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La reforma de los horarios laborales, el gran reto de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz

En España la jornada máxima es de 40 horas semanales. Sin embargo, las cifras oficiales muestran cómo se están dando más de 320 millones de horas extra sin remunerar, lo que supone un fraude empresarial de más de 2.500 millones de euros.

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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España es uno de los países del mundo donde más horas se trabajan pero con una de las peores productividades de la Unión Europea. Esto se debe, principalmente, a la tipología de jornada laboral que sirve como herramienta de explotación para los empresarios. No es normal que un trabajador salga de su casa a las 7 de la mañana y regrese pasadas las 21 horas. Todo ello, con salarios de miseria que impiden un proyecto de vida digno.

Por esta razón, la racionalización, la reforma o la revolución de los horarios laborales es el gran reto tanto para Pedro Sánchez como para Yolanda Díaz. Es un tema de justicia y coherencia ideológica, además de una de las mayores demandas de las clases medias y trabajadoras.

En España la jornada máxima es de 40 horas semanales. Sin embargo, las cifras oficiales muestran cómo se están dando más de 320 millones de horas extra sin remunerar, lo que supone un fraude empresarial de más de 2.500 millones de euros.

Hay puntos que son clave para realizar esa reforma de los horarios. En primer lugar, las jornadas partidas han de desaparecer el mercado laboral. Este modelo de jornada provoca que un trabajador dedique a su trabajo más de la mitad del día. Reformar el mercado del empleo en España pasa por caminar por la senda de la jornada continua, sin más interrupciones que los descansos que marca la ley, sin paradas no retribuidas que, al fin y al cabo, es lo que la lógica debería imponer.

Sin embargo, para el empresario español está mejor valorada la permanencia en el puesto que la efectividad en la producción. Está comprobado que el trabajador rinde mucho más durante la jornada continua. Por ejemplo, los trabajadores propusieron a la gerencia de una empresa el cambio de la jornada partida por la continua con datos que demostraban que la productividad tras la parada de la comida bajaba un 30%. Dicha gerencia aceptó dicho cambio durante un periodo máximo de dos meses con un análisis diario de resultados productivos que, efectivamente, dieron un aumento total de la producción del 36% respecto a la situación anterior y un incremento del beneficio neto de más del 20%.

Este ejemplo real muestra que si las empresas ganan productividad también crecen en competitividad, los trabajadores ganan en calidad de vida, en capacidad de descanso tras la jornada laboral y se logra aprobar una de las asignaturas que España lleva suspendiendo desde casi el inicio del mundo moderno: la conciliación de la vida laboral con la personal.

La implantación de las jornadas continuas y la eliminación de las jornadas partidas logra, además, que las empresas aumenten su competitividad a nivel nacional e internacional tanto a nivel de servicios como a nivel de producción industrial. Todo ello sin recurrir a bajadas salariales ni a reducciones de plantillas. La empresa de la que hemos hablado anteriormente pasó de los 10 trabajadores con los que comenzó a los más de 175 que tiene actualmente.

Reducción de la jornada máxima

En los últimos años se ha pasado de la reclamación histórica de las 35 horas semanales a las 32 con un trabajo de cuatro días. Una reducción de la jornada máxima junto a la eliminación de la partición de la misma siempre conllevará un efecto positivo en la productividad de las empresas.

Sin embargo, en el empresariado español se sigue anteponiendo la idea de que a más horas dedicadas al puesto el trabajador está más implicado con la empresa y, tal y como se ha demostrado en otros países, es un error.

El compromiso del trabajador con su empresa se ve reflejado en los beneficios que retorna a la corporación y no en las horas que permanece en su puesto ya que un exceso conlleva tener trabajadores quemados que pierden más tiempo que otra cosa, dado que si no se logra un desempeño óptimo durante la jornada asignada quiere decir que, o no rinde lo adecuado por dar la sensación de apego, o no está capacitado para llevar adelante su tarea.

Los efectos de la reducción de la jornada máxima van más allá ya que el riesgo de entrada en la pobreza de las familias biparentales se reduciría sustancialmente, como ocurre en la actualidad porque las jornadas parciales (sobre todo en el caso de las mujeres) no cubren las necesidades de una familia si los ingresos de uno de los dos miembros falla.

Ya a principios del siglo XX Alva Myrdal ponía el ejemplo de un matrimonio donde el hombre aportaba 45 horas semanales. Si se redujera la jornada máxima a 35 horas la mujer se podría incorporar al mercado laboral y, de este modo, esa familia recibiría el salario correspondiente a 70 horas semanales.

Tanto la eliminación de las jornadas partidas y la reducción de horas máximas semanales son medidas que no obedecen a la pretensión de trabajar menos y tener un salario igual o superior sino que son medidas imprescindibles para aumentar la productividad, para incrementar la salud de los trabajadores, y, sobre todo, son un beneficio para la economía global del país, dado que el consumo aumenta, lo que, a su vez, genera más puestos de trabajos en el sector del comercio, tanto minorista como mayorista.

Respecto a quienes aplican una política de turnos también es necesaria una modificación importante por motivos de salud de los trabajadores: la rotación de turnos debe ser prohibida. Aquellos que tienen su empleo han de estar ubicados en un turno concreto, sin cambios de ningún tipo, siempre con el mismo horario, salvo que fuera el propio trabajador quien lo solicitara.

Una persona no puede tener un proyecto de vida si no conoce de antemano las horas que debe dedicar a su trabajo y las que tiene disponible para sí misma. Diferentes estudios científicos afirman que la rotación en los horarios de trabajo provoca a largo plazo un empeoramiento del estado de salud de estos trabajadores y su entrada en grupos de población en riesgo de tener enfermedades coronarias o relacionadas con el estrés que genera el hecho de no tener una estabilidad horaria y de mantenimiento de la seguridad biorrítmica.

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