En el universo paralelo de los políticos, donde la ironía reina y la lógica económica lleva una venda, al igual que la Justicia, el Presidente del Gobierno prometió crear no una, ni dos, sino cuatro inteligencias artificiales; una para cada uno de los idiomas patrios. Las declaraciones las efectuó en un espectáculo de cámaras y rodeado de cargos académicos, pelotas y aprovechados, frente a un rack del MareNostrum, esa joya tecnológica con sede en Barcelona, financiada con los euros de Europa y bajo la batuta administrativa conjunta Europea y española. No es un caso aislado, no hay político en nuestro país que no sea digno heredero de “Bienvenido Mr. Marshall”.
El coste total del superordenador MareNostrum 5 ha sido de 202 millones de euros. Este importe incluye tanto la compra e instalación del hardware del supercomputador como el mantenimiento durante los próximos cinco años. La inversión representa la mayor aportación que Europa, ha realizado en una infraestructura científica en España, y ha sido financiada conjuntamente por el consorcio de supercomputación de la Unión Europea, la EuroHPC Joint Undertaking, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y la Generalitat de Catalunya, pero también se rascaron el bolsillo, y tienen derecho a uso preferente Turquía y Portugal.
MareNostrum 5 se ha destacado no solo por su elevado coste sino también por su impresionante capacidad de cálculo, alcanzando los 314 petaflops, lo que equivale a más de 380.000 ordenadores portátiles de gama media-alta trabajando conjuntamente. Este supercomputador se ha diseñado para abordar desafíos complejos en diversas áreas, incluyendo el cambio climático y la investigación médica, reforzando así la capacidad de investigación científica de Europa. Pero no todo es tan blanco, también se diseñan esos drones tan monos que fabrica Turquía para ucranianos y rusos o piezas de submarinos y misiles.
Pero desengañémonos, ese truco de ilusionista barato, delante de unos cientos de miles de chips es propio de un presidente de Tercera División “C” comparado con el titánico proyecto de Microsoft y OpenAI, que se eleva a la estratosférica suma inicial de 100.000 millones de dólares, para una sola Inteligencia Artificial.
¿Cómo se explica esta promesa de crear cuatro (al menos) Inteligencias Artificiales, si el presupuesto del Estado español de 2022, rondaba los 196.142 millones de euros? Dicho en otras palabras, para una sola IA de las prometidas se ha de invertir más de la mitad de todo el presupuesto del Estado.
El proyecto Stargate, una colaboración entre Microsoft y OpenAI, prevé la construcción de un supercomputador con un presupuesto de 100.000 millones de dólares y que consumirá la energía de una ciudad como Londres. La iniciativa Stargate se está desarrollando en cinco fases, siendo la construcción del complejo supercomputacional, la quinta fase. Actualmente, Microsoft ya trabaja en la cuarta fase del supercomputador para OpenAI, con el objetivo de que esté en pruebas alrededor de 2026. La parte significativa del costo de las dos últimas fases está relacionada con la adquisición de los chips de IA necesarios. Se espera que el proyecto Stargate esté plenamente operativo en 2028.
La suma destinada al MareNostrum y sus “presuntas” IA, es unas 500 veces menos que el proyecto Stargate, vaya, que podría considerarse como la calderilla encontrada en el sofá un día de limpieza general.
Así, en esta realidad alternativa de pensar que la ciencia cae del cielo, mientras Microsoft y OpenAI se preparan para gastar una cantidad que supera al PIB de muchos países, incluso de la UE, la prensa traga, y los ciudadanos tragamos, con la promesa de unas IA “hechas en casa” y a “ratos libres”, financiadas con lo que se podría considerar el equivalente económico a lo que se gastarán en café quienes gestionan Stargate. Así les va a nuestros científicos e investigadores.
Pero lo más triste de todo es que, GPT, Claude, Gemini, Llama y las otras llamadas Inteligencias Artificiales solo son LLM (Large Language Model), modelos de lenguaje de gran tamaño desarrollado por compañías como la conocida OpenAI. Estos modelos están diseñados para entender, generar y traducir texto en un nivel cercano al humano. Para ello, utilizan grandes cantidades de datos para aprender patrones de lenguaje, permitiéndoles completar tareas como responder preguntas, escribir textos y poco más. Pero no son verdaderas Inteligencias Artificiales Generales (AGI).
Eso sí, lo que es absolutamente cierto es que todos y cada uno de los LLM habla y escribe perfectamente en todos los idiomas imaginables, porque se diseñaron para ello.
Entonces, ¿para qué prometer esa gilipollez? ¿Para qué esa cohorte de políticos y académicos paniaguados asintiendo a tanta tontería? ¿Para qué tenemos una prensa que no sabe de lo que habla, ni se informa?
En este mundo paralelo, el tamaño de la mentira no importa, sino la audacia de las promesas. Y en esa audacia, España, sin duda, no tiene límites.
