Medio millón de ‘fijos’ de cartón: el espejismo de la recuperación que oculta la precariedad laboral

El descenso del paro en abril no nace de un tejido productivo robusto, sino de fórmulas contractuales diseñadas para sobrevivir a corto plazo sin atender las necesidades reales de los trabajadores

07 de Mayo de 2025
Actualizado el 08 de mayo
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Precariedad laboral medio millon fijos

Según los datos oficiales del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), el mes de abril arroja una reducción del desempleo que, a primera vista, podría interpretarse como un signo de recuperación económica. Pero ese espejismo se desvanece cuando se analiza en profundidad en la naturaleza de los contratos.

Son los propios datos oficiales publicados por el SEPE los que muestran cómo de los más de 559.000 contratos calificados oficialmente como “indefinidos”, apenas el 38% garantiza una jornada completa. El resto se circunscribe a fijos discontinuos o parciales que se activan solo en los picos turísticos y dejan a los trabajadores a merced de la estacionalidad. En la práctica, el contrato indefinido ha perdido su carácter de promesa de estabilidad y se ha convertido en un simple instrumento para maquillar cifras y echar gasolina a la maquinaria de la propaganda.

La quiebra de la garantía que tradicionalmente ofrecía un puesto fijo se observa con crudeza en la industria. Allí, donde más se necesita un motor de empleo estable para impulsar un cambio de modelo productivo, sólo uno de cada cuatro contratos es verdaderamente indefinido. El resto son temporales y sirven únicamente para cubrir ausencias o atender incrementos puntuales en la producción. El resultado es una precarización estructural: técnicos, operarios y especializados que encadenan contratos de unas semanas o unos meses, sin poder planificar su vida ni acceder a una jornada completa y a una cotización digna.

Ceuta, donde el paro incluso cayó tímidamente en 78 personas, ofrece un caso extremo de esta dinámica. Con un 61% de desempleo femenino y un mercado laboral aún más fragmentado, la ciudad autónoma evidencia que ni siquiera los puestos “indefinidos” detienen la espiral de la precariedad. Allí, como en buena parte de España, la etiqueta de “contrato fijo” funciona como coartada para seguir manteniendo sueldos bajos, horarios reducidos y derechos sociales recortados.

La comparación interanual agrava el diagnóstico. Siempre según los datos oficiales, pese a que abril de 2025 rompió récords de contratos indefinidos, la contratación total cayó un 10% respecto a abril de 2024. Es la prueba de que el mercado laboral se asienta sobre un andamiaje endeble, capaz de inflar sus cifras de “fijos” mientras ralentiza la creación neta de empleo. Esa dualidad revela que el descenso del paro no nace de un tejido productivo robusto, sino de fórmulas contractuales diseñadas para sobrevivir a corto plazo sin atender las necesidades reales de los trabajadores.

La reforma laboral de 2021 introdujo incentivos para los indefinidos, pero no logró frenar el auge de modalidades atípicas. Si en 2019 los fijos discontinuos ya representaban un tercio de los nuevos contratos, en abril de 2025 siguen copando más de la mitad de los “indefinidos”. Y, a pesar de ello, el discurso oficial vende la idea de un mercado recuperado, cuando la realidad es que millones de personas encadenan contratos parciales y temporales, con ingresos insuficientes y sin cotización completa a la Seguridad Social.

La brecha de género resulta aquí especialmente perversa. Mientras la tasa de temporalidad entre los hombres se sitúa en el 40%, entre las mujeres asciende al 48%. Esa disparidad no es un accidente estadístico, sino la manifestación de un mercado que reserva la estabilidad (lo poco que queda de ella) a los hombres y condena a las mujeres a la precariedad, con todas sus implicaciones: sueldos más bajos, menores cotizaciones y pensiones futuras reducidas.

En definitiva, el descenso del paro de abril no se deriva de una recuperación saludable, sino que es la victoria de la apariencia sobre la sustancia. Encumbrar la firma de medio millón de contratos indefinidos oculta un sistema de contratos trampantojo, diseñado para recortar costes laborales y sociales. Frente a esta realidad, hay que trabajar en medidas que garanticen empleo con jornada completa, cotización plena y derechos plenos para todos, comenzando por cerrar la brecha de género y poner freno a la precariedad estructural que hoy disfraza sus abusos de “eficiencia”.

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