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Con Lorenzo Silva en el Colegio de Abogados

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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Me dice que tiene una charla en el Colegio de Abogados. Inmediatamente se me dispara la imaginación -los enamorados de la luna creemos que todo son cohetes que nos pueden llevar hasta ella- y pienso, no sé por qué, que mi viejo y querido amigo va a dar una conferencia sobre el Derecho Europeo y su Influencia En La Actual Vida De La Sociedad Española o algo parecido, y le pregunto si puedo asistir.

Puedo. ¡Alegría!

Quedamos un poco antes porque Silva es abogado colegiado, nunca ha dejado de pagar su cuota, y sucede que tiene un carnet bastante anticuado y va a aprovechar la charla para pasar por la secretaría y renovarlo.

Con Lorenzo Silva siempre me suceden maravillas, conozco gente espléndida (entre ellos sus padres y muy especialmente su madre) y voy a sitios a los que normalmente no iría. En esta ocasión gracias a él conozco a Mario Barabino, el responsable de la Biblioteca y del Archivo Histórico en el Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid. Para mi sorpresa ha leído EL SABOR DEL ÚLTIMO BESO, la novela que publiqué en el mes de junio con la Esfera de los Libros y que está inspirada en la trepidante y casi inverosímil vida del Marqués de Portago.

El Marqués de Portago era el propietario del palacio situado en el número 9 de la calle Serrano de Madrid, Mad Madrid; justo donde ahora está instalado el Colegio de Abogados.

-Precisamente estamos en tratos con la Mutualidad para quedarnos también con las dos plantas superiores del edificio.

Al parecer los marqueses ocupaban las dos primeras plantas y las otras las alquilaban. Todo me parece interesantísimo. E inspirador.

Javier Puebla y Pedrol Rius. Foto: Daniel Fénix.

La charla con Lorenzo se desarrolla en lo que a mediados del siglo pasado era el patio de luces de su palacio. Me imagino caballos y carruajes, quizá todavía algunos huertos cayendo en dirección de lo que ahora es el paseo de la Castellana, y me doy cuenta que estoy muy cerca de donde construyó su faraónico palacio otro personaje histórico al que también, sólo a ellos dos, le dediqué una novela: EL HOMBRE QUE INVENTÓ MADRID, que no fue otro que el Marqués de Salamanca. Entre marqueses me hallo; y podría estar acompañando a un tercero, porque en otra época sin duda a Silva le habrían dado ya un marquesado, como se sigue haciendo en Gran Bretaña con el título de Sir.

Para quien piense en que existe algo más allá de la razón para explicar el mundo será fácil creer que no era solo la casualidad lo que me había llevado hasta el palacio de Alfonso Cabeza de Vaca, descendiente del conquistador Alvar Núñez Cabeza de Vaca, XI Marqués de Portago). Y aún admitiendo que fuera sólo casualidad se trataría de una casualidad afortunada.

Fortuna que se acrecienta cuando entro en lo que era el antiguo patio y ahora es una maravillosa sala de conferencias y en una de sus paredes veo a Pedrol, Pedrol Rius, el hermano del padrino de mi madre, y personaje omnipresente en la pequeña historia familiar.

De algún modo me siento en casa, y ya estoy sentado, literalmente, en una de las butacas, cuando se sienta junto a mí García Torres, Gregorio García Torres, que resulta ser el Director General del Colegio, y cuando le hablo de Fon y la novela del último beso me dice que no habría mejor lugar para presentarla que allí, donde estábamos, en la que fue su casa y a dónde he llegado gracias al más sólido de mis colegas en el mundo literario. ¡Ojalá! Sería genial. En su palacio. Porque además sucede que -otra casualidad afortunada o capricho del destino- aún no hemos presentado en Madrid.

Seguro que mi mujer me reñirá esta noche cuando le enseñe este artículo antes de enviarlo al periódico.

-¿Estás escribiendo sobre Lorenzo y te pones a hablar de tus marqueses y de tu tío Pedrol?

No. Ya. Sí. Tiene razón. Voy a intentar remediarlo, hasta donde se pueda, en las siguientes líneas. La charla de Lorenzo no era una conferencia sobre La Influencia del Derecho Europeo En Los Hábitos de la España Actual, como había querido suponer mi imaginación calenturienta. Estaba allí como escritor. Como escritor que había estudiado derecho. Como escritor que está colegiado como abogado. Y era el primer invitado del recién creado “Espacio Lectura” del Colegio.

Fue fascinante. Interesantísimo. Yo me creo que lo conozco fenomenal, pero siempre habrá infinidad de detalles que me resultarán nuevos.

Explicó Lorenzo que él, desde adolescente, tenía clarísimo que quería ser novelista, aunque era consciente que no se podía vivir de “eso”. Así que estuvo desgranando posibles carreras: biología, matemáticas, filosofía, derecho…

En ese momento se detiene y nos mira, al centenar de personas que estamos allí reunidos escuchando la tertulia que tutela Mario Barabino, y dice una frase que no pude evitar apuntar, explicando por qué en ningún momento consideró como primera opción estudiar filología:

“No quería estudiar textos de otros, sino crear los míos”.

Ese es Lorenzo Silva. Y el trayecto ha sido largo, y duro, aunque quizá parezca un camino de rosas visto desde fuera y dada la avalancha de éxitos. Pero detrás hay infinitas horas de trabajo y la renuncia a numerosas facilidades de la vida. El precio era alto; pero él lo ha conseguido. Creo que es el único de mis colegas que se ha convertido en un verdadero gigante. Su más reciente novela, Púa, me pareció una obra maestra, y así lo dije desde estas mismas páginas.

Lorenzo Silva en el ICAM. Foto: Daniel Fénix.

Para mí que exista Lorenzo es un consuelo absoluto; lo hablaba muchas veces con Paquita, su madre. Lorenzo ha demostrado que era posible lo imposible, lo que él mismo consideraba imposible: vivir de ser escritor, y concretamente de ser novelista. Yo, voy a hablar de mí mismo y me volverán a reñir, lo he intentado a tiempo completo con todas mis fuerzas e ingenio durante más de veinticinco años, también escribo desde niño, y -todavía- no lo he logrado. Sigo siendo un aspirante.

Disfruté tanto con la conferencia, me siento tan orgulloso de todo lo que ha logrado mi colega y amigo. ¡Y lo que logrará! Porque está en “subida libre”, que se diría en jerga bursátil. Estoy deseando leer todos sus próximos libros.

Excelsior.

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