La sociedad tiende a pensar que cada crisis es la primera que se afronta. Pero la vida sigue igual, o parecida

Pandemia, asalto al congreso, nevada del siglo… Se suceden sin solución de continuidad los momentos históricos y nos preguntamos, no sin cierta sorna y gracejo, si la semana que viene tocara apocalipsis zombi u ovnis… y dejamos claro que, definitivamente, lo de los momentos históricos se nos está yendo de las manos…

La historia no pende de un hilo ni flota en el espacio, todo tiene un porqué y todo está relacionado y concatenado. No se trata de observar cada acontecimiento con lupa y encontrar el evento, el momento, que lo generó de una forma mecánica y así sucesivamente. No, no funciona así. Hay que abrir mucho más el foco de la lente, y tener mucha más perspectiva.

Pero tampoco las cosas suceden por obra y gracia del espíritu santo, ni sale el boleto “Acontecimiento histórico” premiado una y otra vez cada semana. Hay mucho de psicológico y de sociológico en la creencia de que estamos viviendo momentos únicos. Mucha necesidad de justificar nuestras cuitas con el siempre protector manto del azar, mucho deseo de pedir por favor que el mundo pare un poco al menos mientras dure esto –que es, ¡leñes!, histórico- y por descontado mucho interés de los medios por vender historias a cada cual más sensacional.

Pero no nos engañemos, los medios no se levantaron una buena mañana de enero y decidieron convertirse en lo que son. Ya hemos vivido con estos mismos medios, con este mismo Twitter, con estas mismas redes. Pero el efecto no era el mismo. Nosotros como sociedad, somos la variable que ha cambiado en todo este cuento.

En realidad, la vida sigue igual, con sus diferencias, con sus singularidades, pero nada demasiado nuevo bajo el sol.

Una pandemia…o una crisis económica salvaje. 

Un asalto al capitolio…o un recuento y unas elecciones generales robadas en Florida.

Una nevada histórica e inmensa…o un verano de temperaturas extremas record.

Un partido político corrupto lacayo del poder…o un partido político corrupto lacayo del poder.

Un partido político Republicano que apoya la monarquía…o un partido político Republicano que apoya la monarquía,

Para entendernos y abreviar, hay cosas que, en el fondo, no han cambiado apenas, aunque tengan sus diferencias, al final la vida sigue igual.

Y mientras la vida sigue igual –es decir, deparándonos nuevos desafíos y calamidades de a tanto, aunque les cambie de color la camiseta- las sociedades siguen estando controladas por quienes las tenían controladas, y la lucha permanente e inacabable entre quienes dominan y son dominados, continúa.

Al menos según que bando (si me permiten el maniqueísmo de hablar de bandos), sigue luchando con denuedo día a día, medida a medida, privatización tras privatización, adjudicación tras adjudicación, fusión empresarial tras fusión empresarial y oligopolio tras oligopolio. Mientras miramos la preciosa nevada por la ventana, yo el primero, que bien bonita ha sido, y nos relajamos pensando que la sucesión de momentos “históricos” llevara aparejada una natural tregua. Si estamos en pandemia es “Crucis” o “casa” … ¿No?

Pues no, Julio Iglesias no solamente nos decía ya hace mucho que la vida sigue igual. Hagámosle un poco de caso, ideologías, estéticas o musicalidades aparte, en su segunda proposición.

Siempre hay por quién vivir y a quién amar
Siempre hay por que vivir por que luchar
Al final las obras quedan, las gentes se van
Otros que vienen las continuarán

La vida sigue igual

Siempre hay por que luchar, y hay quien lo tiene muy, muy, muy presente. Ya saben aquello que decía el adinerado magnate…claro que existe la lucha de clases, y la estamos ganando. Los hay que no se relajan nunca.

Cierto es, que no todo el mundo tiene los mismos medios para dar su batalla, pero siempre hay donde arrimar el hombro y poner un grano de arena. Cada cual elija su terreno de juego (me niego en redondo a decir trinchera) y que luche como pueda.

Y pensar y discurrir, no es la peor de las maneras de luchar. Quizás de las menos confortables, sin duda de las más ásperas y difíciles, pero también de las más baratas.

Es evidente lo que la pandemia y sus ya dos millones de muertos en el mundo a estas alturas está generando en nuestra sociedad. ¿Tan distinto el choque y el impacto al de una guerra mundial con sus setenta u ochenta millones de muertos?

Seguramente lo primero que se ha venido a la cabeza es un “¡Hombre, no tiene nada que ver una cosa con la otra!”  Y seguramente tengas razón. Pero, ¿por qué? ¿Qué provocó aquello? ¿Y esto? ¿Qué consecuencias tuvo aquello para nuestras sociedades? ¿Cuáles va a tener esta pandemia?

¿Por qué el asalto al capitolio no va a desembocar en una guerra civil en EEUU? ¿O por qué sí?  ¿Es tan distinta esta situación a la que generó aquello? ¿Por qué lo es?

¿Estas nevadas tienen algo que ver con las olas de calor, las gotas frías levantinas, las riadas descontroladas, los incendios forestales y la desertificación? ¿Está todo eso conectado o no lo está? Pero siempre ha habido nevadas del siglo, ¿no? (Al menos una vez al siglo). ¿No será esto más de lo mismo?

Yo tengo mis respuestas a todas esas preguntas, algunas muy pensadas, otras nacidas de la mera intuición, otras, producto de un muy sesudo análisis… ni todas serán del todo correctas, ni todas estarán del todo equivocadas. Y desde luego, casi ninguna está grabada en piedra y quizás mañana cambie de opinión, si es que tengo tiempo y ganas de ponerme a pensar.

Pero las opiniones que importan son las tuyas. No las que ves en tu televisión de referencia, tu periódico de cabecera, o tu emisora de confianza. Las que tú piensas tranquilamente cuando todo lo demás alrededor se apaga.

Y ese mero hecho de pensar a solas, es tu prerrogativa como ser humano, tu derecho de nacimiento, lo que confiere el nombre a tu especie “Sapiens” y te hace ser parte de ella y no un sucedáneo con un mero parecido mecánico y funcional. Y es también en sí mismo todo un acto de valentía, de rebeldía y de lucha.

Porque una de esas pocas certezas que tengo, nacida tanto del sesudo análisis, como del pensamiento, como de la mera intuición, es que siempre hay por que vivir y por que luchar. Y que al final, las obras quedan y las gentes se van, que queramos o no, otros que vienen las continuaran, y que, sin duda alguna de ningún tipo, la vida sigue igual.

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