Santiago Abascal, líder de Vox, marca ya desde hace tiempo la agenda política que el Partido Popular (PP) parece seguir a rebufo, oscilando entre la condena y la conciliación. La acusación de Abascal al PP de "criminalizar" las protestas frente a la sede del PSOE en Ferraz no solo es un ataque directo a su estrategia sino también un reflejo de cómo Vox está dictando el ritmo de la oposición.
Quién está al volante de la derecha española
La crítica de Abascal es un dardo envenenado que intenta pintar al PP como una sombra timorata que reacciona en lugar de actuar, que elige la prudencia, aunque tarde, cuando la base exige firmeza. Según esta narrativa, el PP se encuentra en una posición reactiva, siguiendo los pasos que Vox marca, una dinámica que plantea serias dudas sobre quién está al volante de la derecha española.
Para Abascal, la condena del PP a los disturbios y su distanciamiento de Vox no son más que una demostración de debilidad, un intento de "ser una oposición blandita" que favorece al PSOE de Sánchez. Con esta retórica, Vox busca solidificar su imagen como el verdadero defensor de los valores conservadores y nacionalistas, desafiando la autoridad del PP como partido tradicional de la derecha.
El PP, liderado por Alberto Núñez Feijóo, se encuentra así en un dilema estratégico. Al condenar la violencia y desmarcarse de Vox, busca proyectar una imagen de responsabilidad y moderación. Pero esta estrategia tiene un coste: la percepción de que sus acciones son meras respuestas a los golpes de efecto de Vox, que no solo dicta la agenda sino que también arrastra al PP a una espiral de confrontación que podría no ser de su electorado.
La falta de visión propia del PP
Este enfoque reactivo del PP podría interpretarse como una falta de visión propia o como una estrategia deliberada para mantenerse relevante en un espectro político donde Vox capta cada vez más la atención mediática. El PP no tiene más remedio que seguir el ritmo que marca Abascal para no perder su base electoral ante el avance de Vox.
La pregunta que se plantea entonces es si el PP está cediendo terreno ideológico a Vox o si, por el contrario, está jugando un juego más largo, esperando que la estrategia de confrontación de Abascal sea insostenible. La respuesta a esta incógnita definirá no solo la relación entre ambos partidos sino también el futuro de la derecha en España y su capacidad para presentar una alternativa coherente y unida al gobierno del PSOE.
A medio plazo podremos ver si la postura del PP es pura estrategia de supervivencia o una capitulación ante el impulso de Vox. De su elección depende no solo su identidad como partido sino también la configuración del espacio político conservador en España.