La maldad siempre ganará en el mundo si lo que enseñas no tiene nada que ver con lo que determina lo correcto, o sea, con la razón. La maldad siempre ganará en tu entorno más próximo si das tanta facilidad a la retórica o a la estética pero nunca se la das a lo que genera todos los valores éticos, o sea, la razón.
Eso es así, la maldad es una ineptitud a la hora de defender algún bien pero, también, es una mala voluntad, una dejadez que mantienes tóxicamente firme, una irresponsabilidad por la que ya, todo lo que hagas, saldrá promoviendo el error y el grave daño a los demás.
Si piensas sin atender al sensato, por seguro que nunca ayudarás a que algo sensato gane en el mundo; si sigues a alguien sin considerar la decencia-dignidad de tal seguimiento, por seguro que nunca ayudarás a que lo ético se extienda en el mundo.
Igual pasa si demandas drogas o pornografía o telebasura o humor machista, que así nunca ayudarás a que lo bueno gane y, ya por ti, es lo incorrecto lo que se fortalece o gana, sí, por muchas excusas o disimulos que diariamente vil te montes.
Asimismo, la maldad siempre te convencerá si nunca te preocupas en saber cuál es el bien muy concreto (en cualquier sitio) pero que sólo quiere o que avala lo que es no manipulable, o sea, la razón con sus reglas que estrictamente rechazan toda confusión, contrasentido, contradicción o sinrazón.
Te lo digo claro: Tú no puedes hacer un bien elaborado a la carta, a tu conveniencia, a tu gusto o que se lleva muy bien con todos tus ideales o fantasías, ¡nunca!, sino debes en equilibrio hacer ese bien (que no tiene nada que ver con tus deseos) y que es el que racionalmente necesita la naturaleza, la sociedad o el mundo.
Pues lo que va al hilo de eso (del equilibrio) es la verdad; y ya todo lo demás es vanidad: peleas de intereses individuales o sociales, de afectadas opiniones, de informaciones, de costumbres necias, de exhibiciones de mediocridades o de machismos que los seres humanos llevan a cabo.
Aún más claro, lo demás es todo el estético reino de las mentiras.
