El principal argumento que sostiene el crecimiento de los grupos de extrema derecha en todo el mundo es la retórica contra los inmigrantes. La crisis económica, la creciente desigualdad, la precarización de las condiciones salariales y laborales de las clases medias y trabajadoras, y una clase política que ha dado la espalda a la ciudadanía, han derivado en que ese discurso antinmigración sea el principal banderín de enganche a las opciones populistas de extrema derecha.
La propia Unión Europea ya está sometiéndose a las recetas de la primera ministra Giorgia Meloni, a pesar de que la propia justicia italiana haya dicho que la creación de centros de internamiento para inmigrantes en terceros países es ilegal.
En las elecciones europeas y en determinados comicios nacionales y regionales, la extrema derecha crece a lomos del discurso antimigratorio. Las formaciones ultras, en las que se engloban un maremágnum de tendencias ideológicas, incluida ya la extrema izquierda antiglobalista, cuentan con el temor a los inmigrantes para atraer a los conservadores blancos a las urnas. Esto no sólo genera beneficios políticos, sino también económicos y empresariales, ya que deja libres de responsabilidad a los verdaderos culpables de la situación actual: las élites.
En la campaña electoral de los Estados Unidos se está comprobando que existe una línea de transmisión entre las declaraciones de Donald Trump de 2015 sobre los “violadores” mexicanos y su mentira de 2024 sobre los migrantes que se comen a sus mascotas.
El candidato a la vicepresidencia de Trump, JD Vance no dudó en hacerse hecho eco de esa terrible acusación. Incluso admitió que era bulo, pero la mentira ya estaba lanzada.
Tanto Trump como Vance están casados con mujeres de origen inmigrante y hay quien piensa que ni siquiera se crean sus propias mentiras. De hecho, cuando era estudiante en Yale en 2012, Vance escribió un artículo en el que criticaba la retórica antiinmigrante de los republicanos. Sin embargo, tras de descubrir lo rentable que resulta atacar a los inmigrantes para conseguir votos blancos, Vance pidió que se borrara.
En el debate vicepresidencial con el candidato a la Vicepresidencia de Kamala Harris, Tim Walz, Vance utilizó a los inmigrantes como chivos expiatorios cada vez que tuvo la oportunidad. Mostró una realidad paralela en la que, como todos los grupos de extrema derecha, vinculó la inmigración con la delincuencia. Acusó a los inmigrantes de traficar fentanilo e importar armas ilegales. Esta retórica es tan descabellada que para el compañero de papeleta de Trump son los migrantes los que están provocando la subida de los precios de las viviendas y de rebajar los salarios de los trabajadores norteamericanos. Respecto a la vivienda, Vance mejor debería hablar con el yerno de Trump, Jared Kushner, que es un experto en la especulación a costa de la violación de los derechos humanos de las personas y de la aplicación de la tortura para poder echar a sus inquilinos para, posteriormente, duplicar el valor de los alquileres.
Como sucede en Europa, en Estados Unidos los mayores traficantes de fentanilo son de nacionalidad estadounidense y el tráfico de armas tiene una dirección norte sur. Sin embargo, el miedo es un arma muy potente para poder manipular a las personas. La extrema derecha, los mismos que quieren imponer en todo el mundo el Proyecto 2025 mientras critican la Agenda 2030, se está forjando a través de la generación de un escenario de terror hacia «el otro».
Tal y como analizamos en Diario16+, Trump ha empleado la retórica hitleriana para describir a los inmigrantes, culpándolos de «envenenar la sangre» del país y afirmando que cometen homicidios porque tienen «malos genes».
Hacer sonar el tambor racista y antiinmigrante es el primer paso hacia la violencia. Las Naciones Unidas identifican el discurso de odio como un «precursor de crímenes atroces, incluido el genocidio». Los historiadores y antropólogos que han estudiado los genocidios del pasado han establecido vínculos claros entre el lenguaje que estigmatizar a comunidades enteras y los pogromos dirigidos contra ellas. No hay más que ver lo que está sucediendo en Oriente Próximo para comprobar que el genocidio de Israel contra el pueblo palestino contiene un ingrediente de supremacía racial.
Casualmente, todos aquellos que propagan el odio antiinmigrante permiten que el poder corporativo y las élites adineradas, como sucede con el magnate Elon Musk o las grandes multinacionales y familias europeas y estadounidense, salgan impunes a pesar de ser los culpables de la desigualdad que ellos mismos han creado con su codicia corporativa.
Los grandes fondos de Wall Street son los que están especulando con el precio de las viviendas. No son los inmigrantes. Las grandes compañías han decidido mantener la precariedad salarial para lograr un mayor beneficio que derive en enormes dividendos para sus principales accionistas y enormes remuneraciones para sus altos ejecutivos. No son los inmigrantes los causantes de esta situación.
La extrema derecha también tiene entre sus bases argumentales las referencias patrióticas y la defensa de los nacionales frente a los extranjeros. Sin embargo, si realmente quieren ayudarlos, en vez de apoyar discursos antinmigración, podrían prohibir a los administradores de fondos especulativos que compren grandes paquetes de viviendas que mantienen cerradas hasta que el mercado les da una rentabilidad que duplique la inversión.
Los partidos de extrema derecha no defienden en ningún caso una de las necesidades de sus nacionales: una sanidad y una educación pública con recursos suficientes que den una atención excelsa a todos los ciudadanos.
Sin embargo, para que eso se produzca, el Estado necesita recursos que sólo se pueden conseguir con unas leyes tributarias que obliguen a los que más tienen a contribuir con lo que les corresponde y en progresión a lo que pagan las clases medias y trabajadoras. No es normal que Elon Musk, el hombre más rico del mundo con una riqueza acumulada de más de 250.000 millones de dólares, según indican los datos de Forbes, pague menos de un 2% de impuestos. De eso, la extrema derecha no habla. Más bien al contrario, pretenden que el Estado no tenga recursos.
Los ataques a los inmigrantes y la promesa de deportaciones masivas no servirán para aliviar los verdaderos problemas a los que se enfrentan las personas. Lo que sí hará es avivar la violencia, dar a los propagadores del odio el poder político y dejar que los buitres corporativos, los verdaderos culpables, salgan impunes de sus crímenes.