Llevo una doble vida.
No es que sea espía del CNI, soy madre y profesional, lo que comparto con mi responsabilidad de organización en un partido político, Unión Progreso y Democracia.
Este hecho me da la legitimidad de decir lo importante que es la implicación en política.
Cuando escucho a alguien a mi alrededor decir que es «apolítico», pienso en el gran trabajo de adormecimiento que está sufriendo el pueblo español, algo no casual, sino buscado y deseado.
La política se ha convertido en un problema, en lugar de una solución, la asociamos a corrupción, intereses partidistas, enfrentamientos verbales, a veces cercanos a peleas callejeras.
Así se consigue que olvidemos que la política influye en nuestro día a día, en la cesta de la compra, la educación de nuestros hijos, el trato sanitario que recibimos, el cuidado de nuestros mayores, la facilidad de encontrar un trabajo o de no perder el que se tiene, el desarrollo de investigaciones que curen ese posible cáncer que en años futuros podemos padecer.
En la España que yo quiero, en el día de unas elecciones a cualquiera de nuestras instituciones, no debe existir abstención.
Ese día nadie debe pensar que su voto es inservible, que no va a cambiar el destino del país. Ese es el día en el que debemos darnos cuenta que dejamos en manos de los políticos el desenlace de muchas decisiones que se tomarán durante los siguientes cuatro años y que nos afectarán en nuestra vida cotidiana.
En este año hemos tenido dos ocasiones, no muy bien aprovechadas (pero no todo está dicho). Nos quedan 1.460 días, aproximadamente, para ser el «Pepito Grillo» de nuestro recién elegido Gobierno y de cada uno de nuestros diputados y senadores.
Pero, ¿por qué no somos conscientes de esta obligación que tenemos? Porque simplemente no interesa que sea así.
Yo todavía no he escuchado proponer nunca en una de las tantas reformas que ha sufrido el sistema educativo (más de una vivida en primera persona) una propuesta de «educación política», donde se trasmita la importancia de ser un ciudadano participativo y comprometido en la vida legislativa de nuestro país. No un mero pagador de impuestos, siendo la única carta que recibamos al año de nuestro Gobierno, por parte del Ministerio de Hacienda, la de la campaña de la renta.
Qué diferente sería si cuando cumpliésemos 18 años, pensásemos en el poder que adquirimos , en la capacidad de cambio que se nos da, no sólo en que podemos entrar en lugares que antes no podíamos o que se alarga la hora de llegada a casa, y todas esas cosas que van asociadas con la mayoría de edad.
Poco a poco, como si se tratase de una margarita, contaré cómo es la España que yo quiero, siempre fundamentada en la educación, que es la base de la verdadera igualdad y libertad del ciudadano.
franco tambien decia que era apolitico y fraga y toda la derecha y todos los del pp y seguramente tambien los de upyd
ser apolitico es como ser del csif que se dice independiente aunque todos son del pp, porque aquí la politica solo la hacen las izquierdas y se identifica al politico desde los tiempos del imperio (del franquismo hasta nuestros dias) con lo que ahora se llama antisistema. Ergo ser apolitico es ser de derechas, hay un amplio espectro pa elegir, desde el pp hasta el psoe de susana.
pero si tu no haces politica, el pp y sus marcas blancas,la haran por ti
Es muy cierto. La falta de participación genera ciudadanos alienados, que no critican, ni participan. Son corderos que, ao mas que pueden, seguir a un líder, o suplicar ayudas.