sábado, 11mayo, 2024
16.6 C
Seville

Cisne negro

Isabel Bailo Domínguez
Isabel Bailo Domínguez
Profesora de educación infantil, técnica fitosanitaria cualificada, técnica medioambiental y forestal, madre a tiempo completo, actualmente estudiante de grado de historia y Rebelde con causa.
- Publicidad -

análisis

- Publicidad -

Siempre me ha fascinado el hecho de que en Australia existan animales tan raros, extraños y únicos. Canguros, wombats, equindnas, dingos, koalas u ornitorrincos. Con nombres de rimbombante sonoridad y aspecto inverosímil, parecen los experimentos de un doctor Moreau exiliado en las antípodas. Una ve a un ornitorrinco y no puede evitar pensar que es un boceto que salió mal a Dios y que decidió apartar de su vista. Y que me perdone el colectivo «Amigos del Ornitorrinco».

Pues bien, supongo que la misma fascinación tuvieron los barcos europeos a finales del siglo XVII que se lanzaron a la aventura de explorar Australia cuando en 1697, mientras navegaban por las aguas de un río desconocido del suroeste de Australia Occidental, el capitán holandés Willem de Vlamingh avistó varios cisnes negros, siendo posiblemente el primer europeo en observarlos.

Se trató de un hecho inesperado, novedoso. Hasta ese momento la ciencia solo había registrado cisnes blancos. La visualización a lo largo de los siglos de todos los cisnes de ese color parecía constatar que todos lo eran. Sin embargo, la aparición de cisnes negros en Australia acabó de golpe con esa supuesta “evidencia”.

En este hecho, se basó la «teoría del cisne negro», que fue desarrollada por el matemático-inversor-filósofo, profesor, escritor y exoperador de bolsa libanés estadounidense Nassim Taleb en 2007. El libro, que fue un «best Seller», remarca «El impacto de lo extremadamente improbable».

La teoría del cisne negro parte de la idea de Hume: el hecho de que hayamos observado muchos cisnes blancos no debería hacernos descartar la existencia de un cisne negro.

Nadie ha explicado con tanta brillantez la era de la incertidumbre que atenaza al mundo occidental desde hace dieciséis años. Es decir, que la modernidad es tan compleja que no podemos entenderla del todo y, por tanto, somos vulnerables a acontecimientos tan imprevistos como letales. Por usar su propia metáfora, nos acostumbramos a vivir en un mundo repleto de cisnes blancos… hasta que la repentina aparición de un cisne negro derrumba nuestras creencias previas y nos obliga a replantearnos cómo funciona todo.

La primera guerra mundial, la aparición de internet, la crisis del euro, de Wikileaks, el atentado del 11S, la pandemia de covid-19. Por no hablar de España: el 15-M, el rescate bancario o, desde el 1-O, la ópera bufa del procés, son sin duda cisnes negros.

Fenómenos muy distintos que, por mucho que no los hubiéramos visto antes, no significaba que no fueran posibles.

Nassim Nicholas Taleb se ha convertido en el Sócrates del siglo XXI, donde se le rifan en grandes foros y simposium por escuchar sus metáforas y teorías. Dicen de él que es arrogante, un capullo, un genio y un cretino, más que nada porque se mete con el sistema financiero, la burocracia, el Financial Times, con los banqueros de Wall Street, con todos y cada uno de los miembros de la Reserva Federal, y con Goldman Sachs por ejemplo («casi Na»… como diría mi abuela andaluza).

No hace mucho escribió otro «Best Seller» de aforismos donde plantea verdades como: «Hay que acabar con los bancos: su única función es pagar millones a sus ejecutivos»,  o «para llevar a un tonto a la ruina, dale información». 

Él explicó en una entrevista, que los individuos nunca aprenden, pero los sistemas sociales sí. Y lo hacen expulsando a los inútiles que la cagan. Supongo que algo habremos mejorado con la crisis. Muchos capullos se han arruinado. Pero no los suficientes, también dice, «Me gusta que los poderosos me vean como un capullo, porque eso significa que voy contra lo establecido y que su único argumento es insultarme».

Un tipo así, en el fondo me cae bien, porque no tiene reparos en decir a la humanidad que no somos tan listos y «guapos» como en realidad nos creemos, que al igual que Sócrates, solo sabemos que no sabemos nada y eso nos da una patada de humildad que nos devuelve a la realidad de esta vida.

No tiene reparo en señalar que si tan listos somos, ¿cómo es posible, entonces, que haya una diferencia de casi seis mil años entre la invención de la rueda y la de la maleta con ruedas?… (Ja! Ahí nos ha dado bien fuerte). 

Estoy de acuerdo con él.

En realidad hay muchas más cosas que desconocemos de las que conocemos. Y que realmente nuestro objetivo más ambicioso al final del día es evitar ser unos imbéciles.

Llamarme pesimista si queréis, pero en realidad un pesimista no es más que un optimista bien informado. Si estudiáramos el sistema, sabríamos todos con antelación lo que sucederá de la misma forma que lo hace Taleb. El futuro se ve muy negro como sus cisnes, pero la sociedad actual no quiere que le digan la verdad, quiere vivir la euforia del consumismo televisivo y del postureo instagrámico. Eso de cambio climático, desertificación, pico del petróleo, extinción de las especies, agotamiento de los recursos o superpoblación son cuentos de agoreros.

En fin, no me molestes mientras pongo un tuit.

- Publicidad -
- Publicidad -

Relacionadas

- Publicidad -
- Publicidad -

2 COMENTARIOS

  1. Muy interesante este tema de los cisnes negros y muy bien explicado en el artículo. Hay acontecimientos catastróficos que de golpe nos obligan, o nos deberían obligar a replantearnos cómo funciona todo, o nuestra idea o la narrativa que hemos comprado acerca de cómo funciona todo. Entre estos eventos, los hay reales y los hay «fabricados» precisamente para impulsar o crear e imponer alguna narrativa. Por ejemplo, la llamada pandemia, provocada o no, se ha utilizado para imponer la narrativa de «sólo la medicina oficial basada en una potente y avanzada industria farmacéutica está capacitada para responder o resolver todo problema sanitario», con lo que se justifica la persecución y la intención de suprimir todas las terapias que no estén dentro del paraguas oficial, y, ya de paso, imponer una disciplina férrea para silenciar/criminalizar todas las voces que, desde dentro del mundo científico y académico, se atreven a denunciar las inmumerables y macabras estafas de la medicina oficial. Estafas científicas, pero estafas al fin y al cabo.

    Es importante saber identificar y reconocer los cisnes negros que se van produciendo. A este respecto pondré dos ejemplos de eventos que deberían quitarnos la venda de los ojos y que merecerían haberse incluido en el artículo. Uno son las diferentes guerras en que nuestros queridos gobiernos nos están involucrando de un modo claramente premeditado, programado, planificado, intencionado… y la venda o los anteojos que debería quitarnos ese cisne negro es la que nos hace creer que nuestros gobiernos son nuestros representantes democráticos cuya función es administrar nuestros recursos para promover nuestro desarrollo, bienestar, justicia social… El otro ejemplo de cisne negro que brilla por su ausencia en el artículo sería la «ley de amnistía» que se quiere impulsar como condición para la formación de gobierno «de progreso». ¿Y por qué digo que esto es un cisne negro? Varios motivos: es una forma de violentar el Estado de Derecho en su pilar fundamental, la separación de poderes. No es al ejecutivo al que correponde decidir de qué se puede ocupar y de qué no o dónde debe actuar y dónde no el poder judicial, por lo que está incurriendo en una intromisión inaceptable que crea un precedente muy peligroso. De ahora en adelante será el gobierno el que decida qué delitos pueden ser juzgados y cuáles no en función de sus intereses, en este caso, en función de su afán de perpetuarse en el poder, en otros casos futuros nuestra supuesta «protección» contra una supuesta crisis climática, pandémica, de seguridad nacional… Por otra parte también es una muestra descarada de la domesticación de las instancias que, en un país democrático, están encargadas de fiscalizar y de poner límites a la acción del gobierno. Que no quepa ninguna duda que nadie se hubiera atrevido ni a sugerir la posibilidad de crear una ley de aministía si nuestro Tribunal Constitucional fuera mínimamente independiente. Si se atreven a plantear esa posibilidad es precisamente porque el TC está completamente en manos de los partidos que están negociando la investidura. Curiosamente no plantean lo que sería realmente necesario y democrático: una reforma legislativa para abrir una puerta a la posibilidad de celebrar un referéndum de autodeterminación.

    Es importante la forma en que cada cual identifica e interpreta los cisnes negros, y a mí me surgen bastantes dudas del modo en que lo hace la autora del artículo, teniendo en cuenta el giro Gretathumbergiano de su parte final. ¿Considera Isabel Bailo que el calentamiento global, el agotamiento de los recursos, la superpoblación… son cisnes negros? Y si es así ¿cuál es la venda que nos debería caer de los ojos? ¿será que tenemos demasiada industria, que hay que volver a la etapa preindustrial con todo lo que eso conllevaría, o empezar a despoblar…? ¿será culpa del capitalismo? ¿será que necesitamos un gobierno global que nos conduzca con mano firme a un nuevo paraíso en la tierra? Yo no creo que sean cisnes negos. Son problemas, eso sí, y problemas importantes, y creo que está ampliamente demostrado que la solución a esos problemas son el desarrollo tecnológico y económico en un entorno seguro, pacífico y democrático. Pero un desarrollo técnico y económico no dirigido por los gobiernos, sino por el interés de la población y concretamente del consumidor informado y consciente, ya que tengo muy claro después de tantos cisnes negros que los gobiernos son corporaciones de naturaleza predatoria: su única función es depredar y controlar la población. Y lo peor es que están evolucionando de la fase cazadores-recolectores a la fase de pastores agricultores. Nos quieren convertir en ganado.

  2. Cisne negro my ass. La pandemia sirvió para…
    1. Romper las cadenas de suministro con China y erosionar su imagen. Ahora fabricamos en la India.
    2. Imprimir billetes, generar inflación (quantitative easing) y socializar la factura de una crisis financiera gruesa de la que ni siquiera se habla.
    3. Pasar la factura biotecnológica, de sabe dios qué, a la comunidad internacional vendiéndole ¿vacunas? de dudosa eficacia en el mejor de los casos.
    4. Arrancar la máquina censora que ya creara Obama para combatir las ‘fake news’ defenestrando a los rebeldes.

    Saludos Isabel, te conocí en el canal de repasantes, no siempre coincidíamos, pero me alegro de que sigas ‘repasando’

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre

- Publicidad -
- Publicidad -
Advertisement
- Publicidad -

últimos artículos

- Publicidad -
- Publicidad -

lo + leído

- Publicidad -

lo + leído