El éxito de la extrema derecha en Italia, el crecimiento de Vox en España, los resultados de los ultras en Suecia y la expansión de los grupos supremacistas y belicistas partidarios de Donald Trump, por citar algunos ejemplos, ha despertado el debate de dónde se encuentran las vías de financiación de estos partidos o movimientos.
En España, Vox fue financiado por las grandes fortunas del exilio de Irán. Cuando no tenían presencia parlamentaria y, por tanto, no recibían las subvenciones del Estado, el partido de extrema derecha llegó a pagar a algunos de sus dirigentes, como Santiago Abascal o Iván Espinosa de los Monteros, nóminas de 3.000 euros brutos mensuales.
A medida que las filtraciones y las intrusiones de asociaciones como Anonymous se han focalizado contra estas organizaciones de extrema derecha, se puede comprobar cómo muchas de las donaciones que reciben, principalmente en Estados Unidos, vienen de zonas donde el poder adquisitivo es muy alto, tal y como publicó el Washington Post respecto al dinero depositado en plataformas de crowfunding utilizadas por movimientos supremacistas como los Oath Keepers o los Proud Boys, tan cercanos a Donald Trump y que dirigieron el intento de golpe de Estado del 6 de enero de 2021.
En Estados Unidos, además, se está produciendo un fenómeno más preocupante aún. Son las grandes corporaciones y las multinacionales las que están financiando a los senadores y congresistas que alentaron, justificaron, avalaron y se opusieron a las investigaciones sobre el asalto al Capitolio. Estos políticos, algunos favorables a la segregación racial, están recibiendo millones de dólares en donaciones.
Según los datos de los Comités de Acción Política (PAC, por sus siglas en inglés), donde se pueden consultar las donaciones recibidas por cada partido, cada congresista o senador, los más extremistas han estado recibiendo mucho dinero de empresas como Fedex, Pfizer, Delta Air Lines, UPS, AT&T o MasterCard, por citar algunas. Sólo en el mes de agosto de 2022 estas grandes corporaciones donaron cerca de 2 millones.
No se trata sólo de donaciones de empresas, sino que patronales u organizaciones empresariales que están registradas como lobistas también han donado cantidades millonarias. Destacan las donaciones realizadas por la patronal de la industria cervecera, del sector del automóvil, de la banca, de la construcción o del sector farmacéutico.
Evidentemente, esta financiación a la extrema derecha tiene un precio que, cuando llegan al poder, se paga en forma de reformas de las políticas fiscales. Donald Trump, por ejemplo, lo primero que hizo fue promover una ley para que las grandes fortunas apenas pagaran impuestos. En Italia, una de las medidas estrella de Giorgia Meloni es una bajada de impuestos que afectará principalmente a las rentas más altas. En España, Vox ha reclamado de manera compulsiva una reducción impositiva e Isabel Díaz Ayuso, que aunque no forma parte de un partido de extrema derecha tiene ramalazos cercanos al populismo ultra, está aplicando reformas fiscales que favorecen, principalmente, a las rentas altas y las grandes empresas.
