Vivimos en un tiempo en el que las durísimas consecuencias de las crisis económicas provocadas por las clases dominantes han provocado una fractura entre la ciudadanía y la clase política porque, por un lado, la gente tiene la percepción, cierta o no, de que los dirigentes políticos no solucionan los problemas reales de a pie de calle y se centran sólo en los grandes asuntos; en otro orden, es muy habitual escuchar la frase «ya no hay políticos como antes».

Sin embargo, en España sí que hay políticos que, independientemente de su edad, sí que tienen la capacidad y la categoría de lo que el pueblo reclama a sus representantes. Una de ellas es Carmen Calvo, la mujer que se ha convertido en la piedra angular del actual gobierno de coalición progresista de izquierdas, el sostén que pone la coherencia en un Ejecutivo plagado de personas incoherentes.

La crisis de la socialdemocracia europea fue causada, principalmente, por la incoherencia ideológica, por la renuncia a conceptos ideológicos que deberían haber sido innegociables para cualquier partido socialista o socialdemócrata. La anteposición del interés o de la cuestión de Estado a los intereses y las necesidades de los respectivos pueblos hizo que éstos les dieran la espalda a los partidos que, tradicionalmente, habían sido los garantes del estado del bienestar.

La trayectoria de Calvo tanto en la administración autonómica como en la estatal es la muestra de su capacidad a la hora de hacer frente a las competencias que le corresponden en los cargos que ha ocupado. Cuando fue consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, aplicó medidas de impacto para, por ejemplo, la creación de la  Biblioteca Virtual de Andalucía, con una base superior a 500 documentos digitalizados de acceso público, dentro de la ley del Sistema Andaluz de Bibliotecas y Centros de Documentación, el Pacto Andaluz por el Libro, para apoyar y fomentar la lectura y apoya importantes inversiones para reformar iglesias y teatros —como el Teatro de la Maestranza de Sevilla— y en funcionamiento de más de un centenar de teatros y bibliotecas de todo el territorio andaluz además de desarrollar del Plan de Calidad de los Museos de Andalucía, que incluía la ampliación del Museo Arqueológico de Córdoba.

Cuando dio el salto a la política nacional, su impronta se notó incluso durante la campaña electoral de 2004, destacando por incentivar el voto joven que, con buena visión política, no necesitó de redondos asesores, porque Carmen Calvo lo consideraba clave para el PSOE.

En su responsabilidad como ministra de Cultura, tomó la difícil, pero justa, decisión de devolver a la Generalitat de Cataluña los documentos expoliados por el franquismo y que se encontraban en el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca. En aquellos años la piratería era uno de los mayores problemas para la cultura y lanzó un Plan Integral que iba acompañado con una reducción del IVA de los productos musicales y editoriales que fue frenado por la UE. Todo ese trabajo culminó con la Ley de Propiedad Intelectual de 2006. Calvo también promulgó dos leyes capitales para el mundo cultural, la Ley del Libro y la Ley del Cine.

Tras alejarse de la primera línea de la política, Carmen Calvo siguió con una actividad en segundo plano defendiendo las esencias del socialismo, sobre todo tras la amenaza latente de que el PSOE diera un giro hacia los postulados socialdemócratas que han terminado dejando a los partidos socialistas tradicionales europeos en un papel irrelevante en la política. Primeramente, defendió a Carme Chacón en las primarias que terminaron con Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general.

Años después, se postuló del lado de Pedro Sánchez frente al aparato de Ferraz controlado por las viejas glorias socialistas, ¿socialistas?, de la Transición que defienden, precisamente, los postulados de ese socialismo pragmático que se mueve por las razones de Estado, es decir, de las clases dominantes, en vez de plantear sus programas sobre la base de las necesidades del pueblo. Una obligación esta que debería ser irrenunciable para cualquiera que tenga un carné de militante del PSOE.

Toda esta experiencia y coherencia son claves para este gobierno de coalición porque sirve como elemento fundamental para aunar esas diferentes sensibilidades y lograr consensos que finalicen en el cumplimiento de los objetivos de justicia social que son los prioritarios para este Ejecutivo. Esto, evidentemente, en una parte del ambiente monclovita no sienta bien y, por esa razón, se pretende aislar a la «razón socialista sin miedo» porque hay intereses superiores que no pueden permitir que la ciudadanía vea los efectos positivos de las políticas basadas en la coherencia ideológica, de la que Carmen Calvo, hoy, sin dudas, es la bandera de Ferraz en el Gobierno. Su defensa por la cultura, la memoria democrática, la igualdad, las políticas sociales símbolo del socialismo de Pablo Iglesias Posse, serán fundamentales para apoyar desde su vicepresidencia todas las medidas que se adopten para poner a funcionar las reformas necesarias y los proyectos adecuados para lograr la igualdad real universal, con el fin de poder garantizar protocolos de formación, seguridad y conciencia social colectiva desde la ética moral, desde donde el Socialismo sea, de una vez por todas, la verdad sin paliativos para liderar sin intermediaciones ni modismos, sino desde el compromiso de la coherencia todas las actuaciones necesarias eficaces para enfrentarse a la lacra que invade a la sociedad, desde la prostitución, la esclavitud, falta de libertad y derechos humanos, la violencia de género, el clientelismo, la desigualdad, la corrupción, a la injusticia desde la justicia, la incoherencia del egocentrismo, a las hogueras de las vanidades, y a los fraudes humanos del despotismo ilustrado.

Esto es fundamental, puesto que una figura como la de Carmen Calvo es clave en un gobierno y un partido político donde conviven sensibilidades que van desde el neoliberalismo más conservador hasta el neo socialismo para que los objetivos de ambos, gobierno y partido, se puedan llevar a efecto, para que las reformas que son tan necesarias, sobre todo en un escenario como el actual, se implementen para que la ciudadanía descubra que, por una vez en la democracia, se orienta la estrategia gubernamental hacia el pueblo y no sólo a proteger a élites, barones y administradores del Estado  más o menos oportunistas.  

La amenaza de la ultraderecha en España ya es un riesgo real para la democracia y Carmen Calvo se ha convertido en el muro por saber analizar a la perfección las diferencias del fenómeno respecto a lo que ocurre en Europa. En primer lugar, defendiendo las políticas de género, la lucha por la igualdad real y contra la violencia machista, hecho que supone también enfrentarse de frente a estos partidos ultras que pretenden la involución de la sociedad hacia los parámetros en los que la mujer estaba sometida a los derechos del hombre o a la anulación de la propia personalidad femenina. El papel de Calvo se fortalece por, precisamente, una trayectoria definida por la defensa de los derechos de la mujer y de los derechos humanos.

A diferencia de otros países, en los que los ultras están creciendo por, precisamente, la captación de apoyos entre los desilusionados de un sistema conquistado por las élites y las dictaduras privadas, España dispone de personalidades políticas como Carmen Calvo capaces de gestionar la crisis democrática que supone el crecimiento de los partidos de extrema derecha y, sobre todo, en ser la vanguardia de la democracia frente a la barbarie de quienes pretenden romper con todos los avances, sobre todo en lo referente a los derechos de la mujer, algo que ha demostrado en estos meses de gobierno junto a su equipo de trabajo, a pesar de lo que le «rodea».

La labor que Carmen Calvo está haciendo respecto a la memoria democrática, con la aprobación de una ley fundamental en un país que sufrió 40 años de dictadura fascista y que renunció a la dignidad y la justicia hacia las víctimas para evitar alterar a los residuos ultras tras la muerte del dictador, es ímproba, coherente y, sobre todo, basado en las indicaciones que al respecto han hecho organismos internacionales como la ONU y la UE.

La salida de los restos de Franco del Valle de los Caídos, la devolución del Pazo de Meirás al pueblo, el homenaje a los héroes españoles de La Nueve venerados en todo el mundo menos aquí, el recuerdo y reconocimiento del gobierno a las víctimas del campo de concentración nazi de Mauthausen, y, sobre todo, la aprobación de la Ley de Memoria Democrática son elementos clave basados en la coherencia que no tienen otro fin que hacer justicia a quien la lleva reclamando durante 40 años y que España no siga siendo la vergüenza democrática de Europa por tener activos aún elementos de exaltación del franquismo en todo el territorio nacional.

La coherencia es, además, un aspecto que está basado en algo mucho más elevado: la verdad, un elemento básico en la política, sobre todo cuando se ocupan puestos de poder. En este aspecto la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, ha dado muchas lecciones de lo que es defender la verdad política a través de la coherencia ideológica. Un ejemplo de ello son las palabras que pronunció en el Senado: «La democracia se tiene que mirar a sí misma con las gafas de la verdad […] La democracia española no puede tener desaparecidos. Tenemos que seguir abriendo las fosas para saber dónde están compatriotas nuestros que entregaron su vida, justamente, para seguir sembrando las libertades, los derechos y la democracia de la que ahora nosotros nos beneficiamos como país. Se merecen la verdad y también la reparación. Por eso vamos a identificar a cuantos podamos: tenemos una deuda de gratitud, no sólo con ellos, sino también con sus familiares».

El filósofo estadounidense Charles Sanders Peirce afirmaba que la «identidad de un hombre consiste en la coherencia entre lo que es y lo que piensa», sin duda este comportamiento es la gran ventana de la verdad desde la que dirigirse al pueblo. Esa coherencia en un político o política es fundamental, puesto que se hallan factores ideológicos que el pueblo percibe y cuyos errores no perdona. Esto ocurre, sobre todo, en el arco de la izquierda y del progresismo porque es el arco ideológico que, teóricamente, orienta sus acciones hacia el bienestar de los y las ciudadanas.

El problema de España está en que, en muchos aspectos, la política se ha instalado en la mediocridad y en la bajura de miras. La mediocridad no es la diferencia entre los conocimientos y formación de los seres humanos. La mediocridad está instalada en todos y cada uno de los lugares de la sociedad. La mediocridad es una diabólica condición humana, la incoherencia con la verdad de las ideologías y los pensamientos más perversa del ser humano, lo que yo he dado en definir como «lo terriblemente humano».

El problema de la mediocridad es que es la puerta que da paso a la soberbia, a la maldad, la deslealtad y la traición. Los mediocres siempre buscarán el modo de hacer daño para ocultarse en el mal ajeno. Incluso llegan a comprar un suspiro de decencia que, por supuesto, no encuentra la sustentabilidad de la dignidad, de lo permanente, ni de la verdad. La mediocridad lleva al daño y se pretenderá siempre esconder detrás de éxitos pagados y, sobre todo, siempre estarán plagados de cobardía.

Por eso, Carmen Calvo es incómoda para muchos, incluso para el sistema implantado en algunos centros de poder, porque representa todo lo que no supone caminar por la senda fácil que abren las clases dominantes, sino que practica la noble acción de avanzar eliminando los obstáculos que los mediocres (que en todos los lados los hay) intentan poner en el camino. Chesterton afirmó que «la mediocridad consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta», y también dijo que «Si de verdad vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo a toda costa».

5 COMENTARIOS

  1. Sr. Todólogo guarde el botafumeiro en el trastero de su vivienda Ya conocemos a la Sra. Calvo desde hace tiempo y el olor del incienso de su artilugio no nos va a hacer olvidar sus hechos.

  2. Que si que no pasa nada que hay que hacer fiscal general al la ex-ministra de justicia se hace y no pasa nada.
    Ayer en su artículo mencionaba al juez Garzón cuando archivó la causa contra el Santander, pues bien ese mismo ex-juez este fin de semana con la fiscal general en Roma, si la que junto a Villarejo y Garzón se ríen mucho de todo , a que sí. Pues yo no me rio y no me rio por ver que entre unos y otros nos vamos al desastre total y ninguno de estos personajes lo pasaran mal, al contrario con el nombre del pueblo viven como sibaritas.

  3. Sigo pensando que Carmen Calvo está en el partido equivocado (les ocurre a muchos en el Psoe). Su sitio está en el PP. Una vez colocada ahí y con su misma trayectoria el elegio ya es más complicado.

  4. Gracias aesta ministra donde yo vivo ya están sacando a los asesinados de la gerra por el dictador de las cunetas que ya era hora que eso no pasa ningún país del mundo 80 años después

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