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La mala salud de hierro de la Unión Europea

Josep Jover
Josep Jover
Abogado especializado en Derechos Humanos de Tercera Generación y gestor de conflictos. Es uno de los juristas más importantes en Derecho de la Unión europea donde ha llevado frente al TJUE novedosos casos
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análisis

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Desde que visité por primera vez las Instituciones Europeas, allá por el año 83 del siglo pasado, ya en ese primer contacto, alguien nos advirtíó que a la CEE, le quedaban cuatro días. Grecia acababa de entrar y Margaret Thatcher y su manera de ver el mundo arrasaban cuestionando la esencia misma del Tratado de Roma.

Como abogado recién colegiado en el que ahora llamamos ICAB, tuvimos la suerte de estar en contacto unos dias con la Comisión, el Parlamento y el Tribunal de Justicia. Ya en ese momento, percibimos que ese era un proyecto para largo, un proyecto que no pararía de crecer.

Vimos que tenían las ideas claras y un completo conocimiento de los futuros candidatos a entrar, entre los que se encontraba España. También sabían de la debilidad de la democracia española, pero eran optimistas, pues afirmaban que la entrada en un club tan prestigioso ayudaría a consolidarla y se impediría la involución que había asomado la cabeza el 23F.

Y ciertamente, la Unión Europea ha ido encadenando problema tras dificultad, crisis detrás crisis; pero siempre, en el último momento y en tiempo de descuento, se encontraba una solución consensuada.

En en 86 entramos en la Unión, y en el 2000 en la zona Euro; y mientras tanto se ha llegado a 27 países; más ocho más llamando a la puerta que son: Albania, Bosnia y Herzegovina, Moldavia Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia, Turquía y Ucrania; dos candiadatos más potenciales que son: Kosovo y Georgia; más cuatro estados miembros de lo que sería una UE light: Islandia, Liechtenstein, Noruega, y Suiza y acuerdos preferenciales con Cabo Verde, Canadá, Israel y Marruecos.

Ahora, pese a todo lo que ha llovido, la Unión Europea tiene más presupuesto que nunca, más competencias que nunca y más países que nunca en su seno y en la puerta esperando entrar. Bueno, hemos de decir que el Reino Unido nunca se acabó de considerar a sí mismo país de la UE.

Todo así, esos agoreros del apocalipsis triunfaron en el Reino Unido y se hicieron fuertes en la ultraderecha europea. Quién no se acuerda del “spainbrexit”, que defendían los filofascistas de VOX.

Pero ahora se ha comprobado, en las carnes inglesas, de que fuera de la UE hace mucho frío, y hasta los neofascistas que ahora mandan en Italia no le levantan la voz a Bruselas.

Y es que siempre hemos oído la misma cantinela, que por diversos motivos y razones nos han ido contando los profetas del día final; la de que estábamos en fase terminal.

Y ahora aquí estamos, en 2023, pasado el Brexit y el COVID, frente a una nueva crisis, estructural de nuevo, que es la desactivación de la Unión en lo que se refiere a ser  vigilante de los tratados.

En las últimas crisis europeas vividas, el poder de la Comisión y del Parlamento ha sido cercenado por la figura del Consejo, que representa a los estados, o mejor dicho a los jefes de los mismos. La Unión se ha ido arrugando frente a los envites que planteaban los estados, especialmente Hungría y Polonia, donde ha retrocedido la propia democracia. Y eso ha sido posible gracias a la sustitución de funcionarios europeos por “comisarios” nombrados a dedo por los políticos, empezando por la figura del Presidente de la Comisión. El primero, Durao Barroso,  un ex-primer ministro portugués, al que sustituyó luego otro ex-jefe de gobierno luxemburgués y ahora una ex-ministra alemana.

La función primigenia de la Comisión de “Guardiana de los Tratados”, de hacer que se cumplan las leyes de Europa, ha sido sustituída por un mercadeo continuo donde priman intereses nada claros; donde se mira para otro lado, hasta en la vulneración de Derechos Fundamentales.

Y éste es el presente envite; el de la “contaminación” política en el peor de los sentidos. Va a requerir un esfuerzo adicional por parte de todos los ciudadanos implicándose más en el gobierno europeo, para permitir orillar los intereses bastardos que han llegado al Consejo Europeo.

Sin embargo, estoy absolutamente convencido de que la UE se ha ganado con honores el lema que figura en el escudo de la ciudad de París «Fluctuat nec mergitur» «FLVCTVAT NEC MERGITVR»,  frase en latín que se traduce como ‘es golpeada por las olas, pero no hundida’. Y si es que de algo puede presumir la UE , es de su mala salud de hierro.

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