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Canto de Proust al amor desbordado y la pérdida

El Paseo presenta La prisionera y La fugitiva, entregas quinta y sexta de la magna A la busca del tiempo perdido, en una brillante edición que actualiza el gran tótem literario del siglo XX, que aún da sombra a las generaciones actuales de escritores y les ilumina el camino

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análisis

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Antes de que la última entrega de la inigualable A la busca del tiempo perdido, El tiempo recobrado, culminara la obra magna más estudiada y admirada de la literatura universal pasado siglo veinte, las dos entregas que la precedieron, La prisionera y La fugitiva, presentadas ahora por El Paseo en su empeño descomunal de actualizar el gran tótem literario que aún da sombra a las generaciones de escritores del siglo veintiuno, suponen un nuevo hito en el gran proyecto proustiano. La editorial sevillana lo hace con un gusto exquisito y deja el empeño en las mejores manos, las de Mauro Armiño, como director de una edición que pone al día y acerca al lector todos los interrogantes y vericuetos de una saga que siempre tiene algo nuevo que ofrecer, más de un siglo después de vista la luz por primera vez.

Desde que en 1905 falleció su madre, faro y guía suprema de celo protector del genio literario, hasta la muerte de Proust en noviembre de 1922, el enfermizo escritor se enclaustró física y mentalmente para componer la mítica saga literaria de miles de páginas y a veces complicado seguimiento. Una tercera parte de los siete tomos que componen A la busca fue publicada de forma póstuma. El primer volumen vio la luz en 1913 y el último en 1927, cinco años después de la muerte del autor parisino. Todos estos años los dedicó a pleno rendimiento para culminar una de las obras literarias más monumentales de la historia de la literatura universal.

xLa fugitiva es un canto desolado por la pérdida de su gran amor, de la que ya solo queda el recuerdo y aun casi ni eso, porque el olvido lo avasalla todo

La quinta entrega, La prisionera, que ahora publica El Paseo en una nueva edición, traducida y anotada de forma exquisita por Armiño, junto a la sexta, La fugitiva, son dos volúmenes decisivos en la saga, ya que el primero aborda con una sensibilidad casi obsesiva el tema del amor extremo, desatado y enclaustrado del narrador por su amada Albertine, mientras la sexta parte es un canto desolado por la pérdida de su gran amada, de la que ya solo queda el recuerdo y aun casi ni eso, porque el olvido lo avasalla todo.

La imposibilidad del amor pleno es el gran tema de La prisionera, y tanto es así que el narrador opta por enclaustrar a Albertine para extremar todas las precauciones ante una pasión que se desborda por todas partes. Los celos son esa plaga que Proust retrata con una precisión de cirujano y que, al final, redundan en la frustración en el empeño de alcanzar el completo amor, pese a que este enamoramiento se renueva sin descanso.

Otro acierto, uno más, de esta edición que ahora ve la luz gracias a El Paseo es el resumen que introduce el editor en la parte final de ambos volúmenes, facilitando la labor al lector, que debe guardar en todo momento una atención extrema para seguir los intrincados caminos que va abriendo la lectura de esta obra descomunal.

Si en La prisionera el amor imposible por Albertine lo centra todo, en La fugitiva es el dolor por la pérdida el que acapara el protagonismo absoluto, una ausencia de la amada que deviene en olvido y el sufrimiento que ello conlleva en el amado protagonista. “Nada dura, ni siquiera los mayores dolores”, se lamenta el narrador. Esta versión de Armiño va acompañada de un completo listado de variantes de la ‘Albertine desaparecida’ y también de anotaciones explicativas.

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