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El nombramiento de Delgado como fiscal general del Estado enerva a las derechas

PP, Vox y Ciudadanos se oponen a cualquier negociación para resolver el problema de Cataluña, un asunto en el que la ex ministra de Justicia puede aportar su experiencia política

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análisis

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El nombramiento de Dolores Delgado como nueva fiscal general del Estado ha enervado a las derechas, que ya han puesto el grito en el cielo. El líder de Vox, Santiago Abascal, habla de “golpe” institucional (otro más), mientras el del PP, Pablo Casado, cree que Delgado se convertirá en la “ministra 23” del Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez.

Para Casado, la elección es “equivocada”, ya que “ataca directamente” a la “separación de poderes y al propio Estado de Derecho”. Con esa rotundidad, un tanto exagerada e irreflexiva, se ha pronunciado en la presentación de la conferencia del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, organizada por Fórum Europa.

El anuncio de Sánchez de que piensa acometer en esta Legislatura la “desjudicialización” de la política no ha sentado nada bien en el PP. Fueron ellos, los populares, quienes iniciaron la estrategia de persecución de los líderes independentistas catalanes en los tribunales ordinarios de Justicia. Una hoja de ruta, la que tenía por objetivo encarcelar a Oriol Junqueras y los suyos, que ha fracasado estrepitosamente y que ha terminado con el ridículo y la erosión de la imagen del Tribunal Supremo ante las instituciones europeas.

Conviene no olvidar que fue el PP quien dio las primeras instrucciones directas a la Fiscalía General del Estado para que abriera diligencias contra los impulsores del “procés”. De ahí que suene a intolerable sarcasmo que sea el propio Casado quien diga ahora que su partido abanderará la “despolitización” de la Justicia. ¿Despolitización cuando el Partido Popular se distinguió en sus años de Gobierno por la fagocitación del Poder Judicial y su espuria utilización para intereses y fines partidistas?

Todo lo que dice últimamente Casado resulta hiperbólico, exagerado, sobreactuado, y solo se explica por el miedo que recorre Génova 13, el temor a que Vox termine dando el ‘sorpasso’ y erigiéndose en el partido hegemónico de la derecha española.

Según Casado, el nombramiento de Dolores Delgado como nueva fiscal general del Estado es una equivocación más de las muchas que su partido ha escuchado estos días. Y no extraña que no guste en las filas populares. Delgado es una jurista experta y de reconocido prestigio que puede además aportar a la resolución del conflicto de Cataluña su reciente experiencia política como ministra de Justicia. En cualquier caso, una persona de la máxima confianza de Sánchez que apostará por el diálogo y no por los antidisturbios, la porra y la represión. Tras el reciente acuerdo PSOE-ERC entramos en una nueva etapa del “procés” y de la inteligencia y el tacto político dependerá en buena medida que la mesa de negociación entre Gobierno central y Generalitat llegue a buen puerto. En ese frágil e inestable tablero, Delgado se antoja una pieza fundamental para enfriar la cuestión catalana, reenfocar el problema de los políticos soberanistas encarcelados e impulsar el entendimiento entre Madrid y Barcelona. Es una jugada maestra de Pedro Sánchez.

Por eso Casado despotrica tanto. “La ministra 23”, la ha llamado en un tono mitinero que recuerda bastante a las formas antidemocráticas de Abascal. “¿Qué dirían de nosotros si hubiéramos propuesto a Alberto Ruiz Gallardón como fiscal general del Estado?”, se ha preguntado el líder popular, que ha recordado aquellas palabras de Pedro Sánchez en una entrevista radiofónica, poco antes de las elecciones, cuando admitió, en un error mayúsculo, que la Fiscalía General del Estado depende del Gobierno.

Si Delgado va a estar al servicio de los intereses del PSOE y si su nombramiento ataca directamente a la separación de poderes y al propio Estado de Derecho, “tal como lo entendemos en el PP”, según Casado, se irá viendo con el tiempo. En todo caso, más allá de la histeria colectiva que parece haberse apoderado de la derecha con el problema de Cataluña, es evidente que la única salida que queda ya para resolver la grave crisis territorial es la negociación por la vía del diálogo. Y ahí Delgado puede jugar una baza importante.

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