Resulta sorprendente que el portero de la selección española, cuyo nombre no voy a dignarme a mencionar, esté tan cotizado internacionalmente. Ese tío no es capaz de parar ni un taxi. Ha sido la frase que más se repetía en el ring mientras veía el aburridísimo partido.
Y no he podido evitar acordarme del gran Iker Casillas, sin él España jamás habría sido campeona del mundo de fútbol.
Y tampoco he podido no acordarme, y además no he querido no acordarme, cuando al gran Casillas Los hinchas del Real Madrid, el equipo de su corazón al que entregó todo de su talento le pitaban e insultaban porque ya no era tan bueno.
Pero el tiempo, ese viejísimo hijo de la gran puta, lo acaba poniendo todo en su sitio.
Y por eso estoy seguro de que no solo yo me estoy acordando hoy, esta estúpida tarde de domingo, del gran Iker Casillas, sino que lo recuerdan y añoran, consciente o inconscientemente, todos los seguidores del fútbol, también aquellos que le pitaban e insultaban cuando ya no les deslumbraba con su habilidad y su brillo.
Estoy en mi bar habitual. Acabo de pedirme un bourbon y lo levantó para brindar por Casillas. Gracias camarero.
Tigre Tigre.