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¿Por qué lloras si tú lo decidiste?

Eva Puig
Eva Puig
Licenciada en filosofía, escritora y terapeuta. Amante de los horizontes. Desde la pandemia, hace humor gráfico como Malika.
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análisis

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En el artículo de la semana pasado hice notar que hablar de aborto requería de un pensamiento crítico y de una sensibilidad compasiva. Es decir , requería de cabeza y corazón. Visto esto, hoy me gustaría abordar el tema del aborto como una experiencia que puede implicar un duelo, aunque ni como sociedad ni entre profesionales, esté reconocido.

Estamos ante uno de los duelos menos vistos y más estigmatizados que existen. Cuando se habla de «pérdidas gestacionales» casi nadie nombra las IVEs, cuando la realidad es que las consultas de terapeutas y psicólogos están llenas de mujeres que no saben cómo gestionar esta experiencia.

¿A qué se debe este silencio? ¿o este olvido? Cuatro son las premisas o creencias que no nos cuestionamos y que impiden que veamos más allá del derecho a decidir, y podamos ver la interrupción del embarazo como una experiencia compleja y difícil:

1. La IVE no duele porque «no era nada». Son duelos sin cuerpo. Se niega la pérdida.

. Si nada se pierde, nada nos puede doler.

Esta premisa puede ser falsa porque muchas mujeres sí sienten que algo perdieron.

Lo perdido entra dentro del ámbito subjetivo y simbólico de cada mujer. Algunas dirán que perdieron una maternidad, un futuro como madre de ese hijo, otras que perdieron un hijo ( más allá del debate ético de si es «persona» o no, aquí apuntamos a la relación que establece la mujer con el ser que está gestando).

2. El aborto inducido no duele porque no se desea ese embarazo

Esta creencia también puede ser falsa. A veces se desea pero no es el momento, no en estas circunstancias. Responsablemente es la mejor decisión, pero eso no impide que los pros y los contras dejen a una mujer rota y en guerra consigo misma. Guerra que no parará con la IVE médica sino que justo se iniciará y puede durar años.

3. El aborto voluntario no duele porque…es voluntario. Lo que popularmente se dice «si tú lo has decidido, ¿por qué lloras?»

Pero..¿desde cuando el hecho de tomar una decisión impide que esta duela?

Muchas decisiones que tomamos en la vida son profundamente dolorosas y ese dolor no invalida la decisión tomada. También diría que voluntario no significa libre de circunstancias: la decisión es autónoma (nadie decide por nosotras, ni padres, ni estado, ni marido), pero la libertad de decidir no se ejerce desde una mujer sola y empoderada en su derecho a hacer lo que quiera con su cuerpo, sino que muchas veces estamos ante una mujer que debe decidir condicionada por unas circunstancias que a menudo desearía que fueran otras, sintiéndose entre la espada y la pared.

4. Negamos el dolor (y por lo tanto el duelo) porque asociamos el dolor al arrepentimiento. Muchas veces la interrupción dolerá y eso no significa que cuestionemos la decisión tomada. Otras, el afrontar ese dolor (del que nadie nos habló, pues la mayoría de mujeres aborta para continuar con su vida y luego sienten que su vida se para) nos llevará a sentir arrepentimiento. Debemos hacer un proceso de duelo para ver si nos arrepentimos o no de la decisión tomada, y en caso de que sí, poder estar también en paz con lo que consideramos un error.

Desde estos cuatro supuestos nunca cuestionados, es como la sociedad y los profesionales de la salud en general acostumbran a estar «ciegos» ante una experiencia extremadamente compleja que muchas mujeres atraviesan en soledad y aislamiento. Empecemos poco a poco a tomar conciencia (uniendo cabeza y corazón) de lo que la interrupción del embarazo es, de nuestra piel para adentro.

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