario Valpuesta, que siempre decía algo que no es más que la afirmación pura de cómo se construye una sociedad justa, los derechos siempre han sido y serán Derechos Conquistados, derechos por los cuales se tiene que pelear día tras día. Este es el reto que hoy tiene la izquierda en nuestro país y a través del cual se podrá despertar a una ciudadanía que está ávida de respuestas y no sólo de palabras huecas en mítines electorales.

 

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