Tanto en Diario16+, en general, como en este Ágora, en particular, se viene denunciando desde hace años el régimen autoritario que Pedro Sánchez ha impuesto en el PSOE. Tanto es así que existe una división entre el Partido Socialista y el Partido Sanchista. Sin embargo, parece que son cada vez más los militantes que se han dado cuenta de que están siendo utilizados en favor de los intereses personales de Pedro Sánchez, un autócrata mitómano que perfectamente podría ser diagnosticado del síndrome de Hubris.
Sánchez ha llevado su ansia por el poder hasta tal punto después de las elecciones generales del 23J que lo que ha provocado es que sean muchos los dirigentes y militantes que se han quitado la venda y se han dado cuenta de lo que está sucediendo en realidad en su partido. En la gran mayoría de los casos, se trata de personas que apoyaron a Pedro Sánchez, que le veían como el hombre que iba a darles la voz que en el pasado se les negaba, que iba a democratizar tanto el partido. Sin embargo, ahora se dan cuenta de que, en realidad, han estado alienados por una secta en la que todo lo que se hacía era en beneficio del líder supremo.
Lo sucedido con las primarias de Castilla y León es una intervención en toda regla de una Federación. No es la primera vez que Sánchez y sus sicarios (que con los años han ido cambiando de nombre) lo hacen. Desde el año 2015 se intervinieron federaciones como la madrileña sin respetar lo que la militancia había determinado con falsas acusaciones contra el entonces secretario general Tomás Gómez. Es decir, Ferraz utilizó los mismos métodos que lo que ahora Sánchez ha dado en llamar «la máquina del fango» o «la fachosfera». En ese mismo año, se intervinieron cientos de agrupaciones locales.
Tras haber sido fulminado en el Comité Federal del 1 de octubre de 2016, Sánchez volvió con el apoyo de la militancia. Fuentes sanchistas contaron hace años a este medio que Sánchez expresó muchas dudas de volverse a presentar a las primarias contra Susana Díaz. Todo era un montaje, como lo fue la carta a la ciudadanía donde engañó a los militantes sobre su posible dimisión. Nunca tuvo intención de hacerlo.
Pedro Sánchez, desde que es secretario general, ha jugado con los tiempos políticos internos siempre en busca de sus propios intereses y aspiraciones. En 2016 estuvo okupando la Secretaría General durante meses al retrasar constantemente el 39 Congreso Federal que tenía que haberse celebrado en febrero de ese año y que no tuvo lugar hasta junio de 2017. Ahora, cuando su situación se le complica, tanto a nivel interno como respecto al gobierno, lo ha adelantado un año. Esto sólo lo hacen los autócratas.
La política de pactos con los nacionalismos e independentismos para mantenerse en el poder que van a tener un coste de más de 250.000 millones de euros de dinero público han abierto muchos ojos. Una Ley de Amnistía inconstitucional y el concierto económico con Cataluña han abierto los ojos que Sánchez no quería que se abrieran. Son muchas las federaciones que han despertado de la alienación de la secta, principalmente aquellas que están lideradas por personas que cuando abandonen la política tienen un futuro profesional. Los que siguen apoyando a Sánchez, casualmente, son aquellos que saben que si el líder supremo cae, ellos no tendrán donde caerse muertos. Los nombres los conoce todo el mundo, no hace falta mencionarlos.
La intervención de la Federación de Castilla y León, las críticas internas de otros líderes regionales (más allá de Lambán y Page) son la demostración de que el 41 Congreso Federal puede no ser tan plácido como Sánchez esperaba. El secretario general pretendía que todo fuera como hace 3 años en Valencia: una balsa de aceite, pero le están surgiendo problemas en los territorios como, por ejemplo, en Cantabria.
Los métodos con los que el sanchismo ha impedido que los militantes castellanoleoneses elijan a su secretario general son los propios de un régimen autoritario gracias a unos reglamentos y estatutos aprobados en el 39 y el 40 Congreso redactados sólo y exclusivamente para blindar a Pedro Sánchez en el poder. Además, la imposibilidad de recurso a la decisión adoptada viola derechos constitucionales. Pero eso a Sánchez le da igual. No quiere ni una discrepancia porque, el que se salga del camino por él marcado, acabará en la cuneta. Ya lo ha hecho con purgas sistemáticas que recuerdan demasiado a los primeros años del estalinismo o del franquismo. Nada le impide seguir matando a los opositores.
Matar al sanchismo
Durante años, tanto el Partido Popular como Vox repiten de manera recurrente la expresión «derogar el sanchismo» como una especie de promesa electoral. Sin embargo, el sanchismo no se puede derogar, sólo matarlo, eso sólo lo puede hacer el PSOE y el Congreso Federal adelantado de manera unilateral por Sánchez es una oportunidad única, dado, sobre todo, la eliminación de funciones ejecutivas de Comité Federal que impuso el secretario general en la reforma de los reglamentos y los estatutos del 39 Congreso.
Tanto Castilla-La Mancha como Aragón no han avalado reelección de Pedro Sánchez. Sin embargo, aunque el actual secretario general sea el único candidato que se ha presentado a las primarias, el Congreso Federal puede no refrendar que Sánchez siga ocupando el cargo de mayor responsabilidad del PSOE.
Sánchez tiene una oposición interna soterrada porque el escenario de miedo impuesto por sus sicarios hace que muchos dirigentes no se atrevan, sobre todo aquellos que en el pasado le apoyaron pero que, ahora, se dan cuenta de que el adelanto del Congreso Federal no es más que una maniobra cuyo objetivo es, además de blindar a Sánchez, eliminar cualquier atisbo de disidencia como ya hizo en el pasado.
Luis Tudanca, quien en 2017 presidió el 39 Congreso, ha sido muy claro cuando ha afirmado que «la lealtad no es sumisión y la unidad no es uniformidad. No me gusta que dos personas decidan en un despacho». Además, Tudanca ha demostrado cómo el autoritarismo lleva a la incoherencia porque, cuando se celebró el 40 Congreso en Valencia, los sicarios de Sánchez permitieron que el secretario general de Castilla y León ya hubiera aplicado el mismo calendario que ahora Ferraz le niega.
Sólo el PSOE puede matar al sanchismo, aunque haya quienes, como en Andalucía, sigan aferrados a defender el autoritarismo que el sanchismo ha impuesto. El Congreso Federal de Sevilla debe ser una rebelión abierta contra Sánchez y sacarlo de ahí, porque herramientas estatutarias y reglamentarias hay suficientes. La militancia no le ha elegido esta vez, sólo se le ha avalado. Ese es el mismo argumento que utilizó el propio Sánchez y alguno de sus sicarios de entonces cuando intervino defenestró a Tomás Gómez.
El 41 Congreso se celebrará a finales de noviembre y San Martín se celebra día 11 de ese mes. Ya es hora de que el PSOE haga cumplir con el refrán.