Un espectáculo de Bous al carrer.

Las corridas de toros fueron abolidas por el Parlament de Cataluña el 28 de julio de 2010 tras una iniciativa legislativa popular lanzada por la Plataforma Prou que salió adelante con 68 votos favorables, 55 en contra y 9 abstenciones. La ‘ley antitaurina’ catalana fue un gran éxito para los partidos nacionalistas en su proceso de desconexión de todo lo que tuviera que ver con España, en especial con su fiesta nacional. En aquella ocasión se llegó a un amplio consenso político. Así, mientras la iniciativa popular contó con el respaldo de Esquerra Republicana de Cataluña (21 diputados) y de Iniciativa per Catalunya Verds-Esquerra Unida i Alternativa (12), el PSC permitió a sus 37 diputados votar libremente, sin sujetarse a la disciplina de partido, después de haber mantenido una postura claramente contraria a la abolición. De hecho, el presidente de la Generalitat, José Montilla, votó en contra de la prohibición de las corridas de toros al asegurar que creía “en la libertad”, aunque aseguró que respetaba la decisión soberana adoptada por la Cámara autonómica.

En el bando de la derecha los 48 representantes de Convergencia i Uniò tuvieron libertad de voto para votar en conciencia mientras lógicamente los 14 diputados del Partido Popular y los 3 del Grupo Mixto (2 de Ciudadanos y uno no adscrito) apoyaron la continuidad de la fiesta nacional, como no podía de ser de otra manera en formaciones españolistas.

Sin embargo, aquel hito del catalanismo rupturista en su pugna secular contra todo lo que venga de España se cerró en falso, ya que mientras las corridas fueron prohibidas en Barcelona, decenas de correbous se siguieron celebrando cada año, sin problema legal, en los pueblos y comarcas catalanas. Hablamos de una práctica taurina que suele llevarse a cabo en fiestas populares tradicionales en toda Cataluña, y que consiste en diferentes tipos de encierros de toros, vacas o vaquillas. Hay muchas versiones de correbous, desde el bou embolat (toro embolado en el que se ata al animal por los cuernos, inmovilizándolo parcialmente, para colocarle unas antorchas encendidas y lanzarlo a la calle mientras es acosado por la gente). Otros tipos de correbous son el capllaçat (toro ensogado), en el cual se atan cuerdas a los cuernos del animal para después arrastrarlo por las plazas y calles del pueblo. Ni que decir tiene que todas estas “fiestas taurinas”, por llamarlas de alguna manera, suponen un claro maltrato animal y resultan embrutecedoras para el género humano. Sin embargo, la izquierda catalana las sigue tolerando y las permite, a sabiendas de que abolir los toros (por su componente antiespañolista) daba votos mientras que abolir los correbous, fiestas muy arraigadas en las sociedades y en el folclore ​tradicional de los catalanes, no es un buen negocio en las urnas por lo que tiene de medida impopular.

Así las cosas, los correbous se han convertido en un “envenenado embrollo para los partidos independentistas”, según asegura un amplio reportaje publicado en El País en su edición de fin de semana. La izquierda nacionalista aún no ha conseguido resolver la contradicción que supone votar contra la fiesta nacional española al mismo tiempo que mantiene las tradiciones taurinas intactas en numerosas comarcas, donde sacar los toros a la calle para entretenimiento del personal y consumación de la barbarie es algo casi sagrado. Es decir, la izquierda catalanista ha apostado por abolir el maltrato animal que sin duda suponen las sangrientas corridas “a la española”, pero está permitiendo un maltrato aún mayor, ya que por cada festejo en una plaza de toros se celebran decenas de espectáculos taurinos de pueblo donde el gentío le saca placer a ponerle una bola de fuego en los cuernos a un pobre animal indefenso.

De ahí que la resolución aprobada el pasado jueves en el Parlament de Cataluña para abolir los correbous haya supuesto un nuevo motivo de fractura en el bloque independentista formado por Esquerra Republicana y Junts per Catalunya e incluso podría convertirse en un factor más de amenaza en la crisis interna. La resolución fue impulsada por “los comunes” después de que un toro hiriera a 19 personas tras escaparse de un encierro en Vidreres a primeros de mes. Ese suceso ha puesto en evidencia la hipocresía de unas formaciones políticas que son capaces de proteger a los toros cuando son los incivilizados y malvados españoles quienes los torean pero permiten que se siga maltratando a los astados cuando son los catalanes quienes tienen derecho a disfrutar de sus fiestas patronales.

Y a todo esto, ¿qué dicen las asociaciones animalistas? Pues depende de qué cuerda sean, es decir, depende de si son independentistas o unionistas. En 2010, en pleno debate previo a la votación en el Parlament, algunas de ellas apostaron por una posición equidistante: pedir la abolición de las corridas y dejar la puerta abierta a los correbous. Tal postura fue un parche, una inmensa paradoja. Algo así como que un partido comunista pidiera abolir la propiedad privada pero tolerara los paraísos fiscales. De ahí que en los últimos días una decena de asociaciones animalistas hayan exigido al Parlament la abolición de todo tipo de correbous en Cataluña, eliminando la excepción de la Ley de Protección Animal que permite que sigan siendo legales todos los espectáculos taurinos salvo las corridas de toros.

En los últimos días Catalunya en Comú-Podem ha llevado al pleno una propuesta de resolución “en defensa de los derechos de los animales” para “poner fin a los correbous y a todo tipo de espectáculos con toros”. La votación salió adelante con 50 votos a favor, 17 en contra y 61 abstenciones muy significativas. Un Pleno que ha servido para constatar el doble lenguaje, el tacticismo electoral y la hipocresía de algunos en este complejo asunto de la tauromaquia.

1 COMENTARIO

  1. Sí es un maltrato2
    Pero no es «un maltrato aun mayor.
    Sea usted decente y no tergiverse la verdad
    El picador, las banderillas, la muerte o el descabello son brutalidades del «arte» del toreo
    Me ha decepcionado usted. Le creia mas ponderado.
    ¿quién le ha pagado por firmar eso?

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