El confinamiento de obligatorio cumplimiento ha cerrado definitivamente las calles y paralizado la actividad económica en todo el país. En este contexto, las mujeres trans en general y dentro de ellas, las mujeres trans trabajadoras del sexo (TTS) han quedado abandonadas en una situación de mayor vulnerabilidad. 

Las iniciativas de algunos colectivos LGTBI y organizaciones sociales han hecho frente a esta situación en zonas determinadas, pero una gran mayoría de ellas sigue desatendida. La única alternativa que tienen para sobrevivir y hacer frente a sus necesidades básicas (gastos de vivienda, alimentación, agua, luz, etc.) es la colaboración mutua entre compañeras y amigas. Muchas de ellas migrantes, en situación administrativa irregular o de precariedad laboral no pueden ni siquiera acceder al Banco de Alimentos ya que no están empadronadas en sus municipios, pues muchas de ellas trabajan en plaza (van rotando de ciudad en ciudad) y temen cualquier represalia por su situación en el país.

La pandemia del Covid-19 las ha dejado completamente invisibilizadas, olvidadas y desatendidas. Las mujeres trans trabajadoras del sexo (TTS) sufren un doble estigma. Son estigmatizadas y discriminadas por ser mujeres trans por un lado (transfobia) y por ejercer el trabajo sexual por otro. En España existe un alto porcentaje de mujeres trans trabajadoras del sexo de origen latinoamericano que vienen huyendo de sus países de origen por motivos de identidad de género, en demasiadas ocasiones en situaciones de ilegalidad.

Las mujeres trans siguen sufriendo unos enormes índices de violencia y estigmatización, esto nos muestra que las leyes van por un lado y la realidad es otra. Es por ello que, no podemos olvidar que éste es uno de los colectivos minoritarios más fuertemente discriminados.

La situación de transfobia, desempleo y no aceptación de la identidad sentida hace que muchas personas trans sigan siendo el último eslabón en la lucha por los derechos humanos. La falta de oportunidades laborales para una digna inserción laboral hace que muchas mujeres trans se vean empujadas a ejercer el trabajo sexual como única alternativa para sobrevivir. La búsqueda de trabajo para las personas trans cada día se convierte en un gran desafío. Mientras muchas se esfuerzan por defender y mostrar sus competencias, capacidades y habilidades, el entrevistador -en muchas ocasiones- lo único que hace es cuestionar su identidad sentida. 

Esto nos muestra que, pese a que muchas grandes empresas están trabajando la diversidad LGTBI como parte de sus políticas de Responsabilidad Social gracias al apoyo de programas como EMIDIS, gran parte del sector privado sufre aún una transfobia estructural que origina que las mujeres trans sigan siendo las grandes olvidadas del sistema laboral. La falta de información, conocimiento, referentes, etc. de personas trans en el mundo laboral hace que sigan siendo encasilladas por prejuicios y estereotipos que lo único que crean es- por desgracia- transfobia y discriminación. El hecho de que alguien sea visible como personas trans es sin duda un factor clave que condiciona la posibilidad de acceder a cualquier oferta laboral. 

No podemos olvidar que la vida de las mujeres trans está constantemente sujeta a situaciones de violencia estructural, que en la mayoría de los casos desemboca en asesinatos, persecución, malos tratos, etc. La negación de la identidad sentida y la incapacidad de la estructura institucional para responder adecuadamente a las necesidades y derechos, convierte esto en un círculo vicioso que sigue ubicando a las mujeres trans en situaciones de mayor vulnerabilidad. Esta violencia estructural incluye expresiones de violencia psicológica, física, económica, etc. Un ejemplo claro de ello es lo recientemente vivido en Perú, país en el que el gobierno, a raíz de la pandemia del Covid-19, decretó el permiso de salida de las mujeres tres días a la semana. Las autoridades policiales insensibles al reconocimiento de las mujeres trans como mujeres les obligó, a muchas de ellas, a identificarse como hombres imponiéndoles, de esta manera, castigos por salir en un día que no les correspondía. 

El paquete de medidas del gobierno para afrontar la crisis tampoco aborda la situación de vulnerabilidad de estas mujeres. La falta de reconocimiento de derechos básicos y vitales las deja fuera de las medidas económicas de emergencia. Para ellas no hay ERTE que valga ni pueden acudir a los servicios sociales porque las coloca en situación de riesgo. La clandestinidad en la que viven las obliga a perder sus ingresos que derivan de terceros y por ende a no poder hacer frente a sus necesidades básicas. Las mujeres trans trabajadoras del sexo (TTS) que dependen en muchos casos de lo que van ganando en el día a día para mantenerse, hoy se ven sin ningún respaldo por parte del Gobierno para subsistir. 

El Gobierno Central que tiene la obligación de prestar atención a colectivos en situación de vulnerabilidad y riesgo de exclusión social no puede dejar de lado la realidad urgente que viven las mujeres trans trabajadoras del sexo (TTS). Esta situación exige la atención inmediata de las autoridades estatales y autonómicas para que ofrezcan posibilidades de ayudas y medidas de inserción laboral a las personas trans.Junto a esta atención primaria es necesario, crear programas de acompañamiento, sensibilización e inserción laboral que incluyan a las personas trans de manera normalizada en el sistema laboral-estructural de la sociedad.

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