El feminismo no puede caer ni en el sectarismo ni en la incapacidad que tanto caracteriza la gestión de Irene Montero y sus diferentes equipos de asesoras. El 8M de 2021 es el momento en que el feminismo tiene la gran oportunidad de demostrar a la ciudadanía que su lucha es un beneficio para la sociedad y no un lastre, como pretenden hacer ver los enemigos de la igualdad real.

Por eso, la celebración del 8M, este año, debería estar marcada por la responsabilidad frente a la pandemia y, sobre todo, con la coherencia. No se puede criticar que Vox se manifieste porque puede generar más contagios y, en la semana previa al 8 de marzo, cegarse en que las manifestaciones feministas son innegociables. Eso es absurdo y es una demostración más de cómo la gestión de las políticas de igualdad ha quedado en manos de verdaderas irresponsables, de mujeres sectarias que no se han enterado todavía de dónde están ni, lo que es peor, de adónde quieren llegar.

El activismo es fundamental para la lucha por los derechos de las personas, pero llega un momento en que debe dar un paso a un lado para que sean los órganos democráticamente constituidos los que tomen las decisiones. Sin embargo, cuando esos organismos están controlados por activistas, gracias al vacío de poder que se genera por la incapacidad manifiesta de quien debería liderar desde el conocimiento, se produce una adulteración de los equilibrios sociales que lleva inevitablemente al fracaso.  

Eso es lo que está ocurriendo en estos días y que deberían hacer reflexionar tanto al Ministerio de Igualdad como a los colectivos feministas que conforman la Comisión del 8M. Este año no es el momento de salir a la calle, es el de demostrar al mundo la responsabilidad del feminismo frente a la ciudadanía.

Decir que «salir a la calle es innegociable» es, en la situación actual, una irresponsabilidad social que el feminismo no puede asumir de ninguna de las maneras ni, por supuesto, no puede venir jamás alentada desde el Ministerio de Igualdad.

La filosofía feminista parte de la premisa de que la igualdad es un beneficio para la sociedad. Sin embargo, cuando todavía no está controlada la pandemia, cuando siguen muriendo cientos de personas todos los días, cuando aún se siguen produciendo miles de contagios, colocaría al movimiento feminista en el mismo nivel que los desaprensivos que organizan fiestas ilegales o que los negacionistas promovidos desde las organizaciones de extrema derecha. ¿Está dispuesto el feminismo a colocarse en el mismo nivel que los fascistas, que los enemigos de la igualdad? ¿Se va a permitir que el sectarismo se anteponga a la moral social?

La irresponsabilidad es de tal calibre que quienes afirman que las manifestaciones son innegociables han dado pábulo a que personas absolutamente ajenas a la lucha por la igualdad, como Ana Obregón, se hayan convertido en la nueva paladina de quienes pretenden destrozar al movimiento feminista.

Los negacionistas de la pandemia ya tuvieron a Miguel Bosé. Ahora, por la irresponsabilidad sectaria de unos y unas cuantas, se convierte a la presentadora y actriz en el banderín de enganche de quienes quieren seguir viendo a la mujer sometida al poder del hombre. ¿Hasta dónde vamos a llegar?

En su discurso de toma de posesión, Barack Obama, haciendo referencia a la situación económica tras la crisis de 2008 dijo lo siguiente: «Nuestra economía se ha debilitado enormemente como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también por nuestra incapacidad colectiva de tomar decisiones difíciles y preparar a la nación para una nueva era».

Tomar la decisión, por parte de los colectivos feministas que conforman la Plataforma 8M, de no salir a la calle es difícil. Sin embargo, es lo socialmente correcto y la mejor demostración de que el feminismo es algo más que unas pancartas violetas y unos lemas gritados a pleno pulmón. ¿De qué servirá el 8M de 2021 si se da pie a los enemigos del feminismo a volver a criminalizarlo, como ya hicieron en 2020 cuando aún no había evidencias científicas de los modos de transmisión del coronavirus? ¿Qué es más innegociable, unas cuantas concentraciones o el fortalecimiento del feminismo a través de la responsabilidad social?

Irene Montero y sus equipos están obligadas, en función del cargo que ocupan, a ser responsables porque ellas están en el poder que afecta a todos y todas las ciudadanas de este país, no sólo están en un cargo para una parte de la población. George Bernard Shaw dijo que «no nos hacemos sabios por el recuerdo de nuestro pasado, sino por la responsabilidad de nuestro futuro» y alentar desde el poder la irresponsabilidad sectaria no es más que hipotecar al movimiento feminista y destrozar los logros que han necesitado de décadas de lucha.

¿Hay que celebrar el 8M? Evidentemente, sí. ¡Faltaría más! Sin embargo, este 2021 es muy diferente y esos colectivos feministas que ahora pretenden imponer unas manifestaciones o concentraciones lo único que hacen es debilitar al feminismo, no por la reivindicación, que es absolutamente justa, sino por las consecuencias que para el movimiento tendrá lo que ocurra después. El doctor Martin Luther King dijo que «Siempre es el momento adecuado para hacer lo correcto», y este 8M ha llegado ese instante en que lo emocional debe dejar paso a lo racional.

Existen muchas formas de manifestarse el 8M. Desde eventos a través de plataformas telemáticas, a la utilización masiva de las redes sociales o, incluso, salir a la calle en una marcha de vehículos, pero, desde luego, no como se está planteando, puesto que, a pesar de que se pretenda que serán pequeñas concentraciones de 500 personas cumpliendo con todas las recomendaciones de seguridad, la realidad es que eso es incontrolable porque, seguramente, habrá mucha más gente que quiera salir a la calle para reivindicar todo lo que queda pendiente en la lucha por la igualdad real. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Se obligará a todas esas personas a que se vuelvan a sus casas? ¿O las organizadoras dirán que es un éxito de convocatoria?

El feminismo, desde luego, no significa irresponsabilidad social. El feminismo es vida, es igualdad, es comprensión y, sobre todo, es libertad. Todo ello son valores muy grandes para que queden criminalizados por culpa del sectarismo de quien organiza y de quien las apoya desde el poder. Irene Montero y su equipo deberían saber que, en muchas ocasiones, ser responsable lleva implícito molestar a la gente. Sin embargo, los frutos que se recogen de la aplicación de la responsabilidad son siempre mucho más grandes que la intransigencia que lleva al fanatismo. Y eso, señora ministra, no es el feminismo, salvo que el suyo sea tan exclusivo como lo es el de Ana Patricia Botín, que es tan unívoco que se transforma en inexistente.

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