El Día de la Constitución, una fecha que debería servir para reforzar los valores democráticos y la unidad, se ha transformado en un escaparate de la hipocresía política del Partido Popular en Madrid. Isabel Díaz Ayuso, en complicidad con su secretario general regional, Alfonso Serrano, ha aprovechado el evento para lanzar una ofensiva contra el Gobierno de Pedro Sánchez, utilizando el lenguaje incendiario que ya caracteriza a esta formación.
Serrano llegó a comparar la filtración de un correo relacionado con el caso del novio de Ayuso, investigado por fraude fiscal, con los GAL, el grupo paramilitar que protagonizó el terrorismo de Estado contra ETA en los años 80. Al mismo tiempo, acusa al PSOE de “guerra sucia”, intentando desviar la atención de un tema mucho más incómodo para su propio partido: las pruebas acumuladas que demuestran la existencia de una Policía política durante el mandato de Mariano Rajoy.
La guerra sucia del PP: un pasado que no desaparece
Desde 2012, bajo el amparo del entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y con el beneplácito del expresidente Mariano Rajoy, el Partido Popular operó una maquinaria secreta destinada a destruir políticamente a sus adversarios. Este entramado, conocido popularmente como “Policía patriótica”, no respondía a ninguna autoridad judicial, sino a los intereses políticos de un Gobierno dispuesto a todo para deslegitimar a fuerzas como Podemos y dirigentes independentistas catalanes.
Las acciones de esta unidad secreta incluyeron más de 6.900 búsquedas ilegales en bases de datos de Interior sobre diputados de Podemos y extorsiones a antiguos altos cargos venezolanos para fabricar pruebas falsas que vinculaban a la formación de Pablo Iglesias con el chavismo. Los documentos obtenidos de forma ilícita se filtraban luego a medios afines al PP, como Okdiario, para alimentar campañas de desprestigio basadas en mentiras.
A pesar de las numerosas pruebas, ni Rajoy, ni Fernández Díaz, ni María Dolores de Cospedal han asumido responsabilidades, ni han pedido disculpas por estas prácticas que dañaron gravemente la confianza ciudadana en las instituciones del Estado.
La estrategia actual: desviar y atacar
El discurso de Alfonso Serrano y las intervenciones de Ayuso son claros ejemplos de una estrategia diseñada para cambiar el relato. Lejos de enfrentar las graves acusaciones contra figuras clave de su partido, el PP madrileño intenta equiparar las acciones ilegales de la Policía política bajo Rajoy con cuestiones como la supuesta filtración de un correo electrónico en el caso de Tomás Díaz Ayuso, el novio de la presidenta.
Serrano acusa al PSOE de usar el “poder del Estado” para perseguir a adversarios políticos. Sin embargo, esta narrativa carece de base sólida, especialmente cuando se compara con la operación sistemática que lideró el PP desde el Ministerio del Interior, donde altos cargos policiales actuaron bajo órdenes directas para manipular la opinión pública y destruir reputaciones.
El cinismo como herramienta política
Resulta particularmente cínico que Serrano hable de “guerra sucia” en un acto institucional que debería centrarse en la defensa de la Constitución. Su discurso no solo banaliza los crímenes cometidos por los GAL, sino que también intenta blanquear las prácticas delictivas de su propio partido. Ayuso, mientras tanto, refuerza esta narrativa al posicionarse como víctima de una persecución política, cuando las investigaciones en curso contra su pareja apuntan a irregularidades fiscales y falsedad documental.
Esta maniobra tiene un objetivo claro: desplazar la atención del caso Kitchen y de la Operación Cataluña, donde Fernández Díaz está imputado y Rajoy podría ser llamado a declarar. La implicación de altos mandos del PP en estas operaciones es una mancha imborrable en la historia reciente de España, y los intentos de minimizarla o reescribirla son una afrenta a los valores democráticos.
El silencio cómplice de Feijóo
En este contexto, Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular, ha optado por guardar silencio o desviar la atención hacia ataques a Sánchez y su Gobierno. Feijóo tiene razón cuando dice que no todo vale en política, pero parece incapaz de aplicarse el cuento. Si el líder del PP realmente defendiera la transparencia y la verdad, exigiría a Rajoy, Fernández Díaz y Cospedal que expliquen su papel en estas operaciones y pidan disculpas públicas.
Su inacción no solo lo convierte en cómplice de este intento de manipulación, sino que también pone en entredicho su credibilidad como alternativa de Gobierno.
La memoria frente al revisionismo
Es fundamental recordar que la “Policía patriótica” no fue un caso aislado ni un error puntual. Fue una estrategia deliberada y orquestada desde las más altas esferas del poder para atacar a adversarios políticos y proteger los intereses del Partido Popular. Este tipo de acciones no solo socavan la confianza en las instituciones, sino que también representan una amenaza directa a la democracia.
El intento de Ayuso y su partido de rescribir esta historia, presentándose como víctimas de una “guerra sucia” por parte del PSOE, no puede ser aceptado como un mero juego político. Es un ataque a la verdad y a la memoria colectiva de un país que merece conocer los detalles de estos abusos de poder.
La lección pendiente
A casi una década de las primeras revelaciones sobre la guerra sucia del PP, la falta de consecuencias reales para sus responsables es un recordatorio de las fallas en el sistema de rendición de cuentas. Sin embargo, la sociedad no debe permitir que este episodio caiga en el olvido ni que quienes participaron en él se presenten ahora como defensores de la democracia.