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Queridos Julio, Carlos, Gabo y Mario, dos puntos

El epistolario que cruzaron durante años los cuatro grandes novelistas del Boom latinoamericano nos aproxima a su parte más humana y ofrece sus inquietudes creativas

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análisis

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La literatura latinoamericana de la segunda mitad del pasado siglo tiene en estos cuatro autores, el mexicano Carlos Fuentes, el argentino Julio Cortázar, el colombiano Gabriel García Márquez y el peruano Mario Vargas Llosa, sus más grandes embajadores de todos los tiempos, con el permiso de otro puñado de genios como Borges y alguno que otro más. Al compartir prácticamente generación, todos ellos crecieron artísticamente con un mismo denominador común: hacer de la literatura algo diferente que sirviera como referente para generaciones venideras. Lo consiguieron con creces.

Con ellos estalló el famoso Boom, con obras universales de todos los tiempos que, medio siglo después, siguen deslumbrando a generaciones de escritores y marcando el camino de nuevos artistas. Además de sus inquebrantables afinidades ideológicas, personales y literarias, también protagonizaron sonoros encuentros y sobre todo desencuentros personales, como el que firmó Vargas Llosa con un puñetazo directo al ojo de García Márquez, que hizo correr ríos de tinta durante décadas mientras aún el mito se come a la realidad. Curiosamente, solo se conserva una fotografía de los cuatro juntos. Pese a todo, estas cartas reunidas aquí por otros cuatro editores se conforman como “un libro histórico”.

Precisamente sus editores explican las cuatro características o “reglas de participación” que estos escritores compartían: “Escribieron novelas totalizantes, forjaron una sólida amistad entre ellos, compartieron una vocación política y sus libros tuvieron una gran difusión e impacto a nivel internacional”. La compilación de misivas que convierten este volumen en un “libro histórico” según sus cuatro editores (Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos) logran aproximarnos a cuatro genios de las letras que se cruzaron en espacio y tiempo por designio del destino y legaron para la posteridad una obra genial que nunca volverá a repetirse ni en intensidad, ni en estilo ni en originalidad, así que pasen cientos de generaciones de escritores.

Todos ellos crecieron artísticamente con un mismo denominador común: hacer de la literatura algo diferente que sirviera como referente para generaciones venideras

Sirva de perfecto ejemplo de todo lo dicho anteriormente unas letras enviadas por el mexicano al colombiano desde París el 15 de abril de 1966 a cuentas de Cien años de soledad: “Magíster magnífico! Tus primeras 70 cuartillas de Cien años de soledad son magistrales, y el que diga o insinúe lo contrario es un hijo de la chingada que deberá responder a los sangrientos puñales de largo alcance del joven escritor gótico C. Fuentes”.

Es en esta distancia corta donde se puede apreciar en toda su intensidad e inmensidad la cercanía, aprecio y amistad que se profesaban estos cuatro grandes de las letras universales y cada carta es un regalo del destino que nos abre las puertas de su intimidad más celosa. Por ello debemos sentirnos agradecidos por que nuestros amigos Julio, Gabo, Carlos y Mario, que también los fueron entre ellos durante décadas, nos ofrezcan estos destellos de genialidad artísticas en forma de misivas.

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